El verdadero peligro: Carta abierta al presidente José Eduardo dos Santos

2/09/2015 | Opinión

José Eduardo dos Santos —que comparte con Teodoro Obiang Nguema de Guinea Ecuatorial la infamia de ser el presidente africano con más años en el poder— está adoptando una postura cada vez más tiránica a medida que aumenta la oposición a su régimen. En esta carta abierta, un periodista de investigación ganador de numerosos premios y activista de derechos humanos de Angola se expresa abiertamente sobre la situación política en ese rico país petrolero del sur de África.

Señor presidente José Eduardo dos Santos:

Dado que es improbable que podamos reunirnos, he decidido intentar conversar con usted por este medio. Espero que me responda. Es hora de hablar.

Jose_Eduardo_dos_Santos-2.jpg Aunque soy un crítico acérrimo de su modo de gobierno, y del sufrimiento que ello causa en la mayoría de los angoleños, le admiro por permanecer en el poder estoicamente; y comprendo muy bien su preocupación cuando se ve confrontado con la posibilidad de perder el poder.

El padre António Vieira escribió: «Pulvis es, tu in pulverem reverteris». Polvo eres y en polvo te convertirás. Usted es polvo. Ese es el presente. En polvo se convertirá. Ese es el futuro. Ese es el futuro que está intentando evitar a toda costa y que provoca la preocupación que mencionaba anteriormente.

Durante parte de mi infancia, usted sembró el miedo a su figura. Por aquella época, señor Presidente, yo sabía cuándo usted planeaba excursiones y salía de su residencia oficial en el complejo de Futungo de Belas. En aquellas ocasiones, alrededor de medianoche o más tarde, sentía que la casa temblaba, y mi madre, alarmada, venía a buscarme a mi habitación para llevarme al patio. La guardia presidencial desplazaba un tanque soviético [podría haber sido un T-54/55], utilizando un remolque de tanques, hasta la Rua da Liberdade (Calle de la Libertad) donde vivía mi madre por aquel entonces. Aquel monstruo maniobraba para posicionarse en un estrecho y angosto camino paralelo a la pared de las dos habitaciones que tenía la casa. La estructura de la casa era extremadamente frágil y, como nos encontrábamos junto a la playa de Samba, los ladrillos estaban corroídos por la sal. Si el tanque hubiese errado en su maniobra, ese hubiese sido el final de mi familia. Las excursiones presidenciales nos obligaban a dormir en el patio hasta que retiraran el tanque. Mi infancia quedó marcada por ese paquidermo de acero, que con un simple movimiento podría haber destrozado mi casa y mi familia, aunque no fuera su intención hacerlo.

Usted no me agradaba, porque nuestras vidas peligraban cada vez que salía de su palacio. Rezaba por que no tuviera que salir. Yo iba a la iglesia, señor Presidente.

En 1992, tuve el privilegio de asistir, por primera vez, a su fiesta de cumpleaños en Futungo de Belas. Tenía muchas expectativas. Me iba a codear con los líderes de mi país. Cuando abandonó la fiesta, vi a un ministro dando instrucciones para que llevaran una caja de langostas a su coche, a un general robando una cara botella de whisky, y a los gobernantes del país y sus seguidores devorando las sobras del banquete. En aquel entonces, lo entendí como un acto de generosidad de su parte. Pero abandoné Futungo de Belas con una muy mala impresión de la gente que le rodeaba y que le sigue rodeando en su gobierno. Si no podían resistir la tentación de llevarse comida y bebida del palacio, ¿cómo es posible que se les pueda confiar el cuidado de los bienes públicos? En ese momento, dejé de hacerme ilusiones sobre usted y su séquito.?

He descrito estos dos episodios, no para culparlo a usted, sino para dar voz al sincero clamor de alguien que, junto con otros millones de ciudadanos angoleños, ha tenido más experiencias negativas que positivas en lo que respecta a su manera de ejercer el poder.

A menudo me ha asombrado que pudiera sentirse ofendido o amenazado por la expresión de descontento de los ciudadanos, y me he preguntado qué tan indignado o descontento debería sentirme yo por el sufrimiento que me ha causado su régimen. Me gustaría saber qué pasa por la mente de muchos de mis conciudadanos, con los que comparto mis experiencias y otras peores. Solo el derecho a la libertad de expresión nos salvará del peligro que supone que los sufrimientos acumulados se transformen en odio, frustración y venganza.

El respeto que usted merece es proporcional al respeto que usted tiene por las personas a las que gobierna y los intereses que comparte con ellas. Como ingeniero que es, señor Presidente, conocerá la tercera ley de Newton: «Cada acción tiene una reacción igual y opuesta».
?
En 1999, cuando ordenó que me encarcelaran porque se había sentido ofendido cuando lo llamé dictador y corrupto por escrito, comencé a entenderlo mejor: usted es un hombre poderoso, pero inseguro. Agradezco el gesto del secretario que me visitó mientras estaba en prisión para informarse acerca de mi estado de salud y mi situación en general. A pesar de los horrores que tuve que soportar en prisión, esa visita me dejó al menos otro recuerdo positivo de la época que pasé encarcelado.

El entonces director de la Penitenciaria de Viana, Francisco Ningosso, me envío una tarjeta de felicitaciones a mi móvil, invitándome a una reunión que se celebraría bajo un árbol en las instalaciones del complejo, y allí mantuvimos largas conversaciones. Las discusiones fueron interesantes. Durante esa época, también tuve el privilegio de poder informar acerca de la violación de los derechos humanos dentro de la prisión y documentar todo ello.

Esta vez, señor Presidente, no envíe a su secretario para informarse acerca de la salud de los jóvenes activistas que están en prisión. El Fiscal General de la República, el general João Maria de Sousa, asumió el papel de guardián de la ley y ordenó anunciar públicamente que los activistas estaban preparando un golpe de Estado contra usted. De hecho, trece de ellos fueron arrestados «por sorpresa» cuando leían y discutían acerca de un libro sobre resistencia pacífica
. Al arrestarlos, el general João Maria de Sousa destruyó la poca credibilidad que le quedaba a su departamento. El general João Maria de Sousa es un hombre malo. No es apto para servirle a usted. Desacreditar el sistema judicial no contribuye a su seguridad.

Señor Presidente, tome nota. El sistema judicial es lo que le permitirá protegerse contra la barbarie en el caso de que se produzca un cambio de régimen. El sistema judicial es la delgada línea que separa la civilización del barbarismo. No ponga en riesgo el sistema judicial. No ponga en riesgo la civilización y la ley.

Debe de haber oído el bisbiseo de sus leales agentes del servicio de inteligencia. Ellos creen que es contraproductivo utilizar la información que han obtenido sobre los opositores para hacer una acusación tan seria que solo responde a los intereses políticos y jurídicos del Presidente.

Le pido, señor Presidente, que considere mi petición de ordenar la liberación incondicional de los siguientes ciudadanos: Afonso Matias «Mbanza Hamza», Albano Bingobingo, Arante Kivuvu, Benedito Jeremias, Domingos da Cruz, Fernando Tomás «Nicola Radical», Hitler Jessia Chiconda «Samusuku», Inocêncio Brito «Drux», José Hata «Cheik Hata», Luaty Beirão, Nelson Dibango, Nito Alves, Nuno Álvaro Dala, Osvaldo Caholo, Sedrick de Carvalho y el capitán Zenóbio Zumba. ?

Liberar a estos ciudadanos será un acto de valentía política y moralidad constitucional. Como juez supremo de estas tierras, debe conservar su posición de autoridad moral para corregir los errores que cometen las instituciones y que podrían dañar el Estado de derecho y afectar a la relación entre el Estado y la sociedad.

La soberanía reside en las decisiones sobre el estado de excepción, no en la conformidad burocrática.

La soberanía es la afirmación de la voluntad del pueblo a través de los órganos del Estado.

Señor Presidente, sorprenda a la nación. Sorpréndanos para bien, y reciba el reconocimiento que se merece por ello.

A cambio de su gesto de estadista en defensa de la Constitución, le expresaré mi más modesto agradecimiento y será un honor invitarlo a compartir una comida vegetariana conmigo. Le aseguro que soy un buen cocinero y un gran cuentacuentos, así que podré entretenerlo durante toda la comida. ?

Señor Presidente, protéjase a través del reconocimiento de la ética de la Constitución. Escuche a sus críticos, que son los que menos rencor le guardan.

Rafael Marques de Morais

Fuente: Pambazuka News

[Traducción, Victoria Porro]

Autores

  • Rafael Marques de Morais

    Rafael Marques de Morais (nacido en 1971) es un periodista angoleño y activista de derechos humanos que ha recibido numerosos premios internacionales por sus informes sobre los diamantes de sangre y la corrupción política. Actualmente dirige Maka Angola, una institución de vigilancia anticorrupción. Marques ha sido criticado por aceptar fondos del filántropo George Soros para sufragar sus campañas. Recientemente, ha recibido subvenciones de la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy), una organización estadounidense sin ánimo de lucro relacionada con la CIA. En el año 2000, Marques recibió el Premio Percy Qoboza que otorga la Asociación Nacional de Periodistas Negros. En 2006, recibió el Premio al Coraje Civil del Fondo Northcote Parkinson, que reconoce «la firme resistencia al mal en situaciones de alto riesgo personal, más que el valor militar». En 2015, Marques recibió el Premio a la Libertad de Expresión que entrega Index on Censorship. (Fuente: Wikipedia)

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