El grave problema de las plagas en África Oriental

Si bien la incertidumbre causada por el COVID-19 todavía impregna al continente africano, lamentablemente los países de África oriental deben empezar a prepararse para el desastre una vez más, esta vez contra la segunda ola de langostas del desierto, a lo que se suman a otras enfermedades como la fiebre amarilla y el cólera. La langosta del desierto es uno de los muchos insectos, aves, gusanos y otros patógenos contra los que las comunidades agrícolas y ganaderas están luchando continuamente. Aunque la magnitud varía cada año, los agricultores de esta comunidad pierden entre el 30 % y el 40 % de su producción anual debido a estas infestaciones. Dado el enorme impacto social y sanitario que esto podría causar a casi 300 millones de personas residentes los países del este de África (Etiopía, Kenia, Uganda, Eritrea, Sudán, Sudán del Sur, Somalia, Yibuti), el impacto de la langosta del desierto será tan desastroso como, si no más, que los efectos del COVID-19. La langosta del desierto es la más peligrosa de las plagas de langosta debido a la capacidad de los enjambres para volar rápidamente a través de largas distancias. Una parte muy pequeña de un enjambre promedio (que ocupa aproximadamente una décima parte de una milla cuadrada) consume la misma cantidad de comida en un día que unas 12.000 personas. Además, las especies de langostas que se acercan a la región, las gregarias esquistocerca o langostas del desierto, son particularmente peligrosas, ya que pueden crecer en tamaño y fuerza cuando están en enjambres más grandes. Atacan indiscriminadamente granos, hierbas y demás plantas y, si se da el caso, también puede atacar a animales.

Hemos registrado los peligros de las plagas desde hace 2.000 años, incluso dentro de la Biblia y el Corán. Existen pruebas de los terribles efectos de los brotes de langosta y otras plagas, como el gusano del ejército y el pájaro quelea, pero sin embargo, apenas se han tomado medidas. Una plaga de esta magnitud posee el potencial de destruir cadenas alimentarias enteras, en una parte del mundo donde la escasez de alimentos y la producción siguen siendo un gran problema. Sin embargo, según la clasificación de la FAO, incluso sin tener en cuenta el impacto de las langostas, los países orientales (Etiopía, Kenia, Uganda, Eritrea, Sudán, Sudán del Sur, Somalia y Yibuti) se clasifican entre los que necesitan asistencia externa para la alimentación. La Organización de Control de la Langosta del Desierto (DLCO), formada en 1962, (por la convención firmada en Addis Abeba), para un control regional de plagas y vectores, por los países de la región y con sede en Yibuti, está actualmente equipada con aviones y equipos de campo. Por supuesto, la mayor parte de las operaciones de vigilancia, alerta temprana e incluso protección siempre debe ser llevada a cabo por el sistema nacional de protección fitosanitaria de los Ministerios de Agricultura de los respectivos países. Lamentablemente, un organismo tan emblemático e indispensable ha sufrido deficiencias de financiación y falta de equipos, ya que el compromiso de cada país miembro sigue siendo increíblemente bajo. El apoyo de otros organismos multilaterales como la FAO tampoco es muy diferente.

Las plagas y enfermedades no tienen fronteras. La demarcación geopolítica, en este caso, es absolutamente irrelevante. La construcción de un sistema regional de alerta temprana, de grupos de conocimientos especializados y el uso de tecnologías de última generación no sólo son más viables desde el punto de vista económico, sino también biológicamente sólidos. Además, algunos de los países de la región son demasiado pequeños y vulnerables para desarrollar este tipo de actividades. Así mismo, políticos y agencias han de tratar estos desafíos recurrentes como emergencias. ¿Cómo es posible que un problema que aparece literalmente cada año (rara vez se salta al año siguiente) sea contabilizado como una emergencia? Desafortunadamente, es más fácil solicitar recursos cuando se está en una situación de emergencia ya que los donantes sólo reaccionan cuando las personas están muriendo. Debido al cambio climático, la sequía, las inundaciones, las enfermedades y las plagas se han hecho cada vez más frecuentes. Cientos de millones de personas en el este de África dependen de la agricultura. Dado que la región se ha vuelto cada vez más frágil debido al cambio climático y la falta de paz y estabilidad política, las instituciones de desarrollo deberían mejorar la gestión de este tipo de crisis para garantizar el sustento de pastores y agricultores, pilares de la economía. Desafortunadamente, a esta región todavía le queda mucho por recorrer. Necesitamos una nueva mentalidad, una nueva narrativa, una nueva capacidad y nuevas acciones proporcionales a la magnitud y urgencia del desafío.

Dr. Belay Begashaw

Fuente: The New Times Ruanda

[Traducción y edición, Patricia Fernández Blanco]

[Fundación Sur]

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