“Homesickness”: síntoma del choque cultural, por José Julio Martín-Sacristán

29/10/2012 | Bitácora africana

Siempre me ha sorprendido que haya organizaciones, ya sean empresas u ONGs, que envíen personal cualificado para trabajar en África sin preparación alguna para adaptarse al continente. Parecen convencidas de que les baste con los títulos correspondientes; algo de fluidez en inglés, francés o portugués; y disposición para viajar. No consideran que estos trabajadores necesiten preparación especializada para encajar sin mucho trauma el choque cultural que van a sufrir tanto a nivel profesional como social, cultural y familiar.

Antes de ir por primera vez a África, en 1985, estuve tres años preparándome para tal evento. Mi primer destino fue el norte de Zambia y me marchaba para vivir allí durante tres años seguidos, sin la posibilidad de volver a España ni para unas breves vacaciones. Se trataba de una época en la que, claro, las comunicaciones dejaban bastante que desear: no se disponía de las ventajas del correo electrónico ni Internet; las cartas tardaban dos meses en llegar a mi destino, el teléfono era tan caro que se usaba sólo en caso de emergencia… Si bien me desplazaba con una organización que me arropó muy bien desde el principio, tuve que pasar por mi propio choque cultural para adaptarme a un equipo internacional compuesto por 20 personas de 14 nacionalidades diferentes, con una amplia mayoría africana. Fue la preparación que recibí la que me ayudó a desarrollar mi propio proceso de una manera saludable.

Uno de los efectos del choque cultural es lo que los ingleses denominan “homesickness”, término que aquí solemos traducir como “nostalgia”, lo que resta el componente enfermizo (sick) de la palabra. Estar “home-sick” supone sentirse verdaderamente enfermo ante la falta de ese componente familiar tan necesario para la evolución de la persona: las propias raíces, el hogar, la familia, los amigos, la tierra-ciudad… Se trata de una enfermedad porque influye negativamente en la salud mental, emocional y hasta física de quien la padece. Eso sí, tiene tratamiento y, mejor aún, los síntomas pueden mitigarse con antelación.

Mudarse a trabajar a África, sea con una empresa o con una ONG de voluntariado, supone trasplantarse a una nueva tierra, con todo lo que ello supone. Y no importa que se vaya a trabajar con un equipo totalmente español, incluso en tal caso se siente el desarraigo. Se trata de una realidad para la que conviene estar preparado, de lo contrario la adaptación resulta demasiado costosa, lo que aumenta el riesgo de caer en conductas y actitudes inadaptadas, racistas o deshumanizantes. La preparación no es una vacuna ante estos males, pero sí se revela indispensable, en tanto es la receta para adquirir verdadera conciencia del proceso personal que se debe atravesar, lo que hace posible vivir la interculturalidad como una experiencia enriquecedora tanto a nivel personal como para la organización que se representa.

Original en : África Factor Humano

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