Vivimos en una sociedad polarizada. Esto no es algo nuevo, pero su intensidad en África, y en otros continentes, sí que es preocupante.
Muchas democracias africanas se precipitan más hacia el autoritarismo, y dirigen los asuntos del gobierno y del país en clave tribal, de poder y de control de los recursos, tanto de los procedentes del propio país, como de los que llegan de otros gobiernos poderosos e interesados.
Nos preocupa la corrupción y la hipocresía en la política de Uganda y de otros países africanos, pero quizás lo más preocupante sea el desprecio de los diferentes poderes de un Estado democrático y de la Constitución, así como la exclusión de otras tribus y ciudadanos que son tratadas como enemigos del país.
Los famosos filósofos políticos Platón y Aristóteles temían la democracia por miedo a los demagogos que podían manipular a las personas sencillas y honestas. Por eso señalaban la importancia capital de la virtud y de la sabiduría. Todo estadista debe ser formado profesionalmente y además necesita largos años de formación en ética y en valores humanos.
Empoderados por la sabiduría, la profesionalidad y la responsabilidad podían participar en la política; o sea, en los asuntos de la sociedad. Para ser un gobernante democrático, por tanto, lo más importante no eran los votos, sino la sabiduría y los valores humanos de los líderes.
Winston Churchill admitió que la forma democrática de gobierno puede no ser la mejor forma de gobierno. Ciertamente, es mejor que los gobiernos autoritarios o totalitarios. Pero la gobernabilidad democrática funciona mejor cuando está dirigida por líderes íntegros y profesionales, así como por una sociedad informada y responsable.
En el peor de los casos, como vemos hoy, en Uganda y en otros países, como España, los gobiernos democráticos a menudo se han volcado hacia la política de divide y vencerás, enfrentando a una comunidad contra otra para ganar más votos, involucrándose en una retórica tribal, partidista y hasta religiosa.
Cuando los ciudadanos son despojados de su dignidad, cuando los seres humanos son excluidos de los valores éticos, entonces quedan reducidos por los poderosos a números, medios o máquinas para un fin político. En esta situación, la polarización, el enfrentamiento y la violencia se convierten en ingredientes de la sociedad humana en cualquier país del mundo.
Uno de los elementos centrales de la democracia es el diálogo y los acuerdos. Esta capacidad de diálogo ciertamente está disminuyendo. El mal uso de la palabra en los debates políticos ciertamente invoca pesimismo y sentimientos de desesperanza. Los líderes políticos pierden la decencia y usan todo tipo de palabras en público, ya sea en el parlamento o en otros foros públicos, y esto se ve en la mayoría de los países “democráticos”.
Las quejas no sirven. Lo que cada sociedad necesita, tanto en Uganda como en otros países, son ciudadanos y movimientos sociales bien preparados y comprometidos, con medios pacíficos, para denunciar las injusticias, garantizar el respeto a la Constitución, una gobernanza profesional y responsable, para crear una gestión justa de los recursos disponibles y nuevas alternativas de empleo y desarrollo sostenible.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]