La ola de golpes de Estado en África es síntoma de una gobernanza corrupta, del empobrecimiento de la población, de los conflictos étnicos armados y del avance yihadista que causa inseguridad y violencia.
Los conflictos armados parecen aumentar en África por múltiples causas: control del poder y de los recursos, saqueo de tierras y de minerales en numerosos países africanos por multinacionales extranjeras y regionales, la multiplicación de grupos radicales armados, a veces con un fuerte componente étnico, económico y hasta religioso.
La mayoría de los investigadores africanistas están de acuerdo en cuestionar el impacto que las grandes Organizaciones como la Unión Africana (UA), la ONU e incluso algunas grandes ONG y hasta la misma Unión Europea (UE) tienen en el desarrollo sostenible, en promover una gobernanza democrática y en la mediación eficaz para la transformación de conflictos en África.
Un análisis serio de la situación de violencia que vive la población en varios países africanos, como Sudán, Sudán Sur, Somalia, Etiopía, República Democrática del Congo (RDC), República Centroafricana (RCA), etc., sin contar los pueblos que sufren un constante atropello de sus derechos humanos, como en Ruanda, Uganda, Burundi, etc., nos delata claramente la irrelevancia tanto de los organismos nacionales como de las instituciones internacionales para afrontar y superar la violencia misma, así como las causas profundas de dichos enfrentamientos violentos.
Los conflictos de Sudan, de Etiopía, de la RDC, delatan no solamente la ineficacia de la ONU y de la UA en la resolución de los conflictos, sino incluso apuntan a la opresión y abusos de poder que su presencia ejerce sobre las poblaciones locales, como en Kivu.
El senegalés Macky Sall asume la presidencia de la Unión Africana en sustitución del congolés Félix Tshisekedi. La UA cuenta con una responsabilidad singular para garantizar gobernanzas responsables, paz estable y desarrollo sostenible y justo en todo el continente africano.
Entre las tareas más relevantes de la Unión Africana (UA) están: garantizar una democracia participativa y justa en los 55 países africanos, paz y seguridad en todas las naciones africanas, un desarrollo cultural, económico, panafricano y ecológico en cada nación africana, el respeto de los derechos humanos y una eficaz resolución de conflictos a través del diálogo y una mediación competente.
El retroceso democrático que implica la reciente oleada de golpes de Estado y el avance yihadista, junto al reto de extender la vacunación frente a la covid-19 y la recuperación económica, son los grandes desafíos a los que se enfrenta África en 2022, según han puesto de manifiesto los líderes del continente reunidos en la cumbre de la Unión Africana (UA) celebrada el pasado fin de semana (6,2,2022) en Adís Abeba.
Los líderes africanos condenaron el domingo con firmeza la reciente ola de golpes de Estado en África, citando los de Malí, Guinea-Conakry, Burkina Faso y Sudán, países todos ellos suspendidos de participación en este organismo continental.
Resulta sorprendente que durante esta reunión de la UA, en su sede de Adís Abeba, no se tratara seriamente la situación desastrosa de la guerra civil y étnica en el país anfitrión, y de una indispensable mediación de la UA en este genocidio.
Respetando la responsabilidad y protagonismo de los gobiernos y sociedades locales, debemos resaltar la necesidad imperiosa de buscar y aceptar, cuando las dos partes del conflicto no encuentran la salida, una mediación profesional de otro país africano y de organismos como la UA. Este principio se aplicaría a Etiopía, Sudán, Somalia y a otros países.
El avance del yihadismo en el Sahel, ante la incapacidad de los ejércitos nacionales y el fracaso de las intervenciones militares extranjeras, sobre todo de Francia, está en el origen de los últimos golpes militares, en Malí y Burkina Faso. El avance de la actividad de estos grupos armados, sobre todo vinculados a Al Qaeda y Estado Islámico, hacia el norte de Costa de Marfil, Togo, Benín o Ghana es una realidad que inquieta a los líderes africanos y que requiere de nuevos enfoques.
La baja tasa de vacunación que mantiene África frente a la covid-19, en torno al 11% de la población con la pauta completa, fue evocada durante los debates por el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa, quien insistió en la necesidad de hacer esfuerzos suplementarios para alcanzar al menos el 30 % de la población a finales de 2022 y recordó la necesidad de apostar por la autonomía vacunal. Distintos proyectos en la propia Sudáfrica, Ruanda y Senegal están en marcha para contar con fábricas africanas de vacunas.
Los jefes de Estado de la UA también insistieron en la necesidad de buscar estrategias conjuntas que permitan al continente salir lo más rápido posible de la crisis económica derivada de las duras medidas adoptadas para combatir la covid-19 y que ha supuesto un frenazo en seco para el crecimiento estable que mantenían buena parte de las economías africanas.
Al crear el Grupo de Sabios, la Unión Africana reconoció la importancia de los mecanismos tradicionales de solución de conflictos y su pertinencia constante en la prevención y la mediación de controversias y conflictos en África. Por sus frutos, los conoceremos.
Por lo tanto, desde 2010, el Grupo de Sabios de la Unión Africana —ya con el mandato de señalar a la atención del público problemas pasados por alto— ha estudiado formas de impulsar la participación de las mujeres y los jóvenes en la mesa de negociaciones sobre la paz y sensibilizar acerca de los efectos de la guerra y la violencia sexual contra las mujeres y los niños, mediante un documento titulado «Mitigating Vulnerabilities of Women and Children in Armed Conflicts«. Esto supone un paso muy relevante.
Ahora queda el reto principal, de convertir palabras y propuestas en compromiso real de mediación en conflictos, (Sudán, Etiopía, Somalia, etc.,), de control del yihadismo y de promoción del comercio panafricano para un desarrollo integral de todos los pueblos africanos.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]