En el tradicional mensaje del papa Francisco, el 1 de enero de 2023, para la 56ª Jornada Mundial de la Paz, nos recuerda las actitudes y compromiso personal si de verdad queremos construir una sociedad que sea capaz de vivir en armonía y solidaridad.
Las palabras más repetidas y el deseo más sincero de la inmensa mayoría de personas y líderes de todo el mundo al comienzo de cada año es el deseo de Paz y de Bienestar.
Deseamos lo que nos falta. Si algo encontramos en las noticias de cada día, en la mayoría de los países, es la violencia de los grupos y gobiernos armados, que llegan a causar trágicos genocidios con casi total impunidad, la extendida violencia de género, el injusto trato a los inmigrantes, el hambre que imponemos a millones de personas con nuestro saqueo de sus tierras y recursos, sobre todo en África, y la violencia de tantos abusos de poder en el tráfico de personas, de armas y en el acaparamiento de bienes, etc., y tendemos a pensar que los responsables de tanta violencia, injusticia y abuso de poder son nuestros gobernantes y políticos.
De nada sirven nuestras quejas y hasta indignación si no analizamos la realidad de nuestra convivencia más a fondo y llegamos hasta la raíz de toda violencia. Esto es lo que necesitamos: un análisis a fondo de la calidad de nuestras relaciones y un compromiso común auténtico que sea consecuente para el bien común.
Nos puede sorprender que incluso la Covid-19 y hasta la guerra fratricida en Ucrania, en Etiopía, en la República Democrática del Congo (RDC), etc., habiendo provocado tanto sufrimiento, muerte y destrucción, nos han llevado, es cierto, a extraordinarios gestos de solidaridad, acogida y de generosidad hacia las personas, familias y sociedades que más sufren. Pero al mismo tiempo, seguimos sin identificar y por tanto sin sanar, las raíces más profundas de tanta injusticia y abuso de poder, y por tanto las estructuras de poder y de acaparamiento de recursos siguen intactas, causando nuevas esclavitudes.
Algunos confían en la ciencia solamente, otros siguen a partidos políticos con ideologías fundamentalistas y por sus intereses, otros se refugian en sus creencias religiosas, pero son pocos los que buscan la razón profunda de tanta discordia, confrontación y odio en la fuente más profunda del ser humano: su propio corazón.
Toda violencia, confrontación, injusticia, odio y guerra, comienza primero en nuestra propia mente y corazón. Si no somos capaces de sanar el mal y el odio, en su propio inicio, no deberíamos lamentar que haya abusos de poder y corrupción en el mundo.
Cuando palpamos nuestra fragilidad humana y social, tomamos mayor conciencia de que todos nos necesitamos, de que nuestro mayor potencial, aunque también frágil, es la solidaridad humana.
Por tanto, es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta solidaridad humana. En nuestro acelerado mundo, muy a menudo, los problemas generalizados de desequilibrio, injusticia, pobreza y marginación, alimentan el malestar y los conflictos, generan violencia, asaltos a la democracia e incluso guerras.
De esta experiencia ha surgido una conciencia más fuerte que nos invita a todos, pueblos y naciones, a volver a poner la palabra “juntos” en el centro. En efecto, es juntos, en la cooperación y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos. Sólo la paz que nace del cuidado mutuo desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales.
“No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común”. (Papa Francisco)
A todos los hombres y mujeres de hoy nos toca ser artesanos de paz, promotores de diálogo y pioneros del cuidado mutuo.
Desde CIDAF-UCM:
FELIZ AÑO 2023