Balance del viaje del Papa Francisco a tres países de África Subsahariana
El Papa Francisco ha finalizado hace escasos días su viaje por tres países de África Subsahariana: Kenia, Uganda y República Centroafricana. Francisco se ha convertido así en el cuarto pontífice que visita el continente, tras Pablo VI en 1969 con su visita a Uganda, Juan Pablo II tras pisar más de 40 países y Benedicto XVI. África Subsahariana es un escenario clave en el presente y futuro del catolicismo: el número de católicos en el continente ha crecido en un 238% desde 1980, mientras que en Europa dicho crecimiento es tan sólo del 6% en las últimas décadas.
El paso de Jorge María Bergoglio por estos tres países deja las mismas sensaciones que acompañan todo su pontificado: gestos e incluso decisiones que generan un gran impacto en la opinión pública (su visita a un país en guerra y en una situación de grave inestabilidad como es la República Centroafricana centró una parte notable del debate sobre su itinerario) y discursos orientados a señalar la violencia estructural que subyace en muchos de los problemas que aquejan al continente africano y al conjunto del planeta (“La experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimentan del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración”, afirmó Francisco en uno de sus múltiples mensajes durante el periplo africano).
¿Qué balance deja el viaje de Francisco por tierras africanas? ¿Qué impacto puede tener esta visita en muchos de los problemas que afectan no sólo a los países visitados sino al conjunto del continente? ¿Qué mensajes y qué silencios han sido especialmente significativos?
1.- La reconciliación mediante el diálogo interreligioso y el fundamentalismo como problema para todas las religiones.
La visita a la República Centroafricana ha sido seguramente la que mayor debate ha suscitado, esencialmente por los problemas de seguridad que podían derivarse en un país en el que los enfrentamientos entre la oficialmente disuelta coalición Séléka (formada por diversos grupos del norte, de confesión musulmana) y las milicias de confesión cristiana llamadas “anti balaka” han generado miles de muertos y desplazados en los últimos dos años.
Los mensajes y visitas a algunos lugares simbólicos realizados por Francisco (especialmente significativa fue la visita a la mezquita del barrio PK5) han sido muy relevantes para el futuro del complejo proceso de reconciliación y convivencia que afronta el país: “Podéis vivir en paz cualquiera que sea la etnia, la cultura, la religión o el estado social, porque todos somos hermanos”, aseveró en su visita a un campo de refugiados de Bangui, la capital centroafricana. En un contexto de creciente islamofobia, Francisco también fue taxativo respecto al Islam y al catolicismo: el problema no son las religiones sino los fundamentalismos que existen en cada una de ellas, “el fundamentalismo”, afirmó, “es una enfermedad que se da en todas las religiones“.
2.- La “cultura del descarte” y las crecientes desigualdades en África Subsahariana
De su visita a Kenia los medios se han hecho especial eco de su paso por Kangemi, uno de los “slums” (barrios de chabolas) más grandes del país. Kangemi o la también conocida Kibera, son el símbolo de esa “cultura del descarte” a la que Francisco ha hecho tantas veces referencias. Barrios en los que se aglutinan centenares de miles de personas en condiciones de salubridad lamentables y que contrastan, cada vez más, con barrios opulentos, que a escasos metros de distancia, se fortifican para evitar problemas de seguridad.
Un discurso que contrasta con la imagen del “Africa rising” (África emergente), que en los últimos años ha insistido en entender el presente y futuro africano como esperanzador gracias a los importantes niveles de crecimiento económico que están registrando algunos países. Esta imagen, sin embargo, obvia los grandes retos sociales que afrontan millones de personas en todo el continente: la masificación y concentración de la población en los núcleos urbanos, la falta generalizada de servicios básicos o la grave polarización socioeconómica entre ricos y pobres. La marginación que padecen lugares como Kangemi o Kibera son “heridas provocadas por minorías que concentran el poder y derrochan con egoísmo mientras crecientes mayorías deben refugiarse en periferias abandonadas, contaminadas y descartadas”, apuntó en uno de sus discursos. Francisco volvió a contraponer así la que denomina como “cultura consumista y del descarte” frente a la necesaria “cultura del cuidado mutuo” que vele por el medio ambiente, la distribución equitativa de los recursos económicos y el acceso global a la sanidad.
3.- La guerra como industria
En un continente en el que algunas guerras son las causantes de decenas de miles de víctimas mortales, de violaciones de derechos humanos y de desplazados y refugiados, Francisco señaló nuevamente los factores que subyacen en muchos de estos conflictos.
En la República Democrática del Congo, en la República Centroafricana, en Somalia o en Nigeria, la guerra no es sólo la consecuencia de dinámicas internas, sino también de elementos de tipo internacional y transnacional. La guerra, señaló, es una industria que lucra y beneficia a algunos, como los productores de armas o aquellos que las trafican, evidenciando la enorme hipocresía de muchos países, principalmente occidentales, que lamentan las consecuencias de las guerras africanas, a la vez que participan de este negocio global, convirtiéndose en corresponsables.
4.- El uso de preservativos en la lucha contra el VIH/Sida, el poder de la ‘Big Pharma’ y el nulo apoyo al colectivo LGTB: tres inquietantes silencios.
Aunque la Iglesia africana se caracteriza por su conservadurismo y, ciertamente, era poco esperable un discurso aperturista y explícito sobre todos estos temas, Francisco optó por pasar de puntillas. Sobre el uso del preservativo como aspecto clave en la lucha contra el VIH/Sida, Francisco sólo respondió cuando le preguntaron directamente algunos periodistas en determinados momentos. Su respuesta fue más que ambigua, ya que consideró que existen otros problemas más importantes como la malnutrición, el deterioro medioambiental o el acceso al agua potable. El problema es que el VIH/Sida ha devastado el continente en las últimas décadas, siendo una de sus peores lacras. La esperanza de vida en países de África austral es hoy menor a la de hace 40 años, existiendo en países como Zimbabue, Botsuana, Sudáfrica, Lesoto o Suazilandia generaciones de huérfanos que han perdido a sus padres como consecuencia de la pandemia.
Del mismo modo, hubiera sido necesaria una palabra contundente contra la industria farmacéutica en un continente en el que la ‘Big Pharma’ ha sido especialmente devastadora. Y es que en un momento en el que el VIH/Sida ya no es una enfermedad letal para aquellas personas que tienen acceso a medicamentos antirretrovirales y en el que, por lo tanto, existen soluciones concretas, la política impulsada por la industria farmacéutica en casos como el VIH debería ser directamente considerada como un “crimen económico contra la humanidad”.
En cuanto a la grave realidad que padece el colectivo LGTB en toda África Subsahariana, Francisco tampoco hizo referencias explícitas, a pesar de que numerosas voces en Uganda o en Kenia habían demandado un posicionamiento que ayude a avanzar en países donde la homosexualidad esta preocupantemente criminalizada. En Uganda, está castigada con penas de prisión de hasta 14 años (y en algunos casos podría ser motivo de cadena perpetua), en Kenia las penas alcanza los siete años, mientras que en República Centroafricana la prisión va desde los seis meses hasta los dos años (véase “Laws on Homosexuality in African Nations”). Asimismo, las declaraciones de mandatarios africanos respecto a este asunto, como la del propio Presidente ugandés, Yoweri Museveni, han contribuido claramente a la preocupante estigmatización y marginación de todo este colectivo.
Estos silencios no desmerecen los valientes discursos que Francisco ha utilizado en su viaje africano para señalar las causas de fondo y las consecuencias de algunos de los principales problemas que padece el continente. Sin embargo, en el objetivo de dar un paso más respecto a la realidad africana y dada la gran influencia que sus mensajes tienen en el devenir de la realidad política y social, los vientos de cambio vaticanos no deben dejar de lado lo que hoy es motivo de sufrimiento para millones de personas.
Original en Africaye.org