Dirigentes africanos. Una soberanía que se adapta con facilidad

13/04/2011 | Opinión

Son numerosas las voces que se alzan en el continente africano para denunciar las intervenciones militares extranjeras que tienen lugar en ciertos países. Si el principio de no-injerencia en los asuntos de un Estado soberano sobre el que se basan esas distintas condenas es reconocido y defendido por todos, no deja de parecer que esas recriminaciones hacen caso omiso del contexto en el cual se realizan esas ayudas armadas. Peor aún, algunas de esas negativas brillan por su contraste con el comportamiento real de sus autores.

Los temas, aún de actualidad, de los conflictos libio y marfileño son edificantes. Los Jefes de Estado de la Unión Africana (UA) han condenado por unanimidad la operación “Alba de la Odisea” en Libia. Ciertamente, de esa forma han hecho gala de la virtud de la solidaridad, tan apreciada en el continente. Pero ahí donde el zapato aprieta, es de un silencio cómplice de lo que han hecho gala cuando los soldados de Mouammar Kadhafi disparaban con armamento pesado sobre la población libia desarmada. Del mismo modo la UA ha mostrado tibieza en las medidas tomadas contra la usurpación del poder por Laurent Gbagbo, presidente saliente de Costa de Marfil. Tanto es así, que una vez más ha sido necesario un apoyo exterior, en este caso el de Francia y el de la Organización de Naciones Unidas, para conseguir la rendición de la mayor parte de las fuerzas militares pro-Gbagbo y poner fin a los disparos indiscriminados contra la población civil. Creyendo haber “cazado” a los dirigentes africanos que tuvieron el valor de aclamar esta saludable acción de la Licorne (contingente militar francés destacado en Costa de Marfil) y de la ONUCI (Operación de la ONU en Costa de Marfil), Jean-Marie Doré, ex-primer ministro guineano, cayó en su propia trampa al evocar a los padres fundadores de la Unión. Arguyendo que grandes figuras africanas como Kwame N´krumah, Amed Sékou Touré, Gamal Abdel Nasser, y Julius Kambarage Nyerere no hubiesen aceptado este tipo de intromisión en los asuntos africanos, el antiguo jefe de gobierno de Guinea Conakry parece ignorar limpiamente que estos mismos iconos citados como ejemplo deben su renombre a que nunca se han comportado como Gbagbo o Kadhafi. Y cuando el señor Doré prefiere siempre una solución africana a esos problemas, está sin duda haciendo la política del avestruz, fingiendo no acordarse del fracaso de las numerosas misiones pacíficas que se emprendieron.

Los opositores a la participación de los occidentales en la liberación de los pueblos africanos presa de la barbarie de sus dirigentes, hubiesen sido tomados más en serio si ellos mismos se comportasen como dignos herederos de sus antecesores. De este modo habrían tenido que procurar que la independencia en nombre de la cual reclaman el respeto al derecho de sus países a decidir su propio destino, fuese una realidad. Y esta prontitud en rechazar el intervencionismo de las grandes potencias debe acompañarse de propuestas más eficaces que las que ya han fracasado. Ya que los occidentales no se hubiesen invitado a sus enredos si los presidentes africanos hubiesen logrado garantizar a sus respectivas naciones una soberanía alimentaria, sanitaria, educacional y económica, en vez de preocuparse de inflar sus patrimonios familiares. Los países desarrollados hubiesen tenido menos motivos para supervisar las elecciones en África o para imponer su Plan de ajuste estructural a los países en vía de desarrollo, si las cabezas coronadas del continente negro estuviesen imbuidas de la misma dignidad que aquellos que se sacrificaron para liberar la cuna de la Humanidad de la opresión colonial.

Cualquier otra actitud que consista en estar siempre dispuesto a humillarse ante las potencias mundiales para pedir ayuda y a continuación gritarle al invasor, cuando estas potencias querrán asegurarse de la conformidad del uso de esos medios con sus intereses, es indigna e hipócrita. Esta soberanía que se adapta con facilidad, de la que quieren servirse esta raza de jefes de estado para conservar el poder al que están enganchados como murciélagos a una rama, nunca será efectiva por utópica.

Juste PATOIN

Le Pays, Burkina Faso, 6 de Abril de 2011.

Traducido por Juan Carlos Figueira Iglesias.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster