Ayer (13 de noviembre) hubo disturbios callejeros en Libreville, la capital de Gabón, donde este bloguero vive desde abril de este año. Ocurrieron durante una marcha de la oposición cuando varios de sus líderes se personaron en el tribunal de alta instancia .para presentar una denuncia contra el presidente Ali Bongo, al que acusan de haber falsificado su certificado de nacimiento para poder presentarse a las elecciones que le dieron el poder de 2009. Hubo un impresionante dispositivo policial y mucha gente prefirió quedarse en casa. Al final no llegó la sangre al río y ni siquiera hubo detenciones. Todo quedó en algunas carreras con gases lacrimógenos y poco más, pero el ambiente político se está caldeando y el futuro podría ser preocupante.
Expliquemos un poco el contexto. Gabón es uno de esos países africanos donde parece que nunca pasa nada, aunque si por “pasar algo” nos referimos a guerras, epidemias, hambrunas o dictaduras sangrientas, esa ausencia debería verse como una suerte para los gaboneses: desde su independencia en 1960 el país nunca ha tenido un conflicto armado, ni un golpe de Estado (hubo un intento en 1966 que apenas duró dos días). Ya quisiera la mayor parte de las naciones de África tener esa suerte.
Además, el país nada en la abundancia desde que se convirtió en uno de los principales productores de petróleo incluso antes de su independencia. También posee importantes yacimientos minerales, además de una tierra fertilísima con bosques tropicales bien regados con abundante lluvia todo el año. Con una superficie algo más grande que la mitad de España y apenas un millón y medio de habitantes, tal abundancia de recursos sería suficiente para hacer que todos ellos vivieran con un nivel de vida muy digno.
Pero, con todas estas enormes ventajas, en Gabón ocurren “cosas raras” que frenan su progreso. La primera de todas ellas, es la enorme carestía de la vida. Más de la mitad de su millón y medio de habitantes vive en la capital, lo que significa que el interior del país está casi vacío y sus habitantes apenas se dedican a la agricultura, sector económico muy descuidado e incluso despreciado. El resultado es que todo lo que la gente consume viene de fuera, y uno se encuentra con el contrasentido de tener que comprar productos de primera necesidad como verduras, legumbres, carne, leche, huevos… importados de países como Francia, Uruguay o Brasil (y algo del vecino Camerún). Gabón tiene un litoral de más de mil kilómetros de extensión, pero si uno quiere comprar pescado, lo más seguro es que encuentre chicharros congelados procedentes de los mares de China. Un gabonés que trabaje en una oficina puede tener un sueldo de 200.000 francos CFA al mes (unos 350 euros), que en África es un salario muy digno, pero con lo que tiene que gastar en pocos días se quedará sin nada para su familia.
La segunda lacra del país es la corrupción. Gabón tuvo un régimen de 40 años de partido único bajo su presidente Omar Bongo, un dirigente que podría calificarse de “dictador benigno”, fallecido en 2009. Los allegados a su Partido Democrático Gabonés tuvieron muchos años para llenarse los bolsillos con dinero público y adquirir enormes fortunas. A Omar Bongo le sucedió su hijo, el actual presidente Ali Bongo, que desde hace pocos meses ha comenzado a sanear las finanzas públicas y a poner coto a esas desapariciones misteriosas de fondos del Estado. En Libreville uno se encuentra con proyectos faraónicos de construcción de grandes centros comerciales con salas de exposiciones y hoteles que comienzan y a los pocos meses se paran por falta de pagos por falta del Estado. Al mismo tiempo, barrios enteros no tienen suministro de agua ni electricidad de forma regular, y el descontento crece en muchos sitios.
A todo esto se suma otro fenómeno que extraña poco: al ser un país tan próspero, Gabón ha atraído desde siempre a numerosos inmigrantes de otros países africanos. Hay incluso quien asegura que la mitad de la población sería de origen extranjero. En el barrio donde vivo se calcula que el 80 por ciento de sus habitantes son de África Occidental: senegaleses, malienses, benineses, nigerianos, cameruneses… son ellos los que construyen edificios, cavan zanjas, conducen taxis, venden en los kioskos, hacen de sastres o limpian las casas ajenas. Y, como suele ocurrir en muchos países, mientras las cosas van bien nadie dice nada, pero el día en que empiezan los problemas es fácil señalar con el dedo a los extranjeros que se dejan la piel haciendo trabajos que los nacionales no quieren hacer y decir que son ellos los culpables de todo. Cuando se quiere desprestigiar a alguien, se le acusa de no ser un “verdadero gabonés”. De aquí a la xenofobia no hay más que un paso.
El último en ser acusado de no tener limpieza de sangre es el propio presidente. Desde hace muchos años, es frecuente escuchar en la calle que Ali Bongo sería, en realidad, un nigeriano de Biafra que fue adoptado por Omar Bongo a finales de los años 60. Hace pocas semanas, el periodista francés Pierre Pean publicó un libro titulado “Nouvelles affaires africaines” en el que asegura que Ali Bongo falsificó su certificado de nacimiento para poder presentarse a las elecciones que le dieron el triunfo en 2009, además de acusarle de estar implicado en el asesinato de varios opositores al régimen hace pocos años. Al gobierno no le ha hecho ninguna gracia la aparición de este libro y se ha querellado contra Pierre Pean en un tribunal de Francia. Y la oposición al régimen, por su parte, organizó la marcha de ayer para dar publicidad a otra querella que ellos han decidido presentar contra el propio presidente.
El ambiente político en Gabón ha sido bastante tranquilo durante los últimos años, en parte porque el partido en el poder no tenía prácticamente oponentes. Pero en febrero de este año el antiguo jefe de la Unión Africana, Jean Ping (de padre chino y madre gabonesa) dio la sorpresa al pasarse a la oposición. Aunque ésta sigue muy dividida, la presencia de Ping está aglutinando a los que quieren la caída de Bongo y fortaleciendo la oposición. Lo que llama la atención es que con los problemas serios que tiene el país, no se les ocurra otra cosa que centrarse en el origen del presidente, como si fuera la cuestión más importante para el país. Mientras tanto, el ambiente sigue caldeándose y de aquí a las próximas elecciones presidenciales previstas para 2016 es posible que el enfrentamiento entre los campos políticos pueda llegar a la violencia.
Original en : En Clave de África