En África, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se prevé que la tasa de crecimiento económico mantendrá un ritmo sostenido, un poco más alto que la tendencia reciente del 5 % anual. La urbanización de África se desarrolla con rapidez, con cerca del 50 % de la población viviendo en las ciudades. Por este motivo, puede parecer paradójico sugerir que la agricultura debería ser la prioridad número uno de África, en particular cuando se trata del empleo. Pero existen muy buenas razones para hacerlo, afirma la OIT.
Más del 60 % de la población económicamente activa de África trabaja y vive de la agricultura; más de la tercera parte del valor añadido total proviene de la agricultura; y, sorprendentemente, África importa cerca de 50.000 millones de dólares en alimentos cada año, la mayor parte para abastecer su población urbana en rápida expansión. Esta cifra equivale a la suma de lo que África recibe por concepto de ayuda oficial al desarrollo, y es más de cinco veces superior a lo que el Banco Africano de Desarrollo invierte para su futuro crecimiento económico.
La realidad es que la agricultura en África ha sido descuidada tanto por los gobiernos como por las instituciones de desarrollo internacional y los asesores en materia de políticas comerciales y aduaneras.
Algunos países africanos, como Costa de Marfil y Ghana, productores del 70 % del cacao mundial, se han puesto de acuerdo para exigir nuevas condiciones comerciales de los empresarios extranjeros, para procesar localmente los productos y crear nuevas oportunidades de trabajo para sus ciudadanos.
La OIT proyecta a nivel mundial 207 millones de desempleados en 2022 y no espera que el empleo global se recupere a los niveles previos a la pandemia hasta, al menos, 2023. Su director general, Guy Ryder, advirtió sobre una recuperación «lenta e incierta» para el mercado laboral mundial.
El organismo de la ONU también hizo sonar la alarma sobre la disminución desproporcionada en el empleo de las mujeres y el cierre de escuelas que ha tenido “implicaciones a largo plazo en cascada para el empleo y la educación y capacitación de los jóvenes, especialmente aquellos que han tenido acceso limitado o nulo al aprendizaje en línea, como en África Subsahariana”.
La crisis económica y el cierre de escuelas derivados de la pandemia de la COVID-19 han hecho que millones de niños sean más vulnerables a trabajar más horas, en peores condiciones y en trabajos peligrosos. La participación en el trabajo infantil ha aumentado hasta los 160 millones.
“No solo deberían ‘enseñar’ a sus proveedores a evitar el trabajo infantil, sino también a apoyar sus esfuerzos para desarrollar alternativas. «Eliminar» el trabajo infantil de una cadena de suministro solo puede conducir a un aumento del trabajo infantil en otras partes de la economía si las causas fundamentales no se abordan de una manera más sistémica entre todos los socios«.
A algunas regiones les ha ido peor que a otras. El crecimiento de la población del África subsahariana, la pobreza extrema y la falta de planes de protección social han empujado a otros 16,6 millones de niños al trabajo infantil en solo cuatro años.
“El derecho a la educación ciertamente se ha visto afectado por el cierre de escuelas, que en países como Uganda ha durado dos años. Cuanto más duran los cierres, más difícil es recuperar a los niños”.
El acceso desigual al aprendizaje a distancia, sobre todo en el hemisferio sur, ha creado una nueva brecha digital dentro de un país y entre países.
Según certifica el informe Foesa de Caritas Española, también España está sufriendo la precariedad del empleo, de la vivienda, sanidad y educación, acentuando la desigualdad por género, edad y origen. Un dato demoledor de este informe profesional de Caritas, es que: 11 millones de españoles sufren la exclusión social.
El coronavirus ha dejado a 2,5 millones de españoles más en la cuneta de la exclusión en apenas un par de años. Así, certifica que la pobreza severa ha dado un salto del 9,5 % al 11,2 %, así como, hecho vergonzoso para nuestros líderes, que en dos millones de núcleos familiares no hay un empleo, ni se le espera.
La creación de empleo y de oportunidades para la sociedad, tanto aquí como en África, es la gran asignatura pendiente y delata una seria falta de profesionalidad, de responsabilidad y de auténtico humanismo en muchos líderes y en gran parte de nuestra sociedad.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]