Inteligencia artificial y soberanía lingüística de África, por Lázaro Bustince

11/07/2025 | Bitácora africana, Opinión

 

En una era en la que la inteligencia artificial está dando forma a nuestras palabras, nuestras historias y nuestra imaginación, África enfrenta un gran desafío estratégico: hacer que sus lenguas existan en el mundo digital. Cuando un idioma, cultura o país no están presentes en la web, las aplicaciones o las redes sociales, pierden su valor, especialmente entre las generaciones más jóvenes.

Si el siglo XXI será tecnológico, también será lingüístico por los medios de comunicación social. Las lenguas africanas, con su diversidad ancestral, no deben quedar al margen. Hoy en día, los principales modelos de inteligencia artificial (IA) incluyen el inglés, el mandarín, el francés y, en ocasiones, el árabe. Pero a nivel del continente africano, con sus más de 2000 idiomas, la IA no dice casi nada.

El riesgo es inmenso: este silencio digital podría acelerar la desaparición de cientos de lenguas, ya debilitadas. Sin embargo, la propia África está reaccionando e impulsando comunidades, investigadores y startups que se niegan a permitir que el futuro se construya sin sus palabras. Actualmente, hasta los pueblos indígenas, como los pastores nómadas: karimojong, peuls, masáis, etc. ya se están conectando a la comunicación digital, gracias sobre todo a los móviles.

África es el continente con mayor riqueza lingüística del planeta, solo Nigeria cuenta con más de 500 lenguas y dialectos, pero esta riqueza está todavía prácticamente ausente en las intercambios digitales: motores de búsqueda, asistentes de voz y plataformas educativas. Incluso las principales lenguas africanas, como el suajili y el amárico, tienen dificultades para existir en el ecosistema tecnológico global.

La UNESCO estima que más del 40 % de las lenguas africanas estarán en peligro de extinción para 2100 y que la ausencia digital podría ser un factor agravante. Lenguas vinculantes como: Lingala, suajili, wólof, bambara… están sometidas a la prueba digital. En Bamako, el Centro para el Desarrollo de la Inteligencia Artificial para las Lenguas (CDIAL) desarrolla herramientas tecnológicas para el bambara, el mooré y el wólof. Su ambición es el poder integrar estas lenguas en los usos digitales cotidianos. Aplicaciones educativas, sintetizadores de voz, interfaces para servicios públicos: todo está diseñado para reconectar la lengua local con la modernidad.

Una comunidad en el sur de África reúne ahora a cientos de investigadores y desarrolladores en más de 30 países. Juntos, entrenan modelos de traducción neuronal para docenas de idiomas africanos: igbo, zulú, hausa y muchos otros. En cinco años, esta red ha producido más de 60 modelos de traducción de código abierto. Un logro notable, sin los presupuestos de los gigantes tecnológicos, pero con una determinación inquebrantable.

La inteligencia artificial se basa en una base simple pero formidable: los datos. Para que un modelo comprenda, traduzca o hable un idioma, requiere vastos corpus de textos, voces y traducciones. Sin embargo, en el caso de las lenguas africanas, estos recursos suelen ser inexistentes o estar dispersos, no están digitalizados y, en ocasiones, incluso su publicación escrita estaba prohibida antes de la independencia africana. Se valoraba la tradición oral, pero hoy, la comunicación digital es global.

Iniciativas como “Common Voice”, lideradas por Mozilla, desempeñan un papel fundamental en este sentido. El principio es simple: miles de voluntarios graban frases en su idioma, que luego se utilizan para entrenar IA de voz. Como resultado, para 2024, se habían recopilado más de 5000 horas de datos de voz en hausa, luganda, kiswahili y otros idiomas. Y esto es solo el principio. Se prevé que esta cifra podría alcanzar las 12000 horas para 2027, si continúan las campañas comunitarias.

Estos datos, disponibles gratuitamente, permiten el desarrollo de otros proyectos. Esta es la lógica del código abierto aplicada a la preservación lingüística: una fuerza de ataque colectiva, descentralizada y resiliente. Lejos de ser una simple cuestión cultural, esta revolución lingüística también representa una oportunidad de desarrollo. Una IA que hable un idioma local puede mejorar las relaciones entre ciudadanos y gobiernos, simplificar el acceso a la atención médica y fortalecer la educación en zonas rurales.

Según un estudio del Banco Mundial, la instrucción en la lengua materna puede aumentar la comprensión lectora y matemática de los estudiantes en un 30 %. Además, las interfaces de voz en idiomas locales podrían facilitar el acceso a servicios bancarios, agrícolas y sanitarios a millones de personas con bajo nivel de alfabetización.

Para 2030, el mercado de la tecnología lingüística en África podría superar los 500 millones de dólares. Por lo tanto, el reto también es económico: crear empleo, impulsar los startups y desarrollar modelos de negocio en torno a las lenguas africanas. En resumen, se trata de convertir la tecnología digital en un motor de crecimiento.

Pero sería ingenuo creer que esta transición puede lograrse sin voluntad política. Si los Estados africanos no invierten en sus propias lenguas, otros lo harán, con sus propios intereses, sus propios medios de control digital-espacial y sus propios beneficios.

Algunos países están reconociendo el desafío. Ruanda ha integrado el kinyarwanda en sus programas de IA. Senegal apoya tecnologías en idiomas nacionales. Pero para ampliar estas iniciativas, se debe hacer más: adoptar políticas lingüísticas digitales, financiar la investigación local y apoyar la formación de talento africano en procesamiento del lenguaje propio digital.

Así pues, África no tiene que elegir entre sus idiomas y la tecnología. Puede construir un futuro digital donde sus idiomas sean incluidos, donde la IA no reemplace las culturas, sino que las expanda.

Las comunidades están ahí y los medios digitales también. Ha llegado el momento de unir esfuerzos: instituciones, investigadores, desarrolladores, ciudadanos. Porque la revolución digital es también una revolución lingüística, cultural y africana.

Lázaro Bustince

CIDAF-UCM

Autor

  • Nacido en Izco (Navarra), en 1942, estudió filosofía en Pamplona (1961-1964). Hizo el noviciado en Gap – Grenoble (1964-1965), con los Misioneros de África (Padres Blancos). Estudió Teología en el instituto M.I.L. de Londres, (1965-1969), siendo ordenado sacerdote en Logroño, en los Padres Blancos en 1969.

    Comenzó su actividad misionera en África en 1969, siendo enviado a la diócesis de Hoima en Uganda, donde estuvo trabajando en la educación, desarrollo y formación de líderes durante nueve años. Luego vivió un periodo de trece años en diversas ciudades europeas, trabajando en la educación y capacitación de los jóvenes (Barcelona 1979-1983)) , en Irlanda como responsable de la formación de los candidatos polacos (1983-1985), y en Polonia donde fue Rector del Primer Ciclo de Filosofía Polaco (1985-1991), y se doctoró en Teología espiritual en Lublin, donde fue nombrado profesor de la misma Universidad Católica de Lublin (KUL), de dicha ciudad, en 1991.

    Regresó a Uganda en 1992, y fue elegido Provincial de los padres Blancos de Uganda hasta 1999. Durante este periodo, fue también presidente de la Asociación de Religiosas-os en Uganda (ARU), y pionero en la construcción del Centro Nacional de Formación Continua (USFC). Además inició la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) en 1994, trabajando en la formación de líderes en JPIC.

    En 2000 y 2004 cursó estudios sobre educación en Justicia, Paz, y Transformación de Conflictos, en Dublín. Desde su regreso a Uganda, fue pionero en la capacitación de agentes sociales en JPIC, y en el establecimiento del primer Consorcio de Educación Ética (JPIIJPC), lanzado por seis Congregaciones Misioneras, en 2006. Desde el inicio, y hasta junio 2011, ostentó el cargo de primer Director del Instituto. Al mismo tiempo fue profesor invitado de Ética en la Universidad de los Mártires de Uganda (UMU).

    En septiembre de 2011 fue nombrado director general de África Fundación Sur (AFS), organismo que dejó de existir en 2021. En la actualidad sigue trabajando por África al 100 % siendo, entre otras ocupaciones, editorialista en el CIDAF-UCM.

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