Algunos medios occidentales han centrado su atención en lo que salió mal durante las elecciones del día 28 de noviembre en la República Democrática del Congo. Según ellos, las elecciones tuvieron lugar en medio del “caos”, la “violencia”, la “intimidación”, y –Dios no lo quiera- si gana Joseph Kabila, las elecciones deben haber sido fraudulentas. Estas historias no podrían ser más lejanas a la realidad.
Las elecciones del lunes en la RDC no fueron perfectas. Pero pocas elecciones lo son.
La RDC es el doble de grande que la Europa occidental, más grande que Francia y Reino Unido juntos, y aún así, las elecciones nunca son perfectas en estos dos países desarrollados. Siempre hay acusaciones de fraude, de represión…
Algunos han señalado el hecho de que el jefe de la Comisión Electoral, Daniel Ngoy Mulunda, es “amigo de Joseph Kabila”. Lo que no mencionan es que la misma comisión electoral tiene 7 miembros, 4 nombrados por los partidos de la mayoría presidencial y tres nombrados por los partidos de la oposición. Ngoy Mulunda, amigo o no de Kabila, no es él solo la comisión. Jaques Djoli, el vicepresidente de la misma, es de la oposición.
La RDC no es Costa de Marfil ni Kenia, los resultados electorales no serán aceptados por todo el mundo, pero muy pocos recurrirán a la violencia.
Lo cierto es que la mayoría de los 32 millones de personas registradas para votar, pudieron hacerlo. La inmensa mayoría de los más de 60.000 colegios electorales por todo el país recibieron los materiales de votación a tiempo. El proceso completo de votación y recuento está siendo supervisado por observadores nacionales e internacionales, que también tienen que firmar los resultados que serán publicados.
Si la oposición pierde estas elecciones, será principalmente por su propia incapacidad para unirse contra el bien financiado presidente actual.
Si Kabila gana, será principalmente porque se sirvió de un proceso democrático para eliminar la segunda ronda de votaciones, convirtiéndose a sí mismo en favorito para la victoria, aunque saque menos del 50 % de los votos. De alguna manera, amañó las elecciones con antelación.
Al final, las elecciones no se decidirán en los medios, ni nacionales ni internacionales, ni por los analistas, ni por los activistas.
El pueblo congoleño que mostró un gran entusiasmo durante la campaña y acudió a votar en masa a elegir a su líder, sabe si las elecciones han sido justas o no. Sus voces son las únicas que cuentan.
(Congo News Agency, 30-11-11)