Mi nombre es Frank, soy profesor de periodismo en la Universidad Estatal del Sur de Conecticut, en New Haven, y soy columnista del Hartford Courant. Hace dos veranos comencé a investigar en los archivos del periódico la evolución de los numerosos términos con los cuales los estadounidenses descendientes de africanos fueron identificados durante los últimos 400 años. Entre ellos, se incluyen los siguientes términos: africano, negro (en inglés, black), negro (en español, Negro), mulato, persona de color, afroamericano, cuarterón y, por supuesto nigger (1). Ante el creciente uso de la “palabra N” en sus formas nigger y nigga, y las consecuentes controversia y debate acerca de la posibilidad de que estos términos se transformen en un nuevo estándar de referencia aceptable para los estadounidenses descendientes de africanos, pensé que sería interesante compartir las experiencias y opiniones de una amplia gama de norteamericanos acerca de esta palabra. Mi idea inicial fue elaborar un blog para ello y publicar allí fotografías y entrevistas. Lo haré. Pero luego pensé, ¿por qué no permitir que la gente comparta sus historias y publique sus propias fotos? De este modo, veremos lo que haya que ver.
Algunos relatos narrados en The n-Word Project:
– Tim White, 25 años. Blanco. Vive en Montreal (Quebec), Canadá. Es graduado universitario en Administración de negocios.
«Fui capitán de un equipo de baloncesto sumamente competitivo en el cual yo era el único jugador blanco. Algunos de mis compañeros comenzaron a llamarme nigga, o a decir “That’s my nigga”(2). Les expliqué a todos por qué no me gusta que me llamen así y también les recordé las connotaciones de la palabra, de carácter obviamente racial. Mi entrenador, que era mestizo (mitad blanco y mitad negro), comprendió completamente mi argumento.
Durante un partido, yo estaba marcando a un jugador negro del equipo contrario. Confieso que me gusta provocar a mis contrincantes mientras jugamos, de modo que él comenzó a replicar llamándome nigga.
“Este nigga está loco”, “Nigga, no me podés marcar”, “Nigga, repite eso y verás lo que pasa”. El árbitro, que era de raza negra, escuchaba todo, pero no hacía nada. Finalmente, le contesté al jugador que estaba marcando gritándole: “¡NO ME LLAMES NIGGA!”. El árbitro detuvo el partido y me penalizó con una falta técnica por decir nigga. Quedé estupefacto. Le dije: “El otro jugador estuvo repitiendo la misma palabra durante todo el juego y no le dijo nada”. El árbitro me contestó: “Lo sé, pero él es negro. Tú no tienes permitido decirlo”. Yo no podía creerlo. Después de una breve discusión le terminé llamando racista y me echó del partido”.
– Esnee Clarke, 71 años. Una nigger que vive en Montreal, Canadá (nacida en Barbados).
“Conocí a Esnee Clarke en Little Burgundy justo después de hablar con Sean. Yo pasaba caminando y la vi sentada en la puerta de su casa. Le pregunté en francés si hablaba en inglés. Ella respondió que sí y yo le expliqué lo que estaba haciendo. Mientras hablábamos, comenzó a llover y ella me invitó a pasar a su casa. Durante la conversación, ella se autodefinió como una “nigga”. Me tomó por sorpresa, porque yo esperaba eso de alguien más joven y que viviera en los Estados Unidos, no en otro país ni tampoco en Canadá. Las sorpresas relacionadas con esta palabra no dejan de aparecer”.
Entrevista:
– ¿Recuerda la primera vez que escuchó la palabra nigger?
Siempre surge esa palabra.
– ¿Siempre surge esa palabra?
Sí.
– ¿Quiénes la pronuncian?
Todos. –“Hola nigga”.
– ¿Otras personas de color?
Sí.
– ¿Alguna vez la llamó con ese término alguien de raza blanca?
No.
– ¿Usted utiliza la palabra?
Sí.
– ¿En qué situaciones?
No lo sé. (Inaudible: da un ejemplo utilizando la palabra nigger).
– Entonces, ¿a usted no le molesta escuchar esa palabra?
No me molesta. La palabra “nigga” no me preocupa. Sé lo que soy.
– Y usted, ¿cómo se autodefine?
Como una nigger.
– ¿Usted es una nigger?
A-ha.
– ¿N-i-g-g-a o n-i-g-g-e-r?
N-i-g-g-e-r o n-i-g-g-a — Sé que soy una nigger y (inaudible).”
– Latasha Comfort. 39 años. Afroamericana. Vive en New Haven, Connecticut.
Conocí a Latasha en una conferencia de hip-hop en New Haven, durante el verano, y la entrevisté al final, cuando ella partía.
«Sí (me dijeron la “palabra N” antes). En conversaciones cotidianas (entre mi propia gente), como cuando dicen “Oh, sí, hola nigga. Cómo estás mi nigga?
Como se usa en la ciudad, creo que se perpetuó en el tiempo como una especie de homenaje (a tu afinidad con los demás afroamericanos). A veces podría definirse así. Por momentos creo que se la estereotipa un poco, porque algunos no siguen el rito (más aceptable) de decir (simplemente) “Hola” o “¿Cómo estás?” Para mí cumple las dos funciones.
Yo misma utilicé la palabra. Escucho música rap, así que, si escucho a Jay-Z o a Kanye no puedo ser tan hipócrita de decir que no la uso. Sí la menciono en ese ámbito.»
Le pregunté si existe diferencia entre n-i-g-g-a y n-i-g-g-e-r).
«Creo que hay una gran diferencia que fue, incluso, mayor durante los años segregacionistas de Jim Crow, cuando los afroamericanos eran esclavizados y linchados y los blancos creían adecuado decir nigger, con –er final. De modo que sí, creo que hay una gran diferencia entre la versión que termina con –er y la que termina con –gga.»
Le pregunté si se sentiría cómoda si la palabra n-i-g-g-a se convirtiera en el nuevo estándar de referencia para los estadounidenses descendientes de africanos.
«Solo si se le otorga una nueva definición; como estábamos diciendo, que sirva de homenaje a otros afroamericanos, tal como la usamos al saludarnos entre nosotros –pero no en el sentido de “A ver, ustedes, gente de color, más vale que obedezcan”.»
– Frank Harris. 84 años. Raza negra. Vive en Waukegan, Illinois (nacido en Rosedale, Misisipi). Jubilado/ex agente de bienes raíces.
Mi padre y mi madre nacieron en Rosedale, Misisipi. Después de casarse, en 1953, se mudaron al norte de Illinois. Él es expresidente de la NAACP (Waukegan, Ill.), a la cual dirigió entre 1960 y principios de 1970. Al comienzo de la charla dijo que no recordaba la primera vez que escuchó la “palabra N”, o la más inolvidable. Pero luego, recordó esto y todo lo demás brotó a borbotones. Esta fue la primera vez que escuché su historia acerca de su juventud en Misisipi.
«Yo vivía en Rosedale, Misisipi, cuando ocurrió esto. Uno de los dueños de la plantación se acercó y dijo que había ido a la oficina a pedir permiso para llevarse a uno de sus “niggers”.
Yo tenía unos 15 años. Estaba trabajando porque mi padre se había enfermado y ese trabajo era el único sostén de la familia en aquel momento. Vi que el hombre salió de la oficina y caminó hasta la compresa de algodón, donde nos encontrábamos. Se acercó y anunció que tenía permiso para llevarse a su “nigger”.
Y sacó una .25 automática, agarró la mano del muchacho y le dio un empujón. Y lo siguió empujando a lo largo de todo el trayecto –que debe haber tenido unos 120 o 150 metros de largo– con una mano, y con la otra lo apuntaba con la pistola. Y el muchacho sabía que le convenía seguir caminando porque lo estaban apuntando con una mano y empujando con la otra.
Fue, seguramente, una de las cosas más tristes que vi en cuanto al trato que un ser humano la daba a otro. Ese hombre no tenía el más mínimo respeto. Fue simplemente cruel y creo que, aún si vivo hasta los 100 años, nunca podré olvidar lo humillante que fue presenciarlo. Fue un día muy triste para mí, a esa edad, al tener que ver a un hombre tratando así a otro hombre. Creo que nunca lo olvidaré.»
Puedes escuchar esta entrevista a Frank Harris aquí.
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Notas:
1.- Derivado de la palabra en español y portugués negro, y del término francés nègre, con una alta connotación peyorativa otorgada en la época de la esclavitud colonial.
2.- Expresión cuya traducción literal sería “¡Ese es mi negro!” En este contexto su significado equivale a expresar aprobación hacia alguien considerado amigo o que acaba de demostrar una actitud noble.
N. de T.: Dado que la única traducción segura al español para los términos black, Negro, nigger y nigga sería “negro”, se ha decidido dejar dichos términos en inglés y no traducirlos en los párrafos en los cuales resulta necesario considerar los distintos niveles de racismo –o desdén– implícitos en cada una de ellas (dicha distinción no existe en nuestro idioma).