El volcán de Camerún (parte 2), por Gaetan Kabasha

21/09/2018 | Bitácora africana

camerun_ambazonia-2.jpg Dicen los pensadores que la guerra es el fracaso de la política o su continuación con otros medios. En otros términos, no tendría que haber guerra en ningún lugar sin que haya habido arreglos políticos para evitar una solución tan extrema que, aparte de ser destructiva, lleva por delante los seres humanos. Probablemente, las guerras que nacen en África surgen de la precipitación o son una muestra de que la política no ha sabido atajar los problemas con la celeridad y la seriedad correspondientes.

A finales de junio, me encontraba en Camerún. En un viaje largo que va de Buea a Yaundé, conocí a un militar del ejército nacional vestido de civil y sentado a mi lado en el autobús. Tuvimos tiempo de hablar de la actualidad de Camerún, más concretamente del conflicto relacionado con Ambazonia, la parte anglófona que quiere la secesión del resto del país. El hecho de estar vestido de civil era revelador. Me explicó que era peligroso de caminar a descubierto en la zona de Buea por la presencia de los independentistas. Él y yo lamentábamos cómo en poco tiempo el ambiente se ha enrarecido llegando a una situación de casi guerrilla en un país que lleva años con cierta estabilidad.

Entramos en la historia contemporánea para entender mejor los entresijos de este conflicto comparado a un volcán que echa sus primeras lavas.

Camerún es un país muy peculiar por su historia colonial. Antes de la Primera Guerra Mundial, el territorio de Camerún estaba bajo colonia alemana. Después de la guerra, como en toda África, Alemania fue declarada indigna de colonizar; dejó todas sus colonias y Camerún pasó bajo dominio de Francia en el este y de Inglaterra en el oeste. Dos países con dos visiones diferentes de la política y dos sistemas coloniales diferentes.

En 1960, después de una lucha sangrienta contra el colonizador, la parte francesa accede a la independencia. En la parte inglesa, el proceso es diferente: por un referéndum, los habitantes del norte, mayoritariamente musulmanes deciden pertenecer al vecino Nigeria mientras que los del sur, mayoritariamente cristianos, optan por unirse a la parte francesa dentro del Camerún con el estatuto de federación. Seguirán después las revueltas tribales muy reprimidas por el gobierno central apoyado fuertemente por Francia. En 1972, por algún interés político o queriendo unir más el país, el gobierno central suprime el federalismo por un referéndum dónde los críticos opinan irónicamente que se trataba de elegir entre el yes y el oui (si y si).

La llegada al poder del actual presidente, Paul Biya, en 1982 trajo estabilidad y cierto aire de unidad en el país. Sin embargo, se instaló un poder demasiado centralizador con un partido omnipresente, mermando así progresivamente el espacio político.
Como se suele decir con acierto, el poder corrompe. Esto se puede comprobar en todas partes del mundo dónde un régimen dura mucho sin alternancia. Camerún no es una excepción. El presidente Biya lleva 36 años dirigiendo el país y acaba de postular por un nuevo mandato. Si los problemas que hay en el país van empeorando, no sería erróneo relacionarlo con un gobierno que algunos ven como falto de novedad e iniciativas.

En la actualidad, la parte anglófona está en ebullición. Una rebelión se está fraguando a fuego lento. No hay una noche en la que no se habrá de un asesinado ya sea de un policía o de algún representante del Estado. Los ataques son incesantes a las estructuras del Estado central.

En una ciudad como Buea, se oyen disparos de las metralletas cada noche. Los lunes quedan como días de apagón completo: ninguna tienda abre, ningún autobús se mueve. La consigna de los partidarios de la independencia de Ambazonia (parte anglófona) se sigue a la letra, parte por miedo a las represalias, parte por un cierto sentimiento de adhesión a la causa por parte de los habitantes.

“Si el presidente nos hubiera escuchado desde el principio, no estaríamos a estas alturas” me decía un habitante de la ciudad a finales de junio. Me encontraba entonces en Buea intentando entender los orígenes de este conflicto que tiene tintas de envenenar toda la región.

Según los partidarios de Ambazonia, el gobierno central no respetó la tradicional autonomía de la parte anglófona. Dicen que quisieron mermar sus costumbres, su inglés etc. Empezaron a enviar a los funcionarios y profesores francófonos. Descuidaron las infraestructuras en comparación de otras grandes ciudades. Los iniciadores de este movimiento insurgente acusan al gobierno central de no tener en cuenta del sentimiento del pueblo anglófono, aunque éste, aparte del inglés, también se divide en diversas tribus y lenguas. No faltan quienes creen que la verdadera razón de esta escalada es el petróleo de Limbe.

Por un lado, según el filósofo politólogo camerunés, Achille Mbembe, el país funciona por un sistema de ausencia e inercia. No parece que produzca soluciones innovadoras para evitar el desmoronamiento de la nación. Por otro, los secesionistas alimentan el sentimiento de ser diferentes por el único hecho de haber tenido un colonizador diferente. Entretienen el mito de la “colonización feliz” que les empujaría a romper con sus conciudadanos cameruneses para volver a ser súbditos de la reina de Inglaterra. He aquí una curiosa manera de plantear el futuro en un mundo globalizado dónde lo único que cuenta para el desarrollo es el saber estar en el juego de intereses mundiales.

Mientras tanto, las otras partes de Camerún siguen su ritmo como si nada hubiera pasado. En Douala, los atascos siguen dando la impresión de una ciudad hecha por y para el desorden. La vida continúa a pesar de estar a escasos 80 km de la zona caliente. Yaundé tampoco parece percibir la inminente erupción del volcán camerunés, el más mortífero, el de la vida real de un país que está siendo erosionada por el virus de la separación y la violencia.

No se puede olvidar que Camerún lleva años azotado por la lacra del terrorismo de Boko Haram en el norte junto con otros países vecinos. El terremoto de Ambazonia viene como un conflicto.Cualquier observador se haría esta pregunta: ¿alguien sabrá aplacar la furia de este volcán que ya echa lavas?

Esperemos que la iniciativa de los líderes religiosos encabezados por el arzobispo de Douala consiga apaciguar los ánimos y preparar el terreno a un diálogo más hondo.

Original en : Afroanalisis

Autor

  • Ruandés de nacimiento, vive en España. Ha sido testigo directo del drama de los Grandes Lagos. Está comprometido con el desarrollo de África y un mundo más humano. Es fundador de la Asociación AUDE. Licenciado en ciencias eclesiásticas y doctor en Filosofía, con una investigación sobre el deseo mimético y la violencia colectiva. Habla francés, inglés, español, kinyarwanda, lingala y sango.

    Ahora podemos seguir en Fundación Sur su blog África desde dentro.

    @gaetankabasha

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