Historia de un refugiado eritreo

16/11/2015 | Crónicas y reportajes

Decidido a huir de su país, Eritrea, donde un régimen opresivo hace completamente imposible llevar una vida tranquila, Koudous ha llegado a Suiza donde “Point d’ancrage”, una asociación de los Padres Blancos, le ha ayudado a reconstruirse una vida.

“Point d’ancrage” (punto de anclaje) es una asociación creada en Friburgo de los Padres Blancos suizos con el objetivo de ofrecer asistencia y acogida a las personas que llegan pidiendo asilo. Los Padres Blancos en esta asociación, además de proporcionar asilo, también ofrecen cursos de francés, ayuda a los niños y visitas a domicilio. Los casos que se les presentan a los Padres Blancos y a sus colaboradores son casi siempre trágicos. Como el de Koudous (nombre ficticio).

Para él, eritreo, fugarse de su país era la única salida posible. En Eritrea la vida se había vuelto imposible. Enrolado, a la fuerza, a los 16 años en el ejército de Isaias Afewerki, a los 21, mientras estaba de patrulla le explotó una mina que le amputó una pierna. Pero no se rindió. Gracias a una prótesis aprendió a caminar de nuevo y volvió a casa y empezó a cultivar la tierra de su familia. A pesar del duro trabajo decide colaborar con una asociación de mutilados de guerra.

Pero sobre él cae otra desgracia. El Estado, una feroz dictadura, decide que, como mutilado no tiene ningún derecho especial y le expropia las tierras. Koudous presenta una protesta oficial pero ésta queda sin respuesta. Cuando la policía llega a requisarle su terreno pierde los estribos y se enzarza en una pelea con los agentes. Tiene el tiempo justo para escapar antes de que lo detengan.

Escapa a Sudán, después a Libia, a Italia y finalmente llega a Suiza. Aunque aquí tampoco encuentra la paz. Aunque tiene un permiso de estancia por motivos humanitarios, con su minusvalía no logra encontrar trabajo.

En Friburgo, se dirige a los Padres Blancos y con la ayuda de la asociación “Point d’ancrage”, Koudous presenta numerosas peticiones a organizaciones e instituciones nacionales e internacionales.

La espera es larga pero finalmente se le reconoce víctima de la tortura y la guerra, por parte del Centro de Consulta para víctimas de tortura y de guerra del Hospital universitario de Ginebra. Un reconocimiento que le proporcional el derecho de asilo.

Ahora todavía le queda una esperanza: poder abrazar a su mujer y a sus 8 hijos.

Claude Maillard
www.missionaridafrica.org

Fundación Sur

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