La ola de calor extremo que azotó Europa a principios de este verano, con ocho muertes ya registradas, temperaturas récord y el cierre de escuelas y atracciones turísticas como la Torre Eiffel en París, es solo una de las muchas señales de que el mundo atraviesa una emergencia climática sin precedentes. “El mundo se encamina verdaderamente hacia una situación insostenible”, advierte el secretario ejecutivo del Observatorio del Clima, Márcio Astrini, en una entrevista con Conexão BdF, en Rádio Brasil de Fato.
Según el ambientalista, el calentamiento global ya ha incrementado la frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales. “El cambio climático hace que las lluvias, las sequías o las olas de calor sean mucho más severas, a veces con una duración mucho mayor”, explica. El impacto recae con mayor gravedad en la población más pobre, recuerda Astrini. “No siempre será posible adaptarse y a veces quienes se adaptan son solo los que tienen dinero”.
Los efectos de este nuevo patrón climático también son visibles en Brasil. “Hemos tenido dos sequías extraordinarias en la Amazonía, con áreas de bosque primario incendiándose. El humo termina en los pulmones de las personas”, señala. Además del riesgo de muerte y daños a la salud, el cambio climático afecta directamente a la economía: desde el aumento del precio del café y el chocolate, debido a las pérdidas agrícolas, hasta el aumento de las facturas de electricidad debido a la sequía en las centrales hidroeléctricas.
Para Astrini, la proximidad del límite de 1,5 °C de calentamiento global, considerado el “punto de no retorno”, es una alerta roja. “Cada décima de grado que aumenta trae consecuencias gigantescas y violentas para la vida de las personas”, afirma. Uno de los riesgos más cercanos es el colapso de la Amazonía, esencial para la regulación climática y la producción de lluvia en Brasil. “Si colapsa, colapsará todo el servicio ecosistémico que presta al país”, afirma.
El secretario argumenta que la 30.ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se celebrará en Belém (Pensilvania) en noviembre de este año, debería impulsar urgentemente compromisos concretos. Destaca tres prioridades: un plan para sustituir los combustibles fósiles, una mayor ambición climática por parte de los países y una financiación justa para la adaptación de las poblaciones más vulnerables. «La velocidad con la que se desarrollan las cosas en las salas de conferencias sobre el clima es mucho menor que el castigo que el calentamiento global nos impone a todos en la vida real», critica.
Adele Robichez
Fuente: Brasil de Fato


