Homeless, por Rafael Muñoz Abad , Centro de Estudios Africanos de la ULL

16/05/2013 | Bitácora africana

¿Donde hay que registrarse para visitar Central Park? le decían, a un por aquel entonces todavía joven Paul Simon, los músicos sudafricanos de Ladysmith Black Mambazo durante la grabación de Graceland en Nueva York. Aquella obra de ingeniería social denominada apartheid, había creado un pantagruélico entramado de leyes segregacionistas entre las que estaba la denominada política de pases. Actas, que en su propio país, exigían a los no blancos portar permisos para visitar determinados lugares a determinadas horas.

– Vosotros sois ciudadanos libres en un país libre; podéis ir a donde queráis sin necesidad de pase alguno-

Esas fueron las palabras de Paul Simon a unos tan geniales como incrédulos coristas sudafricanos, que atónitos, veían como nadie les pedía la documentación o que el chofer de la limousine era un blanco. Graceland pasaría a la historia como un soberbio trabajo musical. Ante la lógica censura de Pretoria para su puesta en escena en Sudáfrica, se optó por la vecina Zimbabwe, antigua Rhodesia, como la primera plaza africana para la gira de Paul Simon y los solistas que le acompañaban. Por aquellos años y a causa del regimen racista, Sudáfrica sufría un embargo comercial por parte de Naciones Unidas. Al grabar en Johannesburgo, Paul Simon sería acusado de violarlo. Surrealista. Su imagen fue utilizada por el ANC como la de un blanco millonario, que se servía del talento de unos músicos negros oprimidos por un gobierno [igualmente] blanco. Toda una maquiavélica maniobra del ANC, que acabaría convirtiéndose en la más poderosa campaña publicitaria para Simon y Ladysmith Black Mambazo. Diez años después del apartheid, el disco es un faro y ya no sólo en lo referente a la fusión musical, sino como parte de la historia de una Sudáfrica que renació de su propia tiranía.

Graceland no se oye; se escucha y se siente; es un descenso a la vieja mina estamental victoriana; un canto al llanto de la opresión; Shosholoza de camino al vientre de la madre tierra; orgullo zulú; homeless por los sin techo, que aún así sus penas corean.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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