El crecimiento ilimitado imposibilita un desarrollo sostenible en África y en el mundo

1/07/2019 | Editorial

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En la mentalidad occidental actual, el crecimiento económico ilimitado se ha convertido en la ideología dominante y hasta en una obsesión para buena parte de la ciudadanía y de la mayoría de los gobiernos.

Este sistema económico se caracteriza por el mercado libre pero controlado por los más poderosos, y por la propiedad privada, aun privando de lo necesario a la mayoría.

En nuestra cultura occidental, la idea de “crecimiento económico y progreso” se ha convertido en un imperativo, con el que se intenta justificar cualquier decisión, aunque sea inhumana como la venta de armas.

El máximo beneficio económico para los poderosos justifica todo. Los discursos se llenan con la palabra “progreso”.

Este sistema de crecimiento ilimitado lleva al híperconsumo de bienes no básicos y necesarios, sino superfluos, que crean incluso dependencia. Cuanto mayor sea el vacío que se experimente, más se necesitan cosas y marketing.

Pero algunos hechos, como: el calentamiento global y la creciente desigualdad social, nos llevan a cuestionar esta economía capitalista, gestionada sin valores humanos.

Afortunadamente, desde finales del siglo XX han surgido por todo el mundo movimientos sociales que cuestionan este modelo de crecimiento ilimitado, y postulan otro modelo de crecimiento, más inclusivo, sostenible y humano. Estos movimientos promueven una economía del bien común, a través del cooperativismo y de la inclusión.

Estos movimientos cuestionan tanto el “capitalismo” como el “comunismo”, y abandonan la dialéctica de “derecha-izquierda”, que es parte del mismo sistema. Dichos movimientos son pacíficos, participativos y ecológicos.

Tales movimientos sociales dan mucha importancia a los bienes “relacionales” que son comunes e incluyen muchos aspectos de la vida, de la convivencia, del cuidado mutuo y del espacio público.

Necesitamos movimientos sociales fuertes para promover una gestión de los recursos más colaborativa, justa y según la voluntad popular, y no según las élites económicas.

Los retos actuales, como: las desigualdades sociales, el cambio climático, la egoísta gestión de recursos, la pérdida del sentido de la vida, la debilidad de la democracia sin valores humanos, nos obligan a promover una mayor participación de la sociedad civil.

Existen modelos de interdependencia y de vinculación universal entre toda la humanidad, como son: el modelo de la filosofía africana: “Ubuntu”, (Humanidad: Yo soy porque tú eres), que significa dar y recibir, un compartir vital, o también el modelo de la filosofía del “Buen vivir” (Sumak Kawsay) de Ecuador-Bolivia, que significa una vida basada en la armonía de la comunidad, de los demás seres vivos y de la naturaleza.

Se trata pues de promover estas alternativas que se centran en el respeto de la dignidad humana y en trabajar por el bien común, pues los bienes son para todos.

La necesidad de un cambio es evidente. Existe también un compromiso, la Agenda 2030, con el Objetivo global por el Desarrollo Sostenible, solidario y ecológico, (ODS), que es el mejor proyecto, acordado por 192 países en 2015, y reclamado por todos los movimientos sociales de trabajadores, jóvenes y mujeres, en África y en el mundo entero.

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