Dos ataques yihadistas, con resultados de más de cerca de treinta muertos, decenas de heridos y varios desaparecidos, tuvieron lugar la pasada semana en el este de Burkina Faso. El primer ataque, acontecido el día 14, tuvo lugar en las cercanías de Fada N’Gourma, capital de la región, y el segundo en Foutouri, cerca de la frontera con Níger.
El gobierno de Burkina Faso se enfrenta a un doble desafío: el étnico-tribal de los fulani que no se sienten integrados ni atendidos por los servicios del gobierno del país, y el reto de los grupos yihadistas que operan en toda la región de África occidental. En ciertos ataques, estos dos frentes operan juntos frente al ejército nacional. Desde 2015, esta violencia ha dejado más de 26.000 muertos, incluidos más de 13.500 asesinados desde el golpe de Estado de Ibrahim Traoré en septiembre de 2022.
Las Fuerzas Armadas de Burkina Faso también son acusadas de cometer regularmente crímenes contra la población civil. La comunidad fulani es en muchas ocasiones blanco de esta violencia ya que es acusada de integrar el grueso de los grupos yihadistas o de colaborar con ellos.
El problema de la confrontación, sea política, militar o económica sigue aumentando en los enfrentamientos violentos, tanto dentro de diferentes países, como en la RDF, Ruanda, Sudan, Uganda, Sudan del Sur, Etiopía, Burkina Faso, etc., como entre diferentes naciones, como Ucrania-Rusia, Palestina-Israel, etc.
Seguimos aumentado los conflictos, verbales, técnicos, financieros y militares, delatando una falta grave de madurez humana, profesional y ética, particularmente en el ámbito de la comunicación, de la gobernanza y de la gestión de recursos, para promover la dignidad humana, la convivencia pacífica y el bien común, tanto a nivel nacional como global.
Podríamos aprender de la sabiduría de los pueblos y culturas indígenas, (Ujama, Obuntu, etc.) el arte de una comunicación más respetuosa y de unas relaciones más humanas.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM