En África, como en Europa y el resto del mundo, cambiamos de políticos, pero no cambiamos la forma de hacer política o economía. Nuevas recetas o medidas político-económicas vienen y van, pero siguen haciendo el mismo estilo de política y economía: desde el poder y para el mayor control, poder y beneficio propio.
En esta forma de política y economía, cada día mas inhumana y opresora, el poder de control económico se va concentrando en manos de una minoría de multinacionales: financieras, industriales, armamentistas, farmacéuticas, alimenticias, etc., dejando el porvenir en manos de lideres sin conciencia e integridad humana. Los gobiernos siguen dando más capital a los bancos, que son los principales responsables de la crisis, mientras piden más impuestos a los trabajadores. Este es un círculo vicioso en un estilo de economía neo-liberal donde las personas no cuentan, solo las cifras de beneficio, cueste las hambrunas y las vidas que cueste.
En este artículo, presento la tesis de que sólo humanizando nuestra política y economía en favor del bien común y según los principios de una ética global, podremos salir del círculo vicioso de esta crisis y otras, y construir una sociedad más justa, solidaria y pacifica. Para ello sugiero que las dos estrategias más urgentes son: una educación ética sistemática en todos los niveles de la sociedad y una participación activa de la sociedad, a través de cooperativas y sociedades en la gestión conjunta y sostenible de los recursos y servicios disponibles.
Sin una mente y corazón renovados por los valores humanos más universales, sólo llegaremos a recetas, que pueden aliviar un tanto situación momentánea, dejando sin tocar el mal en su raíz. Por tanto, un nuevo orden mundial sólo puede fundamentarse en una ética global y en una nueva antropología.