Compartimos un rato con Esther Pineda, feminista antirracista afrovenezolana. Socióloga por la Universidad Central de Venezuela (UCV) e investigadora y ensayista en las áreas de estudios de la mujer, género y afrodescendencia.
– Desde la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (CERD) y la Declaración y el Programa de Acción de Durban ¿Qué avances puede identificar en América Latina para las mujeres afrodescendientes?
Esta es una sociedad liderada por la ideología del desprecio, en donde la exclusión, el rechazo y la discriminación por razones de género y raza han sido naturalizados y legitimados en el entramado socio-cultural, por eso identificar adelantos en una estructura históricamente inequitativa implica dificultad.
Tradicionalmente cuando nos referimos a la situación de la mujer afrodescendiente en América Latina, es frecuente evocar la “Convención Internacional sobre la eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (CERD)” y la Declaración y Programa de acción de Durban surgido a partir de la “Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las formas conexas de Intolerancia” como los dos grandes momentos, que marcaron un antes y un después para las mujeres afrodescendientes.
A partir de CERD y Durban, en lo que implica la realidad de las mujeres afrodescendientes de América Latina y El Caribe, es posible identificar como impacto significativo:
– La salida del letargo institucional o la superación de la indiferencia internacional frente a la inequidad racista enquistada en nuestras sociedades.
– El reconocimiento tácito de la insostenible e inocultable existencia de desigualdades y discriminación por motivos raciales y sus manifestaciones a nivel mundial, (de gran relevancia en América Latina al haber sido introducida la negación e invisibilización del racismo mediante la exacerbación del mestizaje y en consecuencia la prolongación de la discriminación a través de un racismo cordial).
– También implica un avance el fomento a los estados para el establecimiento de compromisos con la eliminación de todas las formas de discriminación, la definición conceptual explícita del racismo y la discriminación racial, lo cual permitiría al crear un lenguaje común impulsar acciones convergentes.
– Y el abierto reconocimiento de la experiencia disímil de las mujeres afrodescendientes, pues si bien todas las mujeres comparten la opresión de género, ésta será experimentada de diversas formas y se verá agravada por los denominados dispositivos de desigualdad, en este caso especifico determinada por la pertenencia étnico-racial.
Sin embargo, a estos cambios en las concepciones tradicionales sobre el tema solo es posible atribuirles el carácter de avances nominales, iniciativas insuficientes, que no se concretas en mejores prácticas verificables en la experiencia social y cotidiana de las mujeres afrodescendientes.
Los avances evidenciados en América Latina en lo que respecta la mujer afrodescendiente no son atribuibles a nivel institucional, pues para los estados de la región la mujer afrodescendiente continua sin ser una prioridad; hecho evidenciado en la ausencia o deficiencia de políticas, programas y proyectos orientados a la dignificación y vindicación de la mujer afro latina.
Tampoco es posible adjudicarlos a un movimiento feminista tradicional, que constituyó para las mujeres afrodescendientes como un movimiento divorciado de sus demandas, intereses y experiencias al haber definido como su mayor preocupación la dignificación y autonomización de la mujer burguesa, eurodescendiente y heterosexual.
Situación similar seria la manifiesta en el núcleo de los movimientos y colectivos en afro-resistencia los cuales han obviado en su lucha los intereses y necesidades de las mujeres afrodescendientes, relegándolos, invisibilizándolos y con frecuencia postergándolos.
Es por ello que solo es posible reconocer avances ideológicos en la situación de la mujer afrodescendiente en las últimas décadas en América Latina, los cuales además deben ser reconocidos en sí misma, pues el desarrollo de la posición socio-cultural de la mujer afro latina es posible encontrarla principalmente en la toma de conciencia de su situación específica de género, de raza y de clase.
Nuestro momento histórico actual se caracteriza por la comprensión, por parte de la mujer afrodescendiente, del conjunto de elementos que contribuyeron a la conformación de una experiencia femenina y racial diferente a la vivenciada por las mujeres eurodescendientes y los hombres afrodescendientes, lo cual le ha permitido la efectiva y eficiente identificación de los prejuicios y estereotipos heredados del pasado y que se constituyen aún como la base para su exclusión del sistema de producción económico, intelectual, artístico y cultural de la sociedad moderna. Estos hechos en su conjunto han impulsado la organización y progresivo fortalecimiento independiente de movimientos de mujeres afrodescendientes en pro de la superación de la desigualdad y vulnerabilidad de derechos humanos a la que históricamente han estado expuestas, realidad que intentan modificar mediante la consolidación y concreción de objetivos, proyectos, exigencias y demandas de participación política y social a través de las cuales será posible la materialización de esos avances prácticos perseguidos y que continúan siendo materia pendiente en la agenda Latinoamericana.
– Beijing y Durban son momentos claves para el movimiento de mujeres afrodescendientes. Pero ¿qué retos quedan pendientes para las mujeres afrodescendientes?
Si bien es indudable la importancia de las experiencias de Beijing y Durban para el movimiento de mujeres afrodescendientes, fundamentalmente al haber visibilizado la violencia de la cual han sido víctimas y continúan estando expuestas las mujeres a través de las diversas formas de discriminación, desigualdad y exclusión; así como la consideración de integrar una perspectiva de género en las políticas estratégicas y programas de acción contra el racismo, producto del reconocimiento de la histórica reducción, invisibilización y menoscabo de las libertades, oportunidades y potencialidades de la mujer afrodescendiente, los objetivos propuestos aún no han sido alcanzados, los retos para con las mujeres afrodescendientes permanecen tan irresueltos como hace tres décadas.
Las mujeres afrolatinas han sido y continúan siendo en nuestras sociedades modernas, violentadas por la historia, por una economía capitalista, por un estado esclavista, posteriormente racista, pero en cualquiera que sea su caso, opresor. Si bien en América Latina no existen ordenanzas jurídicas segregacionistas y discriminantes de las mujeres afrodescendientes, estas continúan siendo en la cotidianidad mujeres invisibles, para quienes el pleno goce y ejercicio de los derechos políticos y civiles permanecen limitados, al carecer de reconocimiento, representación política y ciudadana.
En el aspecto socio-económico las mujeres afrodescendientes forman parte del escalafón más bajo de la pirámide social, la pobreza continúa profundizándose y definiéndose cada vez más como una pobreza femirracializada; evidenciándose en el hecho de que el acceso a la educación, empleo formal, vivienda y salud se mantiene en índices inferiores para las mujeres afrodescendientes en relación a otros grupos de mujeres.
En los medios de comunicación, difusión e información prevalece la promoción de la unirracialidad a través de imágenes estereotípicas e invisibilizadoras de la diversidad; la mujer afrodescendiente se encuentra al igual que en el pasado desposeída de patrones de afirmación identitaria, así mismo, sus posibilidades de acenso social, familiar, económico y personal estarán condicionados por su efectiva adecuación a los rasgos físicos, gestuales, actitudinales y comportamentales de la mujer eurodescendiente, lo cual no solo contribuye a la consolidación del racismo sino también del autodesprecio instigado. Es por ello que se hace necesaria la eficiente superación y trascendencia del discurso de la equidad hacia su consolidación y materialización en acciones prácticas y concretas capaces de modificar la estructura desigual de nuestras sociedades.
Continúa siendo tarea pendiente para los organismos internacionales, los estados latinoamericanos, las organizaciones no gubernamentales y comunidades organizadas, la desnaturalización del rechazo y la discriminación instaurada en la conciencia colectiva; es esencial el fomento de la integración y participación activa de las mujeres afrodescendientes en la toma de decisiones mediante la persecución de una representación partidista y parlamentaria equitativa.
En una América Latina estratificada por género y pertenencia étnico-racial, debe constituirse como una prioridad la superación de políticas asistencialistas invalidantes y su sustitución por estrategias de empoderamiento, mediante el fortalecimiento e inclusión de políticas afirmativas y de discriminación positiva capaces de corregir los embates de la inequidad sexista-racista.
Otro de los retos pendientes para las mujeres afrodescendientes ha de ser la desarticulación de las elites afrodescendientes que se han arraigado en los movimientos, es necesaria su democratización y diversificación, el reconocimiento de la diversidad de mujeres, la visibilización de sus múltiples y diversas experiencias, la inclusión de las mujeres afrodescendientes obreras, sexo diversas, discapacitadas, que históricamente han sido vulneradas y excluidas del movimiento de mujeres afrodescendientes.
Se hace necesaria la deconstrucción positiva de estos movimientos tradicionales en pro de una consolidación democratizadora, incluyente y visibilizadora de la diversidad, nos encontramos entonces frente a la necesidad de fortalecimiento de un feminismo afrodescendiente, capaz romper con la estructura tradicional, eurocéntrica y heteronormada del feminismo, pero también requerimos la organización de un movimiento afrodescendiente feminista, capaz de trascender el patriarcado afrodescendiente homofóbico; movimientos en los cuales sea posible la desnaturalización de la desigualdad, invalidación e invisibilización de las mujeres fundamentado en criterios racialistas y sexistas.
En este escenario de lucha de las mujeres afrodescendientes es pertinente, imprescindible e impostergable la resignificación, visibilización y dignificación de su experiencia, el reto hoy día en América Latina es la promoción y lucha por la equidad desde espacios de diferencia.
– En un mundo ideal ¿Cómo sería tu cotidianidad como mujer afrodescendientes?
En un mundo ideal no sería necesaria mi proclama de equidad, no necesitaría hablar por ésta mayoría silenciosa, que históricamente ha reclamado y reclaman a gritos desde sus gargantas sin voz la superación de la opresión y la discriminación, pues todas y cada una de las mujeres afrodescendientes tendrían la oportunidad de hablar por si mismas y de ser escuchadas.
Nuestra vida se encontraría exenta de todo ejercicio normativo, caracterizada y liderada por la libertad, por el libre ejercicio de nuestras capacidades creativas y creadoras, artísticas, intelectuales, científicas, tecnológicas; en donde seríamos poseedoras absolutas de la posibilidad de elección de culto, religión o no teismo, una cotidianidad en la que seriamos tomadas en consideración en los diferentes ámbitos de decisión, en donde no tendríamos que exigir y demandar igualdad porque ya la poseemos, en donde no tendríamos que reclamar participación porque ya participamos, en un clima armónico, de respeto, e intercambio productivo.
Una sociedad en donde nosotras como mujeres afrodescendientes tendríamos acceso a los recursos y a los medios productivos sin limitaciones, en la cual no sería necesario depender de las políticas asistencialistas e invalidantes del estado porque la pobreza no constituye nuestra cotidianidad; donde la dignidad prevalezca en nuestras vidas y la de nuestros hijos si decidimos tenerlos pues en este mundo ideal las mujeres afrodescendientes poseemos el control sobre nuestro cuerpo y nuestra salud sexo-reproductiva.
Un mundo además donde seamos libres de elegir y ser elegidas por una pareja de diferente pertenencia étnica-racial como de igual, contraria o diversa orientación sexo-afectiva; en donde sea posible trabajar en lo que queremos, deseamos y destacamos, no en lo que podemos o nos es permitido.
Una vida en la que como mujeres afrodescendientes conocemos nuestro origen, en donde nuestra belleza sea dignificada y valorada, un mundo en donde nuestros labios gruesos y cabello rizado no sean motivo de vergüenza y rechazo sino de conexión con nuestra historia y nuestra cultura; en donde las posibilidades de acceso a la educación sea una opción y no un sacrificio.
Un mundo en el que las mujeres afrodescendientes somos mujeres empoderadas, en donde nuestra piel, historia y raíces no sean una prisión sino nuestra libertad, un mundo en donde podamos ser nosotras mismas…
– Qué pregunta te gustaría hacerle a la siguiente compañera que comparte este espacio:
Desde su perspectiva, ¿a través de que mecanismo es posible la efectiva superación de la inequidad sexista-racista que afecta a las mujeres afrodescendientes en nuestras sociedades latinoamericanas y por qué?
a) Acción política institucional
b) Educación emancipatoria a largo plazo
c) Organización comunitaria y popular
– Ochy Curiel dejó una pregunta para usted:
¿Cuál es la razón por la cual tantas mujeres afrodescendientes que son activistas son tan lesbofóbicas?
Uno de los elementos que podemos considerar como definitorio de la manifestación de lesbofobia dentro de los colectivos afrodescendientes activistas por los derechos de la mujer, puede adjudicarse principalmente a la persistencia de una moral sexual burguesa dentro de dichos movimientos, el prejuicio de la heteronormatividad continúa presente ligado a la imposibilidad de ruptura con los esquemas de una sexualidad caduca y anacrónica; en nuestras sociedades Latinoamericanas ser activista por los derechos de la mujer y la afrodescendencia nunca ha estado vinculado a la defensa de los derechos de las sexo-diversas (lesbianas, bisexuales, travestidas, transexuales, intersexuales), siendo este uno de los hechos que limita el alcance y trascendencia de movimientos emancipatorios de la mujer.
Además de ello, las mujeres afrodescendientes al haber experimentado la desigualdad, exclusión e invisibilización bajo la tiranía del cepo sexista-racista, como así mismo, reconociendo que el sufrimiento, la opresión y la desigualdad han de profundizarse y agravarse por la pertenencia a un determinado grupo racial, económico, político, o preferencia sexo-afectiva, la practica lesbofóbica en mujeres afro-activistas se presenta como un mecanismo de defensa; como evitación del estigma, en ellas históricamente concebidas como sujetas estigmatizadas y estigmatizables, el rechazo a la sexo-diversidad será un instrumento de evitación de la profundización de su opresión y exclusión, como así mismo de mantenimiento del status, reconocimiento y espacios conquistados frente al temor de perderlos por los prejuicios hacia la sexo-diversidad.
Finalmente, en una sociedad organizada en torno a criterios de alteridad categórica, donde se define un otro, por naturaleza diferente y opuesto, como enemigo a soslayar; donde los hombres afrodescendientes han podido ejercer la dominación a través del sexismo, y las mujeres eurodescendientes aunque victimas de la coacción patriarcal podrían afirmar su poder a través del racismo, a la mujer afrodescendiente se le negó la condición de opresora/explotadora, es por ésta razón que es posible considerar la lesbofobia en mujeres afrodescendientes como instrumento de poder; es decir, a través del heterosexismo y la lesbofobia le será posible ejercer la exclusión y opresión que le fue negada.
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