Hay pocas opciones para acceder a una vida normal para los excombatientes veteranos en la República Centroafricana, uno de los países más volátiles del mundo. Casi 5.000 combatientes han renunciado a las armas desde que el país lanzó el programa de desarme y reintegración hace casi una década. Sin embargo, tanto los excombatientes, como las comunidades y los expertos en conflictos sostienen que es difícil dejar de luchar, especialmente en un país donde existe pocas oportunidades trabajo remunerado. En muchos casos los excombatientes no encuentran trabajo, su familia los rechaza por su pasado violento y se exponen a verse amenazados por enemigos del pasado. En algunos casos, los excombatientes vuelven al combate, esta vez ayudando a mercenarios rusos a combatir a los grupos armados que abandonaron.
La República Centroafricana ha estado en conflicto desde 2013, cuando rebeldes, predominantemente musulmanes, tomaron el poder y obligaron al presidente a dimitir. Las milicias, en su mayoría cristianas, contraatacaron. Se llego a un acuerdo de paz en 2019, lo cual logro que disminuyeran los combates, aunque seis de los 14 grupos armados que firmaron el acuerdo se retiraron de éste posteriormente. Otra presencia armada es Wagner, el grupo mercenario ruso que sostiene que su misión es la de proteger a la Presidencia y aportar seguridad a los ciudadanos. Los combatientes de este grupo han sido acusados por grupos de derechos humanos y civiles de reclutar a miembros de la milicia local para que luchen junto a ellos contra los rebeldes, mientras cometen abusos y explotan los recursos de las minas y bosques de la República Centroafricana. Algunos de los militantes pasaron por el programa nacional de desarme.
Los excombatientes que no han regresado al conflicto dicen tienen dificultades para reintegrarse. Sentada junto a una máquina de coser inactiva que recibió durante la capacitación, Carole dijo que no se siente cómoda haciendo ropa por miedo a cometer un error después de recibir poca instrucción. La mujer, de 32 años, se unió a los rebeldes en 2013 después de que otro grupo armado atacara Bouar y mataran a su madre y a su padre. Dentro del grupo de rebeldes trabajó como cocinera, pero escapó después de ver a sus compañeros rebeldes decapitar a dos rivales. Ahora trabaja en el mercado y apenas mantiene a sus tres hijos. Le preocupa que su hijo de 15 años pueda ser reclutado para luchar por grupos armados que operan a unos 50 kilómetros de la ciudad.
El gobierno de la República Centroafricana estima que hasta el 15 % de quienes pasan por el programa de desarme han vuelto a formar parte de grupos armados, aunque no está claro si dentro de los grupos armados figura el grupo Wagner. Las Naciones Unidas, quien dirigió el programa, ha dicho que pierden el contacto con al menos el 70 % de las personas que participan en el programa. Los expertos consideran que el programa no tiene una perspectiva adecuada, en parte porque a los combatientes se les ofrecen pocas opciones viables más allá de luchar en un país donde, según el Banco Mundial, casi el 70 % de la población vive en la pobreza extrema. Los excombatientes son reclutados por Wagner o regresan a comunidades marginadas atacadas por las fuerzas de seguridad del Estado y los aliados de Wagner.
Esto es solo un ejemplo del cambio de la influencia francesa a rusa que se vuelve cada vez más evidente en el continente africano. Esta “iniciativas de influencia” ha sucedido directamente en la República Centroafricana, donde Rusia, a través del grupo mercenario Wagner, amplió su influencia en el país en 2018. Los observadores se refieren a la República Centroafricana como un “laboratorio” para expandir la influencia rusa en el África subsahariana a través de Wagner. Aunque por muchos años Francia ha brindado apoyo militar a los países del Sahel en su lucha contra grupos armados, éstos han logrado afirmar su poder y cada vez son más las protestas con banderas rusas e imágenes de Vladimir Putin en diferentes países del continente. Esta es una opción oficial asumida de hacer de Rusia el socio principal de los países del continente, reemplazando a todos los demás “socios” occidentales, principalmente a Francia. Es decir, no se trata de una “diversificación de asociaciones”, sino más bien en confiar exclusivamente en Rusia para equipar al ejército y proteger al régimen como ha sucedido en Siria, la República Centroafricana, Malí y Burkina Faso.
Autores: Sam Mednick – Justin Yarga
Fuentes: AP News – Al Jazeera – Imagen: ЧВК (Частная военная компания) https://wagnercentr.ru
[Traducción y edición, Micaela Llona Bavestrello]
[CIDAF-UCM]