Entre el copioso acceso a interesantes y académicos tratados sobre la economía actual, me enriquecen, ante todo, los estudios y libros sobre la economía al servicio de la vida y, por tanto, contra la necronomía, o la “economía que mata.”
Los autores que más me han inspirado últimamente, como: Rutger Bregman con su “Utopía para realistas”, Iamnol Zubero en su estudio “Contra la necronomía: Necesidad y posibilidades de una economía al servicio de la vida”, y el papa Francisco en sus recientes encíclicas: “Evangelii Gaudium”, “Laudato Si” y “Fratelli Tuti” presentan una crítica y análisis profundo sobre la economía capitalista “que mata”, y exponen al mismo tiempo una economía justa, solidaria, y al servicio de la vida humana.
«Cuando los empleados y empleadas de los bancos fueron a la huelga”, que durante seis meses paralizó la actividad de estas entidades en Irlanda, en 1970, la sociedad creó, alrededor de los “pubs” otra economía que les facilitaba los servicios necesarios. Según los historiadores, la razón de que los irlandeses pudieran manejarse tan bien sin bancos se debió a la cohesión social.
Algunas actividades humanas están más ligadas a las personas, mientras que otras actividades están más conectadas al capital y a la economía.
Esta historia contrasta con otra que también recoge Bregman en su libro: la huelga de recogida de basuras que en 1968 bloqueó totalmente la vida de la ciudad de Nueva York, a pesar de su corta duración: tan solo diez días.
El capitalismo no es solo una economía, es un sistema social. Un sistema social que transformó nuestra forma de producir, pero, sobre todo, transformó nuestra forma de ser. El Homo economicus, la mujer y el hombre formateados por el capitalismo, no son solo personas que producen y consumen de otra manera, a la manera del mercado, son mujeres y hombres que sienten y desean a la manera del mercado; no solo hacen según la lógica del capitalismo, son según la lógica del capitalismo. ¿Y cuál es esta lógica? La lógica del interés económico.
El hombre, [a diferencia de todas las demás especies animales] está casi permanentemente necesitado de la ayuda de sus semejantes, y le resultará inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia.
Algunos economistas, como: Cohen y Macfarlane sostienen que «el hombre moral abandona la sala cuando entra el Homo economicus», cuando dicen, que el dinero, «que es una forma abreviada de expresar relaciones capitalistas, valores de mercado, comercio e intercambio, nos introduce en un mundo de confusión moral». El capitalismo revolucionó el mundo cuando puso el valor de cambio de un bien, un recurso o un servicio (su valor de mercado), absolutamente por encima y al margen de su valor de uso, de su utilidad práctica.
El resultado es una paradójica inversión de valores: las actividades más necesarias, que son las más pegadas a la vida, son las menos reconocidas, las peor consideradas, las peor pagadas; lo contrario de lo que ocurre con las actividades más alejadas de la vida y más pegadas al dinero.
Los daños sociales y ecológicos causados por el consumismo, así como la insatisfacción y ansiedad que este provoca, son más graves y destructores de vida que el valor monetario que generan.
CIDAF-UCM