En el silencio de la indiferencia global, la guerra en Sudán delata un año de crueldad

4/03/2024 | Crónicas y reportajes, Editorial

 

 

La tragedia de una guerra en Sudan, civil e internacional, es siempre devastadora, incomprensible y supone también la negación de toda humanidad.

Pero tan cruel e inhumano como la guerra, es el silencio, la pasividad y el fatalismo de la sociedad, sea nacional o internacional, para trabajar juntos y llevar a los responsables militares y políticos, junto con los líderes sociales, hasta la mesa de negociación.

Este único camino de resolución de conflictos, a través de la negociación, nos es fácil, pero con la colaboración de todos y de competentes mediadores es el único camino razonable, que ha funcionado en otros países como Kenia, Burkina Faso, etc.

Algunos datos:

Desde abril de 2023, cerca de 8 millones de personas han huido de sus hogares, de las cuales más de 1,6 millones han buscado refugio en Chad, Sudán del Sur, Egipto, Etiopía y la República Centroafricana, países que ya afrentan inmensas dificultades.

Cerca de 25 millones de personas necesitan asistencia humanitaria, entre ellas alrededor de 5 millones de personas al borde de la hambruna y casi 7 millones de niños gravemente desnutridos. Las fosas comunes ocultan evidencia de atrocidades masivas generalizadas, sistemáticas y selectivas, que podrían repetirse en cualquier momento a medida que el conflicto se expanda aún más.

Indiferencia internacional:

Sin embargo, a pesar de todo esto, Sudán sigue aparentemente invisible para la comunidad global, como lo es Etiopía, Sudan del Sur, etc.

El Consejo de Seguridad de la ONU, otras instituciones multilaterales clave como la Unión Africana, la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD) y los estados con influencia sobre las partes en conflicto no han logrado detener la violencia. Y si bien el Consejo de Seguridad de la ONU hace poco más que condenar los ataques contra civiles y pedir acceso para la asistencia humanitaria, los esfuerzos regionales para resolver la crisis también han sido lentos y esporádicos. A los dos, ONU y UA, les falta eficacia y credibilidad.

Como resultado, los compromisos de las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido de proteger a los civiles y de facilitar la entrega de asistencia humanitaria siguen sin cumplirse. Quienes tienen influencia sobre las partes en conflicto han hecho tímidos llamamientos a un alto el fuego sin seguimiento alguno.

Una crisis que empeora:

Con sus vidas en peligro, los civiles sudaneses han demostrado de nuevo una fuerza extraordinaria. Han forjado redes locales de ayuda mutua, canalizando esfuerzos incansables para recolectar alimentos, dinero en efectivo y medicinas para ayudar a quienes más lo necesitan. Han demostrado que ayudar a las regiones más afectadas de Sudán es difícil, pero no imposible.

Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, la situación humanitaria sigue empeorando, debido principalmente a la ambición de los dos ejércitos por el poder, a la tímida cooperación de la sociedad civil y a la indiferencia y pasividad de los países vecinos, y de la sociedad internacional.

La participación activa de toda la ciudadanía para llevar de nuevo a las partes implicadas en la guerra a la mesa de la negociación es indispensable. Sin embargo, no será suficiente para una resolución eficaz y duradera del conflicto sin la colaboración de mediadores, de los países vecinos y de la comunidad internacional.

Una solidaridad auténtica y un compromiso real de cada sociedad e instituición significaría la reconciliación nacional y el camino a seguir para garantizar un desarrollo integral y una convivencia pacífica.

CIDAF-UCM

Autor

  • Bustince Sola, Lázaro

    Nacido en Izco (Navarra), en 1942, estudió filosofía en Pamplona (1961-1964). Hizo el noviciado en Gap – Grenoble (1964-1965), con los Misioneros de África (Padres Blancos). Estudió Teología en el instituto M.I.L. de Londres, (1965-1969), siendo ordenado sacerdote en Logroño, en los Padres Blancos en 1969.

    Comenzó su actividad misionera en África en 1969, siendo enviado a la diócesis de Hoima en Uganda, donde estuvo trabajando en la educación, desarrollo y formación de líderes durante nueve años. Luego vivió un periodo de trece años en diversas ciudades europeas, trabajando en la educación y capacitación de los jóvenes (Barcelona 1979-1983)) , en Irlanda como responsable de la formación de los candidatos polacos (1983-1985), y en Polonia donde fue Rector del Primer Ciclo de Filosofía Polaco (1985-1991), y se doctoró en Teología espiritual en Lublin, donde fue nombrado profesor de la misma Universidad Católica de Lublin (KUL), de dicha ciudad, en 1991.

    Regresó a Uganda en 1992, y fue elegido Provincial de los padres Blancos de Uganda hasta 1999. Durante este periodo, fue también presidente de la Asociación de Religiosas-os en Uganda (ARU), y pionero en la construcción del Centro Nacional de Formación Continua (USFC). Además inició la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) en 1994, trabajando en la formación de líderes en JPIC.

    En 2000 y 2004 cursó estudios sobre educación en Justicia, Paz, y Transformación de Conflictos, en Dublín. Desde su regreso a Uganda, fue pionero en la capacitación de agentes sociales en JPIC, y en el establecimiento del primer Consorcio de Educación Ética (JPIIJPC), lanzado por seis Congregaciones Misioneras, en 2006. Desde el inicio, y hasta junio 2011, ostentó el cargo de primer Director del Instituto. Al mismo tiempo fue profesor invitado de Ética en la Universidad de los Mártires de Uganda (UMU).

    En septiembre de 2011 fue nombrado director general de África Fundación Sur (AFS), organismo que dejó de existir en 2021. En la actualidad sigue trabajando por África al 100 % siendo, entre otras ocupaciones, editorialista en el CIDAF-UCM.

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