Geopolítica africana, también con “g” minúscula, por Ramón Echeverría

25/04/2024 | Bitácora africana, Crónicas y reportajes

 

El 2 de marzo de 2022, en un voto no vinculante, la Asamblea general de la ONU condenó por mayoría aplastante la invasión rusa de Ucrania. De nuevo, el 23 de febrero de 2023, la UE logró que se aprobara una dura resolución de condena a Rusia en la ONU. En esas votaciones, dos países africanos, Eritrea y Malí, se mostraron partidarios de Rusia, mientras que quince países quisieron con su abstención nadar y guardar la ropa: Argelia, Angola, Burundi, República Centroafricana, Congo, Etiopía, Gabón, Guinea, Mozambique, Namibia, Sudáfrica, Sudán, Togo, Uganda y Zimbabue. ¿Qué importancia tuvieron esos votos africanos? A través de sus ayudas e intervenciones, China y Rusia primero, y ahora también Turquía e India, intentan ganar en África el peso que están perdiendo los países occidentales. ¿Tan importante es ahora el continente africano para la escena política mundial? ¿O se trata, ante todo, o solamente, de adueñarse de sus materias primas y tierras raras? Para responder a esas preguntas y otras similares, CIDAF-UCM organizará, en la segunda mitad de mayo, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense de Madrid, un seminario sobre «África en la geopolítica actual«, con la participación de destacados académicos y políticos. Por motivos de agenda no podré asistir. Pero la temática del seminario ha traído a mi memoria recuerdos que me han hecho reflexionar.

La visita de Houphouët-Boigny a Israel termina en una atmósfera de perfecto entendimiento”, titulaba André Scemama su artículo en Le Monde del 27 de julio de 1962. Era una versión más bien proisraelí de la visita, puesto que el presidente marfileño había expresado claramente que lo que los amigos africanos de Israel deseaban era “una negociación directa israelí-árabe”. O así por lo menos lo entienden todavía hoy los marfileños. “Israel-Palestina: Houphouët-Boigny tenía razón”, escribía Ben Ismaël el pasado 17 de enero en L’Intelligent de Abiyán. Recordando que Félix Houphouët-Boigny, “hombre de Estado valiente”, había acreditado en Costa de Marfil a los embajadores de Israel y Palestina, Ben Ismael añade: “El estadista marfileño sólo tenía un arma, el diálogo por una causa principal: israelíes y palestinos debían llevarse bien, sentarse alrededor de una mesa y discutir”. Quería, se dijo entonces, que en el Medio Oriente se adoptara “la Palabra”, el método tradicional africano de resolver conflictos. Lo confirma la página web de la “Fundación Félix Houphouët-Boigny” en la que se puede leer: “En ‘Un rêve pour la paix’ (2018), Ghoulem Berrah (embajador y microbiólogo marfileño), revela el importante papel desempeñado por Félix Houphouët-Boigny en la solución [sic] del conflicto palestino-israelí. Houphouët proponía un Estado palestino independiente y viable. Inició un diálogo entre el Consejo Israelí para la Paz Israelí-Palestina (ICIPP) y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Estuvo en contacto constante con los presidentes estadounidenses, los jefes de Estado árabes, los líderes israelíes, y el líder palestino Arafat”. Lenguaje un tanto grandilocuente, el de la “Fundación Félix Houphouët-Boigny”. Sobre todo, porque, visto lo que está sucediendo estos días en Gaza, se hace evidente que lo del presidente marfileño, el querer dar lecciones de diálogo a los habitantes del Medio Oriente, fue literalmente “un rêve”, un sueño imposible, castillos en el aire que, tristemente, se quedaron en agua de borrajas.

Mucho más reciente ha sido el intento de algunos líderes africanos de mediar en el conflicto entre Rusia y Ucrania: “Los líderes africanos acordaron el lunes una misión de mediación a Rusia y Ucrania, anunció el martes la presidencia sudafricana” (Africanews 6 de junio de 2023). Sin entrar en detalles, ya que CIDAF-UCM nos ha informado abundantemente de ello, me llamó la atención la opinión de la BBC al respecto: “El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, calificó de «histórico» el viaje de la semana pasada de líderes africanos a Ucrania y Rusia, describiéndolo como «la primera vez que los líderes africanos se embarcan en una misión de paz más allá» del continente. Sin embargo, dado que ninguna de las partes en conflicto aceptó conversaciones de paz, ¿sirvió de algo, o fue solo un intento de Ramaphosa de llamar la atención en el escenario mundial, en medio de los crecientes problemas en Sudáfrica?” (19 de junio 2023).

Muchos medios hablan estos días de George Orwell, por la vigencia continua de su “1984”, novela distópica escrita en 1949, que advierte sobre la vigilancia estatal, la manipulación de la verdad y la opresión. En la novela, tres superestados se combaten perpetuamente: Oceanía, Eurasia y Estasia (Eastasia en Newspeak). El Sur de África forma parte de Oceanía. El resto del continente ni existe ni cuenta, excepto como uno de los lugares en los que los imperios se enfrentan. Se pudiera pensar que sigue siendo vigente también ese aspecto de la novela, ahora que las batallas entre los imperios parecen ser eminentemente económicas. Craso error. Porque las batallas más importantes son culturales, a largo plazo, y sus actores principales no son los dirigentes políticos, sino los que, junto al pueblo llano, vehiculan costumbres, cultura, arte, ideología, mitos y poesía. Va a ser muy importante el próximo seminario sobre “África en la geopolítica actual”. Se hablará, ciertamente, de política y economía. Pero también, eso espero, por ejemplo, de la influencia para la cultura europea de la paz, del viaje que llevó a la música africana hasta el continente americano y, una vez allí mestizada, de nuevo a África y Europa. O de la importancia de la emigración (aunque no tanta como la del fútbol) en la construcción de la Unidad africana. Doy clases de castellano a chicas africanas inmigrantes. Entre ellas dos argelinas y dos marroquíes, que se entienden de maravilla, y ello a pesar de que los dirigentes políticos de sus respectivos países se lleven como el perro y el gato. Lo aprendí en Túnez, y la vida no me lo ha desmentido. Puede que el diálogo oficial entre países, religiones y culturas sea algo importante. Mucho más lo ha sido siempre el diálogo de vida entre las gentes de a pie. Pero de esto y de la importancia de la mezcolanza, otro día.

Ramón Echeverría

CIDAF-UCM

Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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