El presidente maliense, Assimi Goïta, elogió recientemente los méritos de las fuerzas de defensa y de seguridad del Sahel durante su discurso con motivo del primer aniversario de la Alianza de los Estados del Sahel (AES), transmitido por las cadenas públicas de Malí, Níger y Burkina Faso.
El doble atentado sangriento que azotó la capital de Malí, Bamako, el martes 17 de septiembre, y que fue perpetrado por el Grupo de Apoyo al islam y los musulmanes (GSIM o JNIM), confirma de forma tan mortífera como espectacular la ampliación de la zona de acción del grupo yihadista en todo el Sahel. Este ataque, en la misma capital del Malí, aún no ha revelado todos sus secretos. Las autoridades todavía no han proporcionado ningún resultado humano ni material.
Esta Alianza de los Estados del Sahel (AES) ofrece garantías de seguridad más sólidas para los tres países y el Sahel, pero queda por verse todavía su credibilidad y eficacia. El desarrollo de esta Alianza significa una enorme esperanza para las sociedades de esta región.
La liberación y la paz de la región depende ante todo de sus propios pueblos. Ni los militares, ni los gobiernos pueden garantizar la paz y la seguridad si las propias sociedades y pueblos no lo quieren de verdad y se comprometen.
Pensar y esperar que los ejércitos y militares aseguren la paz y la seguridad necesarias, en cualquier país del globo, es una quimera y un engaño para cada nación. La máxima contribución de cualquier ejército en un país o región es parar la violencia o la invasión, venga de donde venga.
Pero luego queda la tarea y proyecto más importante, que es trabajar juntos para promover un desarrollo sostenible y una gestión justa y solidaria de todos los recursos disponibles, con una gobernanza responsable. Esto significaría construir una buena cohesión y convivencia social, así como un bienestar para todos.
Los países de la Alianza del Sahel se encuentran en una encrucijada y los compromisos que tomen ahora pueden determinar el presente y el futuro devenir de todos sus pueblos.
Lo que está claro es que la solución no llegará ni del exterior ni de las grandes potencias, aunque una colaboración internacional sea necesaria, sino de los propios pueblos oprimidos, una vez comprometidos a trabajar juntos.
CIDAF-UCM