Reformar un ejército fragmentado será difícil en la tensa atmósfera de Costa de marfil. ¿Podría un despligue extranjero proporcionar una solución alternativa?
Según los informes, el motín de cinco días en Costa de Marfil ha acabado con el alcance, el pasado miércoles, de un acuerdo con el gobierno. Los disparos y los bloqueos de carreteras habían paralizado ciudades y pueblos de todo el país desde el viernes. Pero los amotinados volvieron a sus cuarteles después de que sus demandas sobre pago atrasado y bonos fueron satisfechas.
Este episodio tumultuoso comenzó por primera vez el 6 de enero en la segunda ciudad más grande de Costa de Marfil, Bouake. Esa mañana, unos cincuenta soldados montaron barricadas. Los amotinados eran exrebeldes que habían luchado en apoyo del presidente Alassane Ouattara durante años antes de ser integrados en las fuerzas armadas nacionales después de la guerra civil de 2010-11. Exigieron el dinero que se les debía por el período en que lucharon por Ouattara sin sueldo y pidieron que sus filas como rebeldes fueran reconocidas en el ejército regular.
Soldados en otras seis ciudades, de Korhogo, en el norte, a Daloa, en el centro, a Daoukrou, Odienne y Man, en el oeste, pronto siguieron el ejemplo. El 7 de enero, la revuelta se había extendido a la capital comercial Abidján. Un acuerdo fue alcanzado rápidamente con el gobierno y los soldados retrocedieron.
La semana pasada, sin embargo, los 8.400 soldados revivieron su protesta pidiendo al gobierno que finalmente cumpliera sus promesas anteriores. Los amotinados reiteraron sus demandas hasta que el gobierno accedió a pagar inmediatamente bonos de 5 millones de francos CFA (7.622 euros) a cada uno de los amotinados, con 2 millones de francos CFA (3.049 euros) más a pagar a finales de junio.
Hay tres maneras de entender por qué estos motines estan estallando ahora:
– La primera es verla como una cuestión laboral, un enfoque avanzado por el Instituto Nórdico de África. Este entendimiento sitúa el motín dentro de un descontento social más amplio en Costa de Marfil, donde no sólo los soldados, sino también los maestros y funcionarios públicos están en huelga. Si bien el país se ha beneficiado de un fuerte crecimiento económico desde el final de la guerra civil, se percibe una desconexión entre el crecimiento y la redistribución. Por lo tanto, la crisis militar puede considerarse como una crisis social que cuestiona la forma en que se han compartido los beneficios económicos de Costa de Marfil.
– Otra manera de ver el motín es como parte de una crisis política. Hay muchos rumores circulando en el país de que Guillaume Soro, que dirigió las fuerzas rebeldes durante la guerra civil, estaba detrás de la revuelta de enero. Soro es actualmente presidente de la Asamblea Nacional y se ha sugerido que el motín, que ocurrió en un momento en que las posiciones gubernamentales clave estaban siendo revisadas, fue programado para advertir contra su eliminación. El hecho de que el motín haya comenzado nuevamente este mes de mayo no necesariamente pone en tela de juicio esa hipótesis, sino que simplemente sugiere que la crisis evolucionó más allá de su desencadenante inicial.
– Un tercer acercamiento para entender los acontecimientos recientes es mirar el propio ejército y las tensiones entre sus diversas facciones. Para algunos analistas, el retraso en abordar las reformas clave en el sector de la seguridad desde la guerra civil ha sido un factor crucial en el creciente desencanto del ejército. Los problemas dentro del ejército no son nuevos. Bajo el primer presidente del país, Félix Houphouët-Boigny, el papel de los militares se mantuvo estrictamente al mínimo. Pero después de su muerte en 1993, el país entró en agitación y el ejército comenzó a reflejar el clientelismo y el favoritismo étnico que se desarrolló bajo el presidente Henri Konan Bédié.
En 1999, el ejército se amotinó, resultando finalmente en un golpe militar que quitó a Bédié. Las facciones dominantes emergieron dentro del ejército bajo nombres tales como Brigades Rouges, Camora, Cosa Nostra, PC Crise, y Kamajors. En 2008, tras el final de la guerra civil 2002-2007, el ejército se amotinó una vez más, esta vez bajo el reinado del presidente Laurent Gbagbo. Las divisiones que han fragmentado el ejército en el pasado todavía están presentes hoy, pero han tomado una forma diferente con la integración de las fuerzas rebeldes proOuattara después de la guerra civil de 2010-11.
También hay agrupaciones que representan a antiguos comandantes regionales en las zonas controladas por los rebeldes, como los que estaban aliados con Ibrahim Coulibaly, un exrebelde asesinado en 2011, o Issiaka Ouattara (alias Wattao). Es revelador que el reciente motín fue resuelto y mediado por Wattao, que actualmente es el segundo al mando de la guardia republicana. La cadena de mando militar oficial parece desconectada de ciertas facciones.
El gobierno de Costa de Marfil es consciente de estas cuestiones. En respuesta, ha completado un proceso de desarme, desmovilización y reintegración (DDR), y actualmente se están abordando las reformas del sector de la seguridad. Pero el legado de la guerra civil y la historia del faccionalismo dificultan la reforma del ejército.
Jeremy Allouche y Oswald Padonou
Fuente: African Arguments
[Traducción y edición, Fernando Martín]
[Fundación Sur]
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