Hace ya varios meses que el movimiento rebelde M23, apoyado por las fuerzas armadas ruandesas, se reactivó en el este de la República Democrática del Congo (RDC). Últimamente ha lanzado una ofensiva en los territorios congoleños de Masisi y Rutshuru; el martes 5 el M23 había ocupado ya la ciudad de Nyanzale, de unos 80.000 habitantes, situada a 70 km. de Goma; otras localidades muy próximas de la capital del Kivu Norte, como Sake, han sido atacadas con medios “modernos”, como misiles y drones; un salto cualitativo.
La preocupación de que la situación degenere en una guerra abierta entre la RDC y Ruanda, contagiando a la siempre delicada e inestable región de los Grandes Lagos, ha aumentado. El discurso del presidente congoleño, Félix Tshisekedi, recién elegido para un segundo mandato, ha ido endureciéndose progresivamente en tonos belicosos; ya nadie habla del “conflicto del este”, sino de “la agresión del régimen de Kigali” a un estado soberano, el Congo; agresión a la que habría que responder, sin excluir la utilización de la fuerza. Hay cierta unanimidad en que debe producirse por parte del Congo una respuesta contundente.
El problema, en este sentido, estaría en la evidente debilidad de las fuerzas armadas congoleñas, no muy disciplinadas, mal equipadas, mal pagadas (resulta sintomático y hasta inconcebible la confesión de debilidad que significa el hecho de que las autoridades congoleñas se hayan decidido a organizar milicias armadas “patrióticas” de autodefensa, los llamados wazalendo, para que colaboren con el ejército oficial en su tarea de atacar/eliminar al movimiento rebelde M23, armado y apoyado por el ejército ruandés). Vista desde fuera, la situación en cuanto a capacidades militares, dada la eficacia, disciplina, medios del ejército de Kagame, una guerra entre el Congo y Ruanda sería “ventajosa” para los ruandeses. Da la impresión que lo único que frena a Kigali en lanzarse a la guerra declarada es que incluso sus amigos/protectores como USA, Reino Unido, Francia, además de los Estados africanos en general, le están advirtiendo que sería una locura y que de momento al menos le aconsejan que retire sus tropas del terreno e intente sacar provecho de un posible diálogo-pacto. Parece evidente que los ataques y ocupaciones de amplios territorios del entorno de Goma por parte del M23/Ruanda se deben sobre todo a la voluntad de Kigali de ir a una posible negociación en posición de fuerza y a tratar sacar la mayor tajada de un pacto “pacificador”. En ese mismo sentido iría la adhesión del M23 a una plataforma político-militar (AFC = Alianza río Congo) creada últimamente, que agrupa a elementos muy dispares y pretendería convertirse en el polo de atracción de la oposición cara a una negociación futura.
Hay también una unanimidad en la presión exterior sobre el Congo para que se resuelva el conflicto por la vía del diálogo. Pero, los congoleños desconfían totalmente de esta salida y exigen que Ruanda sea sancionada. Por otra parte, la opinión pública congoleña, «enfervorizada» por discursos patrióticos (Congo como víctima inocente de agresiones, de ocupación, de saqueo y explotación ilegal de sus riquezas, etc.) consideraría una traición cualquier concesión que se derivaría de un diálogo o acuerdo. Tiene la amarga experiencia de pactos firmados años pasados que no han servido de nada.
El fervor patriótico ha llegado hasta plantear el levantamiento de la moratoria sobre la pena capital; la pena de muerte podría volver a aplicarse a los traidores de la patria; se ha iniciado una “caza al traidor”. El ministro del Interior y de Seguridad, Peter Kazadi Kakonde, no ha dudado en señalar, en una reunión con los mandos de la policía nacional, que si los “ruandeses nos están vapuleando, es porque algunos de nuestros generales son tibios y faltos de carácter”. El cardenal de Kinshasa ha advertido sobre el peligro de algunas medidas represivas que se barajan, que pueden convertirse en simples procedimientos de eliminación de la discrepancia.
Como un elemento más para tratar de entender la tensa complejidad de la situación, se transcribe la posición de uno de los partidos importantes de la oposición, dirigido por Martin Faluyu. Cabe recordar previamente que Martin Faluyu es el que sin duda ganó las elecciones de 2018; pero un pacto entre perdedores – Kabila y Tshisekedi – le arrebató la presidencia (tanto en el interior como en el ámbito internacional se optó con tragar este sapo en aras a la pacificación). En las elecciones de diciembre de 2023 los observadores, internos y externos, detectaron abundantes irregularidades, pero han optado, de nuevo, por callar y tragar. Los 200 delegados del partido de Faluyu reunidos en congreso decidieron a primeros de marzo llevar a cabo las acciones siguientes:
- Reforzar las capacidades de la Fuerzas armadas; renovación de mandos y mejora de las condiciones de la tropa y de sus familias.
- Ruptura de relaciones con Ruanda y cierre de fronteras
- Emisión de un mandato internacional de detención de los dirigentes del M23.
- Advertencia a Tshisekedi contra cualquier veleidad de firmar acuerdos que disimulen la invasión del Congo por tropas extranjeras
- Exigencia de sanciones económicas y financieras contra Ruanda y Uganda
- Embargo internacional de los minerales congoleños que Ruanda no posee en su subsuelo.
- Puesta en marcha de un Tribunal Internacional para que juzgue los crímenes cometidos por Ruanda en RDCongo.
CIDAF-UCM