En Namibia, los niños perdidos de la RDA

11/11/2016 | Crónicas y reportajes

¿Víctimas de la historia o «milagros»? Más de 400 niños de Namibia fueron separados de sus familias y enviados a Alemania del Este (RDA, en alemás DDR) a finales de los 80 para ser criados como una pequeña y perfecta élite del futuro comunista de su país… hasta la caída del Muro Berlín.

Una obra de teatro, «Oshi-Deutsch, DDR die Kinder von Namibia» (abreviatura de «Oschivambo», lengua vernácula de Namibia y Deutsch, alemán), (Oshi-alemán, los niños de la RDA de Nambibia), estrenada en Alemania y posteriormente en Namibia, cuenta su odisea.
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«Es fácil ver el lado oscuro de esta historia. Pero todo el mundo debería ser capaz de liberarse y ver que salió de bueno de nuestros años de lucha», declara, a la AFP, Ndinomholo «Dino» Ndilula co -autor de la pieza, durante la representación de la obra en Windhoek. ¿Lado oscuro? Los niños, muchos de ellos huérfanos, fueron desplazados de los campamentos de refugiados y llevados a la RDA para ser adoctrinados y preparados para la lucha, en virtud de un acuerdo entre la SWAPO, el movimiento de independencia de Namibia, respaldado por el bloque soviético, y el gobierno comunista de la RDA.

En ese momento, Namibia, una antigua colonia alemana, estaba ocupada por Sudáfrica. La guerra se desarrollaba entre las tropas del régimen del apartheid y los combatientes de la SWAPO. Miles de namibios huyeron de los combates y se asentaron, hacinados, en miserables campamentos en Angola y Zambia.

«Fuimos sometidos sometido a un entrenamiento militar intensivo: natación, lucha. Nos decían que íbamos a liberar a nuestro país, que seríamos la élite», recuerda Mónica Nambelela, sacada de Namibia a la edad de tres años, y cuya hija Shakira, de 13, tiene un papel en «Oshi-Deutsch».

Lucha, disciplina, puntualidad

Ahora funcionaria, esta mujer en la cuarentena no se ve en absoluto como una víctima: «Me considero muy privilegiada», declara. «Ese sistema de educación te enseñaba todo lo que necesitas saber en la vida: disciplina, rigor, puntualidad, capacidad de luchar por tu país, ser incorruptible». Lo mismo ocurre con Lucia Engombe, de 43 años, convertida en productora de programas en alemán en la televisión nacional de Namibia. «Yo, yo salvé la vida, en Namibia había guerra. Si nos decían,»tírate al suelo”, te tirabas, si nos decían “corre”, corrías para salvar la vida, vivíamos con un miedo constante”, cuenta Lucia. Con 6 años, a Lucía la montaron en un autobús camino del aeropuerto. Ella pensó que iba de excursión. «Mi madre lo había organizado todo, lo descubrí más tarde», explica «yo estaba desnutrida y habría muerto si me hubiera quedado más tiempo”.

A su llegada a la RDA, los niños namibios fueron agrupados en el castillo de Bellin al norte del país. Bajo la supervisión de profesores alemanes y namibios, aprendieron alemán, Mónica y Lucía lo hablan perfectamente y sin ningún tipo de acento, en paralelo con su educación «política».
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Tu padre es un traidor

Lucía contó su historia en una autobiografía titulada «Kind nr 95» (niño número 95), un testimonio único sobre la vida de los niños «namibios en la RDA». Después de un largo periodo sin noticias de sus padres, finalmente se entera de que su madre se ha refugiado en la URSS. Pero cuando le pide que escriba a su padre, se enfrenta a una negativa categórica. «Me dijeron que mi padre era un traidor», un enemigo de la SWAPO, recuerda. «Yo era pequeña, le pregunté qué significaba eso, un traidor. Me lo explicaron y lloré, porque otros niños tenían derecho a escribir a sus padres y cuando recibían cartas o paquetes, se llenaban de alegría». Antes su obstinación por comunicarse con su padre, los educadores terminaron diciéndole que había muerto: «fuera como si me hubieran cortado un pedazo de mí misma, pero en algún lugar de mi corazón, yo sabía que estaba vivo». Lucía, que nunca ha dejado de creer en Dios y de rezar, a pesar de las protestas y la intimidación de los educadores del régimen comunista, encontró a su padre a la edad de 18 años, después de su regreso a Namibia.

La historia de estos niños exiliados de Namibia a Alemania acabó con la caída del muro de Berlín y la desaparición de la RDA. En agosto de 1990, dos meses antes de la reunificación alemana, cuatro aviones repatriaron a 425 niños, a los que nadie había preparado para esta vuelta a un país africano donde finalmente el comunismo no triunfó.
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La adaptación fue difícil. «Yo era una adolescente», recuerda Mónica. «El apartheid había sido abolido. Fuimos los primeros niños negros en asistir a la escuela alemana. No fue fácil. Sufrimos mucha discriminación por parte de los profesores, que habían vivido en un sistema de segregacionismo toda su vida». «Estos 400 niños que salieron de Namibia y posteriormente volvieron, se tuvieron que integrar. Y lo que pasó es, obviamente, una página de la historia de Namibia», dijo Dino.

Veintiséis años después de su regreso, la mayoría de los «niños de la RDA», como se les llama en Namibia, han rehecho su vida. «Este es abogado, este ingeniero, estos dos se casaron en Europa, yo soy periodista…» sonríe Lucía, hojeando un viejo álbum de fotografías descoloridas, recuerdo de las “vacaciones” en la RDA.

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