Etiopía: Presunto culpable hasta que se demuestre su inocencia

9/07/2009 | Opinión

Un conejo corre por los valles, sube montañas y cruza llanuras. El tiempo se acaba pero de nuevo el conejo se levanta y sigue corriendo. No para de correr aunque esté cansado y le falte la respiración. Finalmente, llega al pueblo de Moyale, en la frontera de Etiopía y Kenia, tras un día muy duro.

Sorprendidos por su carrera y agotamiento, las personas le preguntan: ¿Por qué corres así?

“Estoy huyendo”.

“¿A dónde?”.

“A Kenia”.

“¿Por qué?”.

“Están capturando elefantes por toda Etiopía. Estoy intentando que no me cojan”.

“Pero si eres un conejo, no un elefante. ¿Por qué huyes?”.

“No me voy a arriesgar a que me pongan en cautividad hasta que se determine que no soy un elefante”.

Muchos etíopes comparten esta preocupación del conejo. Algunos pueden argumentar que la diferencia entre un conejo y un elefante es tan patente y obvia, como para que no justifique una investigación, que el símil es una exageración y una distorsión de la verdad. Pero no se niega el hecho de que hay funcionarios a diferentes niveles del gobierno que tienen intención de “investigar” que el blanco y el negro no son lo mismo y someten a personas a prisión, juicios, intimidación, abusos y malos tratos hasta que finalicen la investigación. De hecho, hay muchas personas que sufren eso.

Etiopía afronta graves problemas en el tema de asegurar la prevalencia de la justicia y el buen gobierno. Aunque el gobierno recibe grandes elogios por sus esfuerzos encomiables para el desarrollo, incluidos los que se refieren a la construcción de carreteras, universidades y centros sanitarios, su gobernabilidad deja mucho que desear y ha llegado a su punto más bajo.

El sistema judicial se está volviendo muy débil. Estamos llegando a un punto en el que es imposible decir con confianza que la policía, el fiscal y los tribunales pueden proteger nuestros derechos.

Creemos que existen tramposos que deben ser llevados ante la justicia. Y es innegable que se ha llevado a algunos criminales ante la justicia y han recibido el castigo que se merecen. Sin embargo, lo que estamos diciendo es que, por el contrario, también abundan los ciudadanos inocentes y respetuosos con la ley a los que se les ha privado de justicia.

Un etíope acude a la policía a denunciar la violación de sus derechos humanos, pero al no recibir ayuda va al ministerio de Justicia. Sin embargo, las puertas del ministerio están cerradas. Entonces acude al Defensor del Pueblo, pero a nadie le interesa escucharle. Al final, se presenta en la Comisión de los Derechos Humanos, pero desafortunadamente, la Comisión también permanece indiferente a ello. El ciudadano acaba frustrado y siendo una víctima de la injusticia, y sin poder recurrir a la justicia. Para poner peor las cosas, se acusa a esta persona inocente de haber cometido un crimen y por lo tanto, sufre aún más la injusticia y la indignidad. Este es un ejemplo de un caso en el que los criminales son considerados como inocentes y se trata a la persona inocente como un criminal.

En otro ejemplo, un inversor, confiando en que la ley y la justicia están de su lado, arrienda un terreno, firma préstamos y está a punto de comenzar a explotarlo, cuando recibe una carta y una llamada de un funcionario del gobierno que le arruina sus planes. Como resultado, pierde su riqueza, ganada con el sudor de su frente, y sus propiedades y se convierte en otra víctima de la injusticia. En la medida en que hay individuos que amasan una gran riqueza de forma fraudulenta, también hay personas que pierden su riqueza debido a prácticas fraudulentas.

El sistema judicial ha sido debilitado en su base. La inocencia y la integridad ya no tienen cabida en él. Se trata de cuánto dinero tiene uno y quién sabe más de eso. La justicia no sólo es venderse al mejor postor, sino ser ridiculizado por los individuos, grupos, inversores y funcionarios que recurren a la intimidación y acoso para conseguir sus fines.

Hay ciudadanos que, a pesar de amar a su país, abandonan su tierra con la creencia de que no hay justicia y que estarán mejor en el extranjero “hasta que se determine” que son inocentes. La misma preocupación también está causando que los etíopes en la diáspora y los inversores extranjeros cambien su decisión de venir aquí a invertir.

El espectro de la pérdida de confianza se avecina sobre el sistema judicial. Estamos viviendo arrestos masivos y la caza de fugitivos. Los individuos condenados y puestos en libertad son arrestados de nuevo rápidamente a las puertas de los tribunales. Esto no sólo sorprende, sino que hace que los inocentes se pongan nerviosos y tengan miedo de poder sufrir la misma experiencia, “hasta que se determine” que no han hecho nada malo.

Aparte de la injusticia, corren muchos rumores de que se van a cancelar las cuentas bancarias, que el gobierno va a confiscar el dinero del que no se pueda dar una justificación, que uno u otro negocio se va a cerrar pronto…etc. Como consecuencia, las personas están empezando a sacar el dinero y a esconderlo, ya que no pueden saber qué rumor es verdad y cuál no, y mientras tanto están muy confusos, están desatendiendo el trabajo y el comercio está muy afectado. Aunque no estamos preocupados por el hecho de que esta situación pueda provocar ansiedad en los criminales, los inocentes tienen que estar traumatizados innecesariamente.

La solución está en manos del Gobierno y del Frente Democrático Revolucionario de Etiopía (EPRDF). El estado del sistema judicial y del buen gobierno de Etiopía debe ser evaluado profundamente, para que de esta manera se encuentre una panacea. Los subordinados deberían dejar de echar la culpa a los superiores por sus fallos y los superiores hacer lo mismo con los subordinados. Todo el mundo, sin excepción, echa la culpa a los demás.

La confianza pública en la capacidad y en la buena disposición del Gobierno, los tribunales y los órganos que imponen el cumplimiento de la ley para proteger sus derechos está disminuyendo. De hecho, está desapareciendo muy rápido.

La línea que mantiene el Partido EPFDF sobre el tema es: “¿Por qué deberían tener miedo los inocentes mientras que realmente sean inocentes?”. El problema es que la manera en la que se determina si son inocentes o no es al azar e imprevisible. La raíz de este importante problema es nuestra imperante actitud de que todo el mundo es un presunto culpable hasta que se demuestre su inocencia. Esto es por lo que existe el miedo a que la inocencia no sea una garantía contra el abuso y el maltrato sigue reinando de forma suprema.

Editorial publicada en The Ethiopian Reporter, el 4 de julio de 2009.

Traducido por Patricia Herrero Pinilla, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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