El mundo se encamina a toda velocidad hacia una emergencia climática universal. Mejor descrita como una emergencia de la Tierra, la potencial devastación de los seres humanos y la naturaleza hace que sea absolutamente evidente que no puede haber vida humana sin la naturaleza. Esto restablece el desafío humanitario central: ¿cómo encontramos una armonía entre la humanidad y la naturaleza que salve vidas?
Salvar a los seres humanos no es posible sin salvar el planeta. También necesitamos cambios radicales en la práctica humanitaria y la rápida fusión de las agencias humanitarias y ecológicas.
Actualizar la ética, las operaciones y las instituciones del humanitarismo requiere cuatro grandes cambios en nuestra mentalidad y en nuestra forma de vida para crear un Humanitarismo que sea adecuado para salvar la Tierra del siglo XXI.
En primer lugar, necesitamos renovar nuestra forma de ver y de tratar la humanidad como seres humanos que forman parte de una comunidad terrestre más amplia.
En esta emergencia que afecta a toda la vida, no es posible trabajar con principios humanitarios concebidos en 1965, en gran medida para la guerra, y simplemente añadir principios ambientales adicionales como políticas subsidiarias.
Un gran logro de los últimos 250 años ha sido reconocer a la humanidad como una única comunidad en todo el mundo, en la que cada ser humano importa. Pero la humanidad no existe aislada, como lo sabe todo trabajador humanitario que lucha por conectar a las personas que sufren con los aspectos vivificantes de la naturaleza (agua, comida, refugio, refrigeración y buena salud). Vivimos en la tierra y no es sensato priorizar solo a la humanidad. Solo podemos vivir como humanos gracias a otras formas de vida y al medio ambiente que las sustenta.
La supervivencia es un proyecto conjunto entre la humanidad y la naturaleza. Cada uno ayuda al otro en formas de ayuda mutua entre especies. El principio de humanidad debe revisarse para reflejar esta verdad. Una nueva versión podría decir: “Aliviar el sufrimiento humano dondequiera que se encuentre en la emergencia de la Tierra mediante la protección y adaptación de la vida humana en armonía con la naturaleza”. Esto indica una profundización de nuestro propósito humanitario de respetar toda vida y proteger el mutualismo vivificante entre la humanidad y la naturaleza.
El principio de imparcialidad también debería revisarse para tomar en serio y de manera justa las necesidades de la naturaleza junto con las necesidades humanas en la asignación de ayuda humanitaria.
Centrarse sólo en salvar vidas en el presente no es suficiente, cuando sabemos que las condiciones de la tierra empeorarán con el tiempo. Esto significa que el futuro se convierte en parte de la emergencia del presente.
La planificación, mirando al futuro, debe convertirse en la norma en la acción humanitaria si se quiere que la ayuda sea oportuna y pertinente para las comunidades que luchan por hacer frente a la situación y adaptarse.
La ayuda anticipatoria, basada en alertas tempranas y pronósticos de impacto, opera con días, semanas y meses de anticipación. Gran parte de la reducción del riesgo de desastres se centra en la adaptación a largo plazo. Esto hace que los trabajadores humanitarios inviertan correctamente en nuevas infraestructuras, protección de los ecosistemas y soluciones basadas en la naturaleza que pueden tardar años en construirse y que apuntan a la protección de la vida en la próxima generación que aún no ha nacido.
Esto significa actualizar el análisis individual del ser humano con un enfoque global y ecológico. La mirada humanitaria debe considerar las necesidades y capacidades integradas de los seres humanos y la naturaleza en conjunto en una geografía en riesgo de sequía o inundaciones, o que sufre a raíz de incendios forestales, tormentas, abusos de los recursos o guerras. Las necesidades de los animales, las plantas y los ecosistemas deben verse junto con las necesidades de los seres humanos e impulsar una respuesta basada en un desarrollo sostenible, solidario y ecológico.
CIDAF-UCM