En Sudán, dar una oportunidad a la Guerra

17/05/2012 | Opinión

El señor Bashir se refirió recientemente a los líderes negros de Sudán del Sur como “insectos” e insistió en que Sudán debe “eliminar a estos insectos por completo”.

Menos de un año después de que Sudán del Sur declarase su independencia, parece dirigirse hacia la guerra una vez más, con su vecino del norte, Sudán. Al mismo tiempo los norteños marginados se rebelan contra el gobierno del presidente de Sudán, Omar Hassan al Bashir. La comunidad internacional ha pedido un alto el fuego y conversaciones de paz, pero la vuelta a la violencia no es necesariamente algo malo. Soldados matándose unos a otros en la guerra, sería menos devastador que miles de mujeres y niños muriendo de hambre mientras esperan una paz negociada que nunca llega.

No se puede confiar en el gobierno del señor Bashir. Ha traicionado sus acuerdos sistemáticamente durante años –firmando docenas de acuerdos y después violándolos. Paradójicamente, una guerra civil abierta en Sudán puede ser la mejor manera de expulsar permanentemente al señor Bashir y minimizar las víctimas mortales. Si se recrudece un conflicto de baja intensidad, se ocasionará un desastre humanitario.

Sudán del Sur se separó del resto del país el año pasado, en lo que en una vez se consideró una solución radical. Pero el conflicto ha continuado. Esto es porque las guerras de Sudán han sido vistas erróneamente como el resultado de tensiones entre musulmanes del norte y cristianos del sur. Según esta lógica, separarlos traería la paz.

Pero esta lógica era equivocada. Las guerras recurrentes de Sudán no provienen de conflictos religiosos, sino de la expoliación por parte del gobierno árabe de varios grupos no árabes de la periferia del país, incluidos los cristianos del sur y grupos predominantemente musulmanes como los de Darfur en el oeste, los Bejas en el este, los Nubios en el norte y los Nuba en Kordofan. Estas regiones periféricas han estado explotadas por Jartum desde el siglo XIX. Pero hasta hace poco, el Sur era la única región consciente de esta explotación, porque ni era árabe, ni era islámica.

El resto del país vivió durante más de 150 años bajo la ilusión de que compartía valores fundamentales con el centro árabe. Hasta que los soldados musulmanes negros fueron enviados al Sur para matar a sus compatriotas negros cristianos, en nombre de la pureza islámica, no empezaron a darse cuenta de que el Islam no les daba ninguna ventaja en términos de educación, sanidad y estatus económico sobre los “paganos” que se les ordenaba matar.

Se suponía que el acuerdo global de paz de 2005, patrocinado por EEUU iba a curar el conflicto endémico de Sudán, pero utilizó la medicina equivocada. El acuerdo fue firmado por sólo dos partes, los musulmanes del norte y los cristianos del sur. Eso dejó totalmente fuera a un tercio del pueblo sudanés –los musulmanes africanos- sin una base política sobre la que apoyarse. Y es esa tercera parte de sudaneses olvidados la que está luchando ahora contra el gobierno sudanés porque, después de años de ser los siervos de sus casas y sus soldados de a pié, se han dado cuenta de que nunca serán otra cosa que ciudadanos de segunda clase, a pesar de su fe islámica.

Aunque el mundo árabe ha sido sacudido por una serie de revueltas, Sudán se ha mantenido ajeno. Los islamistas continúan gobernando Sudán después de 23 años de fracaso. Prometieron terminar con la guerra civil, pero en lugar de eso militarizaron todo el país, mataron a más de dos millones de personas, arruinaron la economía no relacionada con el petróleo, destruyó las libertades civiles y amordazó la de prensa y la académica. Después de perder la guerra (y los recursos de petróleo del norte, se dieron cuenta de que no tenían plan B. Su único recurso era vilipendiar a los rebeldes africanos musulmanes como traidores, denunciar a los cristianos como instigadores de las revueltas musulmanas y prometer más represión.

Cada vez que los líderes extranjeros demandan un mayor respeto por los derechos humanos o conversaciones de paz, Sudán siempre se muestra de acuerdo, porque mostrarse de acuerdo deja contenta a la comunidad internacional. Pero lo olvidamos demasiado deprisa. Hace un año las fuerzas de seguridad de Sudán [del norte] invadieron la disputada ciudad de Abyei, en vísperas de la independencia del Sudán del Sur, después se mostraron de acuerdo para retirarse, pero nunca se fueron.

El estatus quo no está funcionando, independientemente de lo que puedan creer los funcionarios de Estados Unidos y las Naciones Unidas. El señor Bashir, recientemente se refirió a los líderes negros de Sudán del Sur como “insectos” e insistió en que había que “eliminar los insectos completamente”. Para aquellos que recuerdan Ruanda y los insultos racistas de las milicias janjaweed de Bashir, durante sus brutales ataques en Darfur, estas viles palabras deben ser una llamada de atención. En verdad, sin un punto en común moral, las “negociaciones” son meramente una forma educada de aceptar el mal, especialmente cuando los interlocutores de uno son patológicamente incapaces de respetar su propia palabra. Y en el caso de un asesino como Bashir, no hay una base moral en común.

Sudán ahora ha alcanzado su punto de no retorno. Muchos árabes por todo Sudán [del norte] están hartos de la histeria patriotera que se está desplegando por parte de su exhausto gobierno tirano, y están esperando callados a tener una oportunidad de unirse a las revueltas, que han iniciado los musulmanes no árabes.

Los rebeldes que combaten el gobierno de Al Bashir están librando una verdadera batalla por la libertad, y su alianza de facto con los cristianos del Sur podría llevar a su fin el conflicto interminable de Sudán. La Guerra es algo trágico, pero los valientes hombres sudaneses que han elegido la guerra como su último recurso, merecen que se les permita encontrar su propio camino hacia la primavera sudanesa, incluso si es una violenta.

Gerard Prunier*

Gérard Prunier, ex director del Centro Francés para Estudios Etíopes, en Addis Abeba, es autor de “Darfur, un genocidio del siglo XXI”

(Gurtong, Sudán del Sur, 16-05-12)

Fundación Sur.

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