He trabajado en desarrollo sostenible y justicia social durante décadas, sobre todo a través de la educación ética en Uganda, y he visto cómo la ayuda puede ser un medio poderoso para redistribuir recursos de manera que ayuden a combatir la pobreza y la injusticia. Pero la ayuda es con excesiva frecuencia: interesada, manipuladora e ineficaz.
Los países ricos solo proporcionan ayuda a los países africanos cuando esto promueve sus propios intereses económicos, su propia seguridad y el control del poder.
Los recortes a la ayuda estadounidense son solo el último ejemplo, al igual que las drásticas reducciones en los presupuestos de ayuda en el Reino Unido y, probablemente, en la Unión Europea. Necesitamos una evaluación del sistema de ayuda que no busca erradicar la pobreza y la desigualdad, sino que sirve para tapar el saqueo y control de recursos locales.
Es hora de que el Sur Global recupere el control de la gestión político económica. Constatamos como actualmente el estilo colonial de ayuda todavía perdura en numerosas instituciones, empresas, fundaciones y ONG españolas, que deciden en Europa cómo se debe mejorar la calidad de educación en países africanos, sin respetar ni conocer a los educadores locales. Sin auténtica colaboración y trabajo conjunto, los poderosos del Note Global no son capaces de orientarse hacia la justicia y alejarse de la falsa caridad. También se deberían abordar los problemas de la deuda y los impuestos que mantienen a los países empobrecidos en crisis.
Muchos países africanos y de otros continentes se encuentran en una crisis de deuda, obligados a recortar el gasto público en servicios sociales para disminuir la deuda.
Los países del Sur Global deberán encontrar sus propias soluciones sostenibles para financiar el desarrollo, pues son ricos en recursos naturales y minerales. Movilizar sus propios recursos nacionales mediante: una gobernanza responsable, reformas fiscales y programas de desarrollo para el bien común, con perspectiva de género y sensibles al clima, es esencial.
Los países de hemisferio Sur deberían conseguir una política común para resistir las presiones de instituciones globales como el Banco Mundial y los gobiernos poderosos, y para exigir su justa participación en la gestión de los abundantes recursos locales, y para recortar al mismo tiempo el gasto público y la corrupción. Es hora de reordenar las prioridades de la inversión en servicios públicos y aumentar la transparencia en la rendición de cuentas sobre la gestión de recursos y sobre todo el gasto público.
Es también crucial, que los países del Sur Global exijan la condonación de la deuda porque gastan más en el servicio de su deuda que en salud y educación. Los países deben unirse para alzar la voz por reformas internacionales más audaces que puedan reemplazar el estilo financiero colonial que perpetúa los ciclos de deuda y dependencia. Si queremos trabajar por un desarrollo sostenible de los pueblos, debemos pasar del concepto y práctica de la ayuda, al de cooperación responsable, justicia social y económica.
La ayuda puede contribuir a impulsar la redistribución global de recursos, ya sea en forma de reparaciones o basada en una verdadera solidaridad, donde los gobiernos y las personas de los países ricos asuman la responsabilidad y brinden apoyo real.
Muchos ciudadanos de países ricos tienen un profundo deseo de ayudar a quienes viven en la pobreza y se enfrentan a la injusticia en otras partes del mundo. Las personas comprenden las interconexiones entre nosotros, que vivimos en un pequeño planeta compartido, y están comprometidas a ayudar a construir un sistema global más justo que priorice a las personas sobre las ganancias.
Ahora es el momento de que las sociedades y pueblos de todo el mundo se comprometan realmente y exijan el cambio de sistema económico que se necesita con tanta urgencia: pasando del saqueo y de la ayuda egoísta, a la justicia colaborativa por el bien común de toda la sociedad, en todos los pueblos del planeta.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM
