Los abusos de poder, de recursos y los escándalos sexuales son, por desgracia, algunas de las características de los jefes y gobernantes de los pueblos en cada continente. Presento aquí cuatro ejemplos de gobernantes en África.
Al igual que Baltasar Ebang Engonga en Guinea Ecuatorial, muchas figuras políticas africanas se han enfrentado a un escándalo sexual y de la corrupción. Algunos han desaparecido de la vida pública, otros siguen en el cargo.
Antes de este mes de noviembre, el nombre de Baltasar Ebang Engonga probablemente no significaba nada para quienes no conocían el pequeño medio político-económico de Malabo. Ahora bien, pocos desconocen el apodo de este sobrino del presidente Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, un apodo en referencia a su físico que algunos consideran ventajoso: Bello, que ha causado uno de los escándalos sexuales más sonados en África. Se han filtrado en las redes sociales cientos de videos íntimos de este ecuatoguineano.
En 2006, Jacob Zuma, entonces vicepresidente y sobre todo candidato a suceder al presidente sudafricano Thabo Mbeki, fue acusado de haber violado en su casa a una mujer seropositiva de 31 años, hija de uno de sus mejores amigos.
Zuma, entonces presidente del Consejo Nacional contra el Sida, explica también que se duchó después del acto sexual, para minimizar el riesgo de infección. Una declaración que provocará una gran indignación en un país asolado por la epidemia. Absuelto tras un sonado juicio, llegó al poder en 2009. Fue derrocado en 2018, a la edad de 78 años, arrastrado por casos de corrupción.
El 3 de septiembre de 2017, el periódico sudafricano Sunday Independent afirmó tener documentos que demostraban que “Ramaphosa”, entonces vicepresidente del país, tenía nada menos que ocho amantes, algunas de las cuales todavía eran estudiantes. Un año después, fue elegido presidente del país. Durante su mandato, lanzó una amplia campaña para combatir la violencia contra las mujeres, proponiendo una serie de medidas contra las agresiones sexuales, en particular penas más severas. Pide a sus compatriotas que luchen juntos contra las violaciones y las agresiones sexuales que, según sus palabras, constituyen una “crisis nacional” en Sudáfrica.
En febrero de 2021, Adji Sarr, empleada de un salón de belleza de Dakar, acusó a Ousmane Sonko, entonces diputado, de haberla violado en varias ocasiones y de haberla amenazado de muerte. Esta denuncia será el punto de partida de una larguísima serie político-judicial con múltiples idas y vueltas y una de las crisis políticas más graves que ha vivido el país. Los disturbios que estallaron tras la primera citación judicial del opositor dejaron 14 muertos.
Kembo Mohadi renunció a su cargo de vicepresidente de Zimbabue “con efecto inmediato» el 1 de marzo de 2021, a través de un comunicado en twitter, tras filtrarse grabaciones de audio en las que el político era muy insistente en la solicitud de favores sexuales a varias mujeres, una de las cuales sería su colaboradora.
Deseo mencionar ahora los horribles abusos sexuales que se han cometido como “medios de guerra” y de opresión sobre las mujeres más indefensas. Uno de los ejemplos más crueles, impunes y continuados, es el sistemático abuso y destrucción sexual de las mujeres en la región de Kivu, en la República Democrática del Congo (RDC). Los testimonios de las mujeres y del doctor Mukwege en el hospital de Panzi, en Bukavu, presenta esta crueldad indescriptible. Los soldados y sus mandos, tanto rebeldes como de las Fuerzas Armadas nacionales, son los principales responsables de semejantes crímenes.
Similares ejemplos de horribles crímenes contra la humanidad se siguen cometiendo hoy en decenas de países en guerra civil: como: Sudán y Sudán del Sur, Somalia, Kivu (RDC), RCA, Mozambique, Etiopía, Ucrania, Líbano, Palestina y en países con guerrillas yihadistas y terroristas. En Uganda, la Comisión Nacional de Justicia y Paz informó que los militares del ejército nacional cometieron más atrocidades que por los grupos rebeldes.
Sin una educación integral de ciencia y de valores humanos, la sociedad se queda como un barco a la deriva, sin norte o referencias sólidas de valores, a merced de los abusos del más fuerte. Entonces dejamos de ser humanos para convertirnos en lobos para los demás.
No podemos culpar nadie, porque la responsabilidad es nuestra.
CIDAF-UCM