Cuando la “extranjera” es huérfana…
Cuando la “extranjera” enviuda…
Hace unos días me saludó un joven y, sonriente, me dijo que su esposa había dado a luz al amanecer. Quise saber si el neonato era niño o niña y le pregunté en su lengua, en moore, (lengua de los mosis):
– “Yaa tõndo, bi yaa sãana?”. Expresión de los ancianos que se traduce: “¿como nosotros” (tondo), o“extranjera” (sâana)?
Me respondió:
-“Yaa sâana”:“es extranjera”, es decir, “es niña”. – La respuesta “yaa tondo” (como nosotros) significaría “es niño”, ya que se trataba de una conversación entre hombres.
Cuando me iniciaba a la lengua moore, esta expresión me hizo sonreír. Que a una niña se le llamase “extranjera”porque, más tarde, se casaría y, por lo tanto, dejaría a su familia para unirse a la familia de su marido, era algo cómico.
Hoy, no sonrío. Detrás de esta cuestión de vocabulario o juego de palabras, se esconde una realidad inaceptable. Hoy, más que antes, y en la ciudad, más que en el pueblo, esta realidad, es, a veces, demoledora, sobre todo para las huérfanas y las viudas. Hay muchas chicas jóvenes, o mujeres, que no han ido a la escuela. Se trata a menudo de jóvenes o de mujeres que, a una edad temprana, perdieron a su padre. Otras, abandonaron la escuela o el colegio antes de tiempo. A la pregunta de por qué no continúan su escolaridad, casi siempre responden: “por falta de medios”, a causa de la muerte del padre.
¿Qué pasa con la chica cuando se casa? ¿Puede esperar no ser una “extranjera”? Por parte de la familia del marido, no hay esperanza. El día de su boda, la joven no comienza una nueva familia con su marido; deja a su familia para unirse a la familia del marido y hacer crecer la familia de éste. Se convierte en «extranjera» en la familia del marido.
Mientras el marido viva, generalmente no hay dificultad, sobre todo si la pareja se lleva bien. Pero a la muerte del marido, la situación de la mujer y de los niños se orienta hacia la pobreza o la miseria. Teniendo en cuenta que la esperanza de vida de un hombre es de unos 50 años, no es raro que, en Kudugu, a la muerte del marido, la mujer se encuentre «sola» con sus hijos en la escuela secundaria o en la universidad.
Pongamos por caso una viuda que se queda «sola» con cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, todos ellos escolarizados en secundaria o en la universidad. Esta mujer podrá luchar duramente y alimentar a sus cuatro hijos, pero, a menudo, será incapaz de hacer frente a su escolaridad. A veces, la familia del marido paga los estudios de los niños, pero para las niñas`, es muy raro. La familia del marido considera que las niñas son “extranjeras”, además ya en edad de casarse (en tercero o más, ya tienen unos 17 años). La escolarización de las niñas se detiene, pues, con la muerte del padre. Las más valientes se inscribirán en «cursos de noche», la opción más económica, pero con pocas posibilidades de éxito.
A veces, la situación es más dramática aún. La casa donde vivía el marido con su esposa e hijos (porque le pertenecía por herencia familiar o porque fue capaz de adquirir una parcela y construir su casa), los hermanos del difunto pueden hacer valer sus derechos sobre ella, y expulsar a la mujer y a los niños para instalar a sus propias familias. De este modo, la familia expulsada tendrá que buscar una casa en alquiler, añadiendo una carga más sobre una familia ya empobrecida.
¡No, no es bueno ser extranjera desde el nacimiento!
Comienzo esta carta con un ejemplo vivido entre los mosis. Pero no son las mujeres mosis las únicas víctimas de este tipo de situación.
[Con la Colaboración y Traducción de Gontxalo Bonilla]
[Fundación Sur]