El jamaicano Horace G. Campbell es un internacionalista especializado en estudios africanos y profesor de la universidad de Siracusa. Durante años ha luchado por la paz y las reformas democráticas en países como Uganda, Tanzania o Zimbabue. En el artículo que a continuación se reseña, analiza la actual situación electoral ugandesa, con los obstáculos a los que se enfrenta la oposición del actual presidente, que lleva ya 30 años a la cabeza del país.
Hoy, 18 de febrero se vota en Uganda al próximo presidente, y casi se puede asegurar que se vota para que continúe siéndolo Museveni. Este sería su sexto mandato desde la subida al poder propiciada por el movimiento de la resistencia a cuya cabeza estaba situado en 1986. El partido reformó la constitución del país para que se pudiera optar a más de dos candidaturas, y así ha sido. Pocos dudan ya de que vaya a salir electo de nuevo.
Junto con Museveni, los candidatos con más oportunidades de ganar son Kizza Besigye, del Foro por el Cambio Democrático (FDC) y el antiguo primer ministro Amama Mbabazi. Cualquiera de ellos necesita obtener la mayoría simple de los votos para alcanzar la presidencia. La principal lucha de los candidatos es en el campo económico, pero ninguno se posiciona a favor de los más desfavorecidos. Lo que sí han hecho desde la oposición es lograr el apoyo de los jóvenes, y enfrentarse entre sí, en lugar de luchar juntos por acabar con el monopolio de Museveni y su NRM (movimiento de resistencia nacional).
Campbell asegura en su artículo que resultan evidentes las ansias de la población por un cambio en el plano económico del país. Las campañas electorales de Besigye no sólo han tenido éxito, sino que también han sido escenario del agradecimiento de los habitantes de las áreas visitadas, que no dudaron nunca en agasajar al candidato por su esfuerzo y lucha. No es la primera vez que este político se enfrenta a Museveni en las urnas, ya perdió la batalla en 2001, 2006 y 2011, batallas que han sido criticadas duramente en diversas ocasiones por levantar sospechas de corrupción. Uno de los más férreos críticos de las políticas de Museveni es el exgeneral David Sejusa, y sus críticas le han llevado a su encarcelación a principios de este mes de febrero. Otros militares han perdido la vida en circunstancias que, asegura el autor, merece la pena investigar.
Desde 1987, las privatizaciones llevadas a cabo en Uganda han hecho que se enriquezca un sector de la población en detrimento de la mayoría. Asuntos como los bajos sueldos, el aumento del número de parados, la disminución de la calidad de la educación, las dudas sobre quién se hará cargo (y de qué manera) de los recién descubiertos yacimientos petrolíferos o el uso de fuerzas paramilitares con el fin de intimidar a la población son algunos de los numerosos asuntos que preocupan sobre el futuro de Uganda.
En cuanto a las limitaciones a la democracia en Uganda, la mayoría de los informes al respecto alertan de lo deficiente del sistema, señalando el elevado control del partido en el poder sobre la comisión electoral. Museveni es ya experto en asegurarse el poder y no parece que en esta ocasión vaya a ser mucho más distinto que en las anteriores.
La cuestión radica en lo siguiente: ¿por qué deberían los ugandeses creer que Museveni representa un cambio para Uganda si, en 30 años, nunca lo ha sido?
El estilo militarizado del gobierno de Museveni ha sido el ganador en las encuestas sobre los asuntos que más preocupan a los ugandeses. Y no es de extrañar, cuando para, por ejemplo, responder a esa sencilla pregunta, tienen que esquivar a los matones que, pagados por la presidencia, intentan que la respuesta sea favorable a su líder.
La falta de popularidad de Museveni se ve claramente representada en la multitud de jóvenes que siguen a los líderes de la oposición durante sus campañas (voluntariamente, porque el NRM también ha intentado que le sigan, invirtiendo millones en ello, sin éxito). El mismo Museveni ha declarado que no tiene la más mínima intención de ceder su poder a la oposición, y el pesimismo que esto ha traído a los más altos niveles intelectuales de la población puede obviarse.
Más allá de las elecciones, Uganda es uno de los países africanos que grita en silencio por un cambio político que traiga prosperidad a los más desfavorecidos niveles de la población. El problema es que, hasta el momento, los partidos de la oposición no han tenido éxito en la promoción de políticas adaptadas a estas necesidades.
La riqueza de Uganda es indiscutible. Ya es hora de que los ugandeses la defiendan contra los que, como Museveni, anteponen su bienestar y su enriquecimiento personal al de la nación.