Humilde y modesto, y sin ningún adorno que disfrazara a su persona, Mohamed Sekat destacaba por la forma en la que componía sus melodías y la manera en la hacía rimar su poesía. El arte era para él un mundo aparte, era el universo donde confluían los desacuerdos verbales y los acuerdos reconciliables para finalmente abrirse al amor, donde el altruismo tenía los colores de su empatía y reflexiones de su discreción.
Mohamed Sekat murió hace unos días a los 66 años en Tixeraïne, su pueblo natal, a diez kilómetros del centro de Argel. Durante los últimos años de su vida se resignó a permanecer aislado como consecuencia del deterioro de su salud, producido por las consecuencias de una larga enfermedad. Durante su vida, siguió proyectándose en la moderación y el olvido, sus mejores días fueron discretos, y su último día también lo fue.
En su sentido connotado y metafórico, su romance universal «Taninna», es una melodía destinada a la mujer, la invita a rebelarse contra las injusticias orquestadas sostenido por el sexismo y la dominación masculina, es también una llamada a los días que fluyen tácitamente ante la realidad de un espejo que nunca engaña: firmeza ante el deslustre; El vigor ante la languidez. Sekat, compuso la melodía en 1977 y la cantaba con una voz sublime, que fue un refugio moral para él. Tiempo después, en casa y en su silencio, alimentó el deseo de recomponer un día su canción insignia «Taninna» en francés, que más tarde tradujo, Tahar Djaout. Pero ahora el destino ha decidido unir las rimas de dos almas sacrificadas: uno segado por la horda salvaje y el otro arrastrado por la enfermedad, los cuerpos enterrados, el verbo, el timbre y la melodía vivos.
Fuente: Lematindalgerie.com
[Traducción, Judit Serra Ballester]
[Fundación Sur]
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