En el continente africano, según informa África Confidential, se están librando más guerras que en ningún otro momento de los últimos ochenta años.
Cuando lleguen a Addis Abeba para la cumbre de la Unión Africana en febrero, los dirigentes africanos tendrán que tomar algunas decisiones difíciles mientras intensifican sus esfuerzos para abordar las crisis de seguridad que están matando a decenas de miles de personas. El FMI y el Banco Mundial han advertido de que la creciente ola de conflictos en África, especialmente en Sudán, República Democrática del Congo (RDC), Burkina Faso, Malí, Níger, etc., está frenando el crecimiento regional y el desarrollo del continente y del mundo.
La UA necesita no solo un nuevo presidente, capaz de ganarse la confianza de los gobernantes africanos, sino sobre todo necesita reformas económicas radicales, gobiernos democráticos que pongan los ejércitos al servicio de la sociedad y una eficaz cooperación a nivel panafricano. En África, como el norte global, la democracia y el diálogo se va debilitando, mientras los dictadores y grupos fundamentalistas aumentan.
Al igual que muchas organizaciones continentales, la UA se ha visto paralizada por la división entre gobiernos rivales y por la injerencia externa. Pero su prioridad actual es resolver los conflictos existentes y poner en marcha programas de desarrollo sostenible para el bien común.
Muchos de los conflictos que se desarrollan en el Sahel –desde Malí hasta Sudán– han quedado fuera de la agenda de la UA. Las sanciones impuestas por la UA a los regímenes militares la excluyen de una participación constructiva en algunas de las peores guerras del continente. La cooperación real es difícil también para los gobiernos africanos.
El presidente de Kenia, William Ruto, comenzó su mandato con una ambiciosa agenda continental, pero ha concentrado luego su atención en el ámbito nacional. Los intentos del presidente de Angola, João Lourenço, que representa a la UA y a África meridional, de mediar en la guerra de Kinshasa y Kigali por la tierra y los recursos en el este de la RDC, han tenido avances muy limitados. Los jefes de Estado en funciones y los ancianos, como Mbeki y Obasanjo, deben tener un papel crítico a la hora de presionar a los combatientes y grupos radicalizados.
Se están provocando más guerras en África, en Oriente medio, y en el Norte global, que en cualquier otro momento de la historia. Las causas son múltiples, complejas y a menudo específicas de cada país. Pero hay puntos en común, como el abuso de poder y de recursos, el injusto gasto militar, los grupos radicalizados, las condiciones meteorológicas extremas que han obligado a millones de agricultores a desplazarse, junto con condiciones económicas más duras y una carga de deuda cada vez mayor.
La ONU, así como todo el sistema constitucional y democrático, es más débil a medida que los poderosos, sobre todo del norte global, acaparan el poder gracias a su control del capital y el poderío militar. Para muchos gobiernos africanos, la guerra, el saqueo y la opresión son ya el “pan de cada día”. La UA se enfrenta al mayor desafío de su historia.
CIDAF-UCM