Empresas comiendo de una misma fuente y pringándose los dedos con gusto, por José Julio Martín Sacristán

18/05/2012 | Bitácora africana

He recibido varios comentarios relacionados con una expresión a la que hacía referencia en mi post anterior, “que cada cual limpie su plato”, apoyando un significado ampliamente entendido en nuestro contexto occidental, donde cada persona se sirve su comida desde una fuente común: cada uno es responsable de sus actos. Se trata, pues, de una expresión que no escandaliza, salvo en contextos jerárquicos muy bien definidos porque se trata de un refrán que ecualiza la obligación sin distinguir estatus social, rango, posición, función… Vamos, que no implica diferencias: que todos arrimen el hombro y se mojen las manos.

Sin embargo, en el contexto de los Babemba de Zambia, esta expresión sí resulta muy escandalosa, y no precisamente por el alto nivel de jerarquización de su sociedad. Un elemento tradicional de dicha cultura consiste en comer todos de una misma fuente, en la que cada persona tiene su porción difusamente asignada. Así, sólo hay una fuente común que lavar, o mejor dicho dos, una de nshima (masa de maíz, mijo o mandioca hervido) y otra de guarnición. Los platos individuales eran vistos como excentricidades de los occidentales, que tampoco querían disfrutar de sus dedos para comer y utilizaban cubiertos. En el seno de la propia cultura, comer sin compañía era considerado una maldición: sólo tenía plato propio aquel que estaba totalmente separado de la comunidad. Y, sin la ayuda de la comunidad, son pocas las posibilidades de sobrevivir. Además, si fuera necesario, el poseedor del plato único es también más fácilmente envenenable (no todas las costumbres ancestrales son elogiables…). Por lo tanto, en este contexto, lo de “que cada cual limpie su plato” es la expresión dolorosa de una situación trágica.

La individualidad, autonomía y libertad tan exaltadas en España se convierte en realidad en indiferencia e irresponsabilidad social de nuestras acciones. Hace poco, una africana que se dedica al comercio exterior me expresó su frustración ante la morosidad tanto de la administración pública como de ciertas empresas españolas que, siendo solventes, parecen disfrutar jugando con la crisis y pagan poco, a plazos y tarde… si es que al final pagan. Esta irresponsabilidad social ha llevado a muchos a la quiebra y está minando la imagen de nuestro país en los mercados africanos. Es mayor el riesgo de impago por parte española que africana. Estamos inmersos en una situación en la que aplicamos con impunidad lo de “que cada cual se limpie su plato”. No hay mayor miseria que sufrir aislado.

Si comerciamos con África de la misma manera que lo hacemos en nuestro territorio, poco nos va a cundir. Replicamos los mismos errores, individualizando los beneficios y las responsabilidades. Con la fama que tenemos, si además queremos estar encima de los africanos porque no nos fiamos de ellos, empezamos con mal pie. La primera vez que fui a África, con el objetivo de vivir allí 3 años seguidos antes de volver España, literalmente me dijeron: “Come, antes de que África te coma.” Se suponía que era un chiste, pero ejemplifica muy bien la actitud de muchos ante la realidad tan poderosa del continente. Y sabiendo que los africanos no se fían de los occidentales, debido tanto a razones históricas como contemporáneas, tenemos una situación de mutua desconfianza generalizada. Así las cosas, el escenario de la jungla comercial se reduce a: ¡Come antes de que te coman!

Y la pregunta clave es ¿Hay otra manera de hacer negocios? Y la clara respuesta es SÍ. Para ello, tendríamos que aprender mucho de los africanos y aplicar la vivencia de familia extensa y cooperación a los negocios. Y se trata de un buen punto de partida tanto para aplicar en África como en España. Para aquellos que ya estén esbozando una sonrisa convencidos de que se trata de una propuesta romántica pero excéntrica y poco realista, porque no se puede aprender mucho de países que no tienen nuestro desarrollo económico, les recuerdo que ésta es la estrategia empresarial de economías como las de Estados Unidos y Japón. En dichos países se apoya el impulso de la “empresa como familia” y la cultura de cooperación entre los socios. Como explica el artículo “Haga talento, no la guerra. De serendipia a la estrategia”, de Jean-Michel Caye y Karin Hinshaw del BCG (Boston Consulting Group), nada reduce el desgaste tan efectivamente en una organización como el reconocimiento y respuesta por parte de la misma al impacto de los factores emocionales en el rendimiento de los empleados.

El BCG no recurre a la expresión “espíritu familiar”, pero sí considera indispensable para el crecimiento empresarial la capacidad de crear compromiso y afiliación (que en latín medieval significa “adopción de hijos”) entre todo el personal de una empresa. Para mejorar económicamente, deberíamos, pues deshacernos de nuestra tristemente arraigada cultura de la empresa y el comercio: empleados y directivos se relacionan como integrantes de tribus enemigas siempre en litigio mientras las empresas emprenden verdaderas cacerías con sus proveedores y clientes, sintiéndose orgullosas cuando consiguen algún gran trofeo.

Lo que aprendí en África es que merece la pena tanto cuidar a los empleados como fidelizar a proveedores y clientes. Curiosamente he descubierto que es la misma estrategia propuesta por el BCG: Una pena que España se empeñe en ignorar que el siglo XIX es ya historia…

Cuando veamos a los africanos más como socios colaboradores de nuestra empresa y menos como enemigos-competidores, comeremos todos de la misma fuente durante muchos años; pringándonos los dedos con gusto; y, sobre todo, sabiendo que hay para todos hasta hartarnos por mucho tiempo.

Original en : África Factor Humano

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