El efecto Nollywood
No es del todo justo señalar al pentecostalismo como el único culpable de esta epidemia de acusaciones de brujería infantil.
Como sucede con el asesinato de JKF, o el atentado de las Torres Gemelas del 11 de septiembre, parece que muchos recuerdan con claridad donde estaban cuando vieron por primera vez la película “End of the Wicked”, que podría traducirse por “El castigo de lo impíos”.
Patience Itoro recuerda que fue en 2001, en la ciudad de Eket, en el estado de Akwa Ibom. La película trata de una familia, la familia Amadi, que vive con la madre del padre, quién se descubre que es una bruja. Los hijos de la familia acaban por unirse al culto, y durante la película se les puede ver comiendo carne humana y conspirando para matar a sus padres. En otra escena, se ve como los niños ríen mientras se le arrancan los ojos a un hombre.
Producida en 1999 por la iglesia de góspel Liberty Gospel Church, la película contaba con la actuación de la líder de la congregación, Helen Ukpabio, quién interpretaba a la sacerdotisa que termina por delatar y destruir a los hechiceros. El estreno de la película fue controvertido, y en aquel momento se le culpó por la ola de acusaciones de brujería contra niños de las décadas de los 90 y los 2000. La película ha sido acusada de difuminar la línea que distingue la realidad de la ficción.
Pero Itoro asegura que ella no se deja engañar. “Me pareció que daba miedo”, dice mientras barre su parcela. “Pero sé que no es real”. Tres vecinos que están sentados alrededor del patio aseguran haber oído hablar de la película, pero no haberla visto todavía. Cuando les ofrecemos ver un extracto de la película, su curiosidad se hace visible. Se agrupan alrededor del ordenador y hacen muecas mientras ven lo que hacen los niños hechiceros en la película.
“Eso ha sido aterrador”, dice Unwana Nse. “Pero me ha servido para confirmar que la brujería es real”. A su lado, Esther Friday, dice estar confundida. “No sé si eso era real o era actuado”, admite. Peter Itoro opina que es la prueba de que esas cosas pueden ocurrir en la vida real. “No sabemos qué tipo de gente se esconde detrás de las vestimentas”, dice. Y ahora, su mujer Patience, ha cambiado de opinión. “Esa película me ha dejado claro que existe esa gente”.
Comúnmente conocido como Nolywood, la industria del cine nigeriana es segunda, sólo por detrás de Bollywood, en cantidad de películas producidas al año. Las películas que más abundan son las de romance, de comedia y las que se agrupan dentro de la categoría conocida como “hallelujah”, donde se encuentran las películas con una gran carga de mensajes religiosos.
Los nigerianos han criticado el papel de la industria en la propagación de estereotipos negativos sobre el continente, incluida la atención prestada al tema de la brujería. Paradójicamente, sin embargo, una de las claves del éxito de estas producciones es que son la plataforma en la que los africanos pueden contar sus propias historias.
Uno de sus productores, Orok Atim, dice que por muy “negativo” que sea el tema de la brujería, es un fenómeno que afecta a las vidas de los nigerianos, y que por lo tanto es un tema que esperan encontrar a la hora de ver películas nigerianas. Su próxima película hablará de la experiencia sobrenatural de un amigo suyo fallecido. “Hoy en día, la brujería existe en nuestra sociedad”, declara. “Las personas quieren ver lo que conocen, escuchar lo que conocen, quieren sentirlo y quieren entenderlo”. Pero añade que “Eso no quiere decir que debamos tener miedo. No. Hay esperanza”. Atim sostiene que sus películas ayudan a los nigerianos a enfrentarse a sus miedos, y dice que“[Son las iglesias] las que están utilizando la brujería para aprovecharse de las familias, destrozar las vidas de niños y emplearlo como método de extorsión”.
Basil Ngene, productor de cine y dueño de una tienda de películas en Calabar, también absuelve a la industria del cine de toda culpa: “Las películas de Nollywood solo resaltan lo que ya existe”, dice mientras coloca nuevas películas en las estanterías. “El cine no crea ni a las brujas ni a los exorcistas”. Dice saber que la brujería es real porque lo leyó en la Biblia. Ngene también contradice la percepción occidental de que solo los nigerianos ingenuos creen y tienen fascinación por la brujería y los poderes”.
Pero para Ebe Ukara, en vez de reflejar una cultura ya existente, lo que hacen estas películas es crear una nueva. “Las personas ven estas películas y copian lo que ven a hacer a todos esos profetas ficticios”. “Se están haciendo muchas cosas que se ven en las películas y que nunca antes se habían hecho”.
Y para James Ibor, películas como End of the Wicked, no sólo popularizaron la percepción de que los niños podían ser hechiceros, sino que también han conseguido hacer creer a las personas que pueden convertirse en brujos si comen comida contaminada. “Y ahora, las películas como End of the Wicked no se muestran como películas de ficción, como Harry Potter. Se consideran una herramienta religiosa de evangelización, son un complemento de la Biblia.”
Las consecuencias
Sea lo que sea lo que precede a estas creencias, los niños como Godbless son la prueba de algo muy claro: una vez estas en la calle, no hay vuelta atrás. Por suerte, aunque muchos de estos niños hayan caído en el olvido, sigue habiendo gente que lucha por ellos.
Hay un montón de organizaciones nigerianas como BRCI o Way to Nations tratando de hacer algo más que rescatar a estos niños, injustamente acusados, de las calles. Intentan reunirlos con los mismos familiares que les marginaron en primer lugar. Pero sus esfuerzos apenas tienen éxito, incluso con familiares lejanos.
Emmanuel lleva en el refugio de emergencia de BRCI desde diciembre de 2017. A este niño, de tan solo 9 años, le echaron de la casa de su padrastro después de que la iglesia local le acusara de brujería. Su padrastro Udong Umoren le amenazó con matarle con un machete si se atrevía a volver. Tuvo que dormir al raso durante varios meses antes de que BRCI le acogiera.
La organización asegura que tuvo que pagar a la policía 5, 000 nairas, (12 €) para que arrestara al padrastro, pero ya ha sido puesto en libertad. Los intentos de reunir a Emmanuel con su familia han sido inútiles. Udong huyó hace poco, después de confundir al personal de BRCI con la policía.
A pesar de que la madre de Emmanuel, Theresa Umoren, no está de acuerdo con que su hijo fuera expulsado de su casa, ella es quién advirtió a su marido para que huyera. “Mi hijo duerme en la calle, y eso no me gusta”, dijo Theresa. “Pero debo respetar a mi marido por el bien de nuestros otros hijos”. “No hay nada que pueda hacer. Debéis mantenerle alejado, donde esté a salvo”, añadió. La confusión interna de Theresa se hace evidente cuando habla por teléfono con Emmanuel por primera vez en 5 meses”:
Del otro lado de la frontera estatal, en Akwa Ibom, Jehu Tom ha tenido algo más de suerte. La organización Way of Nations ha conseguido localizar a la abuela de un niño que vive en su centro de acogida en Eket. La abuela ha aceptado hablar con Precious. El niño de siete años fue abandonado en una gasolinera de Mobil en Eket, donde ha estado viviendo durante un mes. La abuela acogió a Precious después de que sus padres murieran, pero más tarde le culpó de su mala salud.
Llegar hasta este punto no ha sido fácil. El coche de la organización ha estado fallando, y la gasolina aquí es cara. Una vez localizada Mercy Campbell, Tom lleva a Precious a ver su abuela. Es un reencuentro extraño. No hay abrazos, ni bienvenida, ni siquiera una sonrisa. Tom insiste en que Precious se siente al lado de su abuela. El niño asiente, aunque mostrando su desgana, y se sienta al otro lado del banco de madera.
Tom le pregunta a la abuela que por qué creyó que su nieto era brujo. “Era muy cabezota”, dice. “Me desobedecía, y no escuchaba mis consejos”. Campbell añade que holgazaneaba en el colegio, y que cantaba canciones raras cuando estaba en casa. “Dicen que las acciones son más importantes que las palabras, aunque no creo en la brujería”, añade precipitadamente.
Tom explica que el lugar indicado para Precious no es el refugio, sino su hogar. Pero su abuela replica que no puede permitirse que vuelva a vivir con ella. “Yo me ocupé de él durante un año, no puedo seguir haciéndolo. La familia de su padre tendrá que encargarse de él”. Tom le pregunta qué es lo que siente cuando mira a Precious. ¿Amor? ¿Miedo? ¿Pena? A su abuela parece costarle encontrar una respuesta.
Tom vuelve a hacerle la misma pregunta.
“No le odio”, termina por contestar Campbell.
Marc Ellison
Los nombres de los niños han sido modificados para proteger sus identidades.
Fuente: Aljazeera
[Fundación Sur]
[Traducción y edición, Mariana Entrecanales]
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