El pueblo tunecino abrió las “revoluciones árabes” despachando a su dictador Ben Ali del poder, hace tres años. Hoy, este mismo pueblo tunecino está en camino de salvar este gran movimiento, después del naufragio egipcio, del caos de Siria y del desorden libio, adoptando la primera Constitución democrática, libre de la “charia”.
No podemos ocultar nuestro gozo al ver emerger una nueva Constitución que consagra los principios democráticos y valores humanos, por los que tantos tunecinos se sacrificaron, confirmando así su historia innovadora, pues fueron los que dieron luz a la primera Constitución del mundo árabe en 1861.
Este carácter reformador era necesario para sanear las bases jurídicas que han viciado la dictadura que ha reinado en Tunez desde la independencia en 1956.
Un texto constitucional, por muy ético e inclusivo que sea, no es suficiente por sí mismo, para garantizar la primavera de las libertades, de la democracia y de los derechos humanos.
Existe una lucha por el poder en Túnez, liderada por el partido islamista Ennahda, que después de su victoria electoral del 23 de octubre 2011, no ha cumplido los objetivos democráticos prometidos, provocando así una crisis política, económica , social y poniendo en peligro la identidad y estabilidad nacional.
Fuente: Boletín ACRE nº. 60.
Traducido por Fundación Sur