La tensión política está en su apogeo en Lomé, capital de Togo, después de las masivas manifestaciones que tuvieron lugar el miércoles 6 y el jueves 7 de septiembre de 2017, a instancias de la coalición de varias organizaciones de la oposición que exigen una alternancia política. La gente ha bajado a la calle, una verdadera marea humana frente a la cual el presidente no puede quedarse quieto.
¿La calma antes de la tormenta? Después de las inmensas movilizaciones de la semana, hubo un fin de semana tranquilo para los habitantes de Lomé, que pudieron regresar a sus ocupaciones dominicales de costumbre, el ocio y los cultos religiosos. Sin embargo, el mensaje enviado al presidente togolés es claro: el pueblo quiere reformas institucionales concretas y el compromiso de un proceso democrático genuino, que podría conducir a la alternancia.
Algunos líderes de la oposición togolesa declararon el domingo 10 de septiembre que «no hay que esperar» a la reforma constitucional anunciada por el gobierno .
Eric Dupuy, portavoz de la coalición de cinco partidos de la oposición Cap 2015, uno de los organizadores de las protestas del miércoles y el jueves 6 y 7 de septiembre, calificó la reforma de «dilatoria». «No esperamos nada de esto», dijo al semanario Jeune Afrique.
Debe recordarse que el presidente de Togo, Faure Gnassingbé, sucedió a su padre, el general Gnassingbé Eyadéma, hace 12 años, que había gobernado el país durante casi 40 años después de tomar el poder en un golpe militar, beneficiándose en medio de la Guerra Fría de la bendición de Francia, la antigua potencia colonial.
Uno de los objetivos de la oposición togolesa es que la Constitución limite los mandatos presidenciales a dos, cubriendo así un máximo de 10 años. si se hiciera tal disposición, el actual presidente, ya reelegido dos veces, ya no podría presentarse a la reelección.
Obviamente, esto no es el análisis de los partidarios de Faure Gnassingbé, para quienes esta enmienda constitucional no puede tener un valor retroactivo, y dejaría a al actual presidente la posibilidad de ser reelegido dos veces, por lo que potencialmente permanecería 25 años al poder.
La declaración del gobierno publicada el martes 5 de septiembre, incluso antes de las manifestaciones de masas que han tenido lugar desde entonces, anunció las reformas constitucionales a la Asamblea Nacional sobre la «limitación de los mandatos y el método de votación»: pero el pueblo togolés no parece contentarse con una reforma ambigua e incompleta. Para los manifestantes, el mandato actual debe ser el último de Faure Gnassingbé, y tendrá que abandonar su puesto antes de 2020… si no antes, ¡porque la cólera ruge!
En cualquier caso, la presión es máxima en torno a la reunión de la Asamblea Nacional, el martes 12 de septiembre, durante la cual se podrían reformar 3 artículos de la Constitución. La oposición probablemente tiene interés en aceptar los cambios previstos, que son un primer paso para satisfacer sus otras expectativas: la reforma de la composición de la CENI, que ahora es demasiado política, y la revisión de la división electoral y también la organización de elecciones municipales.
Sin embargo, el precedente burkinabé está en la mente de todos. El pueblo togolés es un pueblo pacífico, no quiere derramamiento de sangre. Pero esta semana tomó plena conciencia de su fuerza, y no tuvo la intención de vender su soberanía. Corresponde al Presidente Gnassingbe tener en cuenta este nuevo contexto político sin buscar prejuicios. Si no lo hiciera, podría llegar al mismo destino que el presidente de Burkina Faso, Blaise Compaoré, exiliado en Costa de Marfil, para escapar de un destino peor .
Fuente: Afrik com
[Fundación Sur]
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