Tras la detención el 24 de noviembre de cuatro militares de alta graduación en el marco de una investigación sobre el asesinato del antiguo presidente Melchior Ndadaye el 21 de octubre de 1993, el fiscal general de Burundi ha anunciado que se buscaban a varias otras personas; entre ellas, al antiguo jefe de Estado Pierre Buyoya. Ya era hora.
El asesinato del presidente Melchior Ndadaye es una de las tragedias menos conocidas de la historia africana. El jefe de Estado burundés, lo mismo que el presidente ruandés Juvénal Habyarimana y el de Burundi Cyprien Ntaryamira, éstos el 6 de abril de 1994, fue asesinado ante la indiferencia total de los africanos y de la comunidad internacional.
Todo comienza en junio de 1993. Burundi organiza sus primera elecciones pluralistas y democráticas y un joven político hutu, Melchior Ndadaye (40 años) es elegido presidente de la República, poniendo fin así a décadas de regímenes autoritarios de partido único, dominados por la minoría tutsi del partido Unión para el Progreso Nacional (UPRONA), dirigido en el momento de la elección por el presidente saliente, el mayor Pierre Buyoya. Melchior Ndadaye, en vez de monopolizar el poder que le había sido confiado por el pueblo en las urnas, decide codirigir el país con los vencidos.
Nombra, para ello, a Sylvie Kinigi, una tutsi de UPRONA, primera ministra. Este gesto de Ndadaye es portador de esperanza tanto para los burundeses habituados a pelearse encarnizadamente como para los ruandeses, que están en plenas negociaciones de paz en Arusha, Tanzania, tras la invasión militar de Ruanda por parte del Frente patriótico ruandés (FPR), dirigido por un tal Paul Kagame, apoyado éste por los EEUU y Gran Bretaña.
En efecto, el ejemplo burundés era la prueba de que hutus y tutsis de Ruanda podían cohabitar pacíficamente en aquel momento de extrema tensión sociopolítica, causada por la invasión del FPR. Pero, he aquí que: Paul Kagame, que privilegiaba la vía de las armas para hacerse con el poder en Ruanda, y que sabía que su movimiento no tenía posibilidad alguna de ganar las elecciones, veía las cosas de otro modo. No podía dejar que el ejemplo democrático burundés contrariara sus planes en el país de las mil colinas.
Con el apoyo de Uganda y del eje anglo-americano, se pone conspirar contra Ndadaye con el ejército burundés, esencialmente controlado por los tutsi. En la noche del 21 de octubre, el palacio presidencial es atacado por elementos del primer batallón blindado apoyado por paracomandos. El presidente Melchior Ndadaye es salvajemente asesinado a golpes de bayoneta. Kagame siguió el desarrollo de las operaciones desde un hotel de Bujumbura. Este asesinato, que se produjo solamente 100 días después de la investidura, provocó una guerra civil que duraría 15 años y causaría cerca de 100.000 muertos, tanto hutus como tutsis.
En el vecino Ruanda, provoca una increíble onda de choque. El razonamiento de la mayoría de los hutus ruandeses en ese momento es muy simple: si Melchior Ndadaye es salvajemente asesinado por los tutsis a pesar de su pragmatismo y de su política de apertura simbolizada por el nombramiento de tutsis para carteras ministeriales importantes, ¿qué destino trágico esperaría a los hutus que negocian en Arusha compartir con el FPR el poder? La afluencia de refugiados hutus burundeses a Ruanda y sus relatos sobre las exacciones cometidas por los golpistas tutsis traumatizan la población hutu ruandesa.
La comunidad internacional, concretamente los apoyos a Paul Kagame en Occidente, cierran los ojos.
Preocupado por esta situación, Cyprien Ntaryamira, que sucede a Ndadaye, lanza una advertencia a Bélgica, país colonizador y apoyo del FPR: “La situación de impunidad (con relación a los golpistas) corre el peligro de producir un incendio generalizado de la subregión y de comprometer el proceso de paz en Ruanda, así como de provocar tensiones y disturbios en el Kivu y conducir a una intervención armada en Zaire”. Predicciones premonitorias de Ntaryamira que se realizaron con sorprendente precisión: Paul Kagame y su FPR desencadenaron no solamente el genocidio al asesinar a los presidente Habyarimana y Ntaryamira el 6 de abril de 1994, sino que también invadieron el Zaire, luego convertido en República Democrática del Congo (RDC).
20 años más tarde y después de millones de muertos, África Central vive al ritmo de las guerras, genocidios y pillajes. Cuatro jefes de Estado han sido asesinados por los matones de Paul Kagame, con la bendición de Washington y Londres: Ndadaye, Habyarimana, Ntaryamira y Laurent-Désiré Kabila. Nada se ha hecho para aportar luz a estos asesinatos.
Burundi acaba de romper este ciclo de impunidad inculpando a los asesinos de Melchior Ndadaye. Ya era hora. A la espera de que vaya hasta el final…
Patrick Mbeko
Fuente: La Tribune franco-rwandaise
[Traducción, Ramón Arozarena]
[Fundación Sur]
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