¿De quién se puede uno fiar?

4/04/2018 | Opinión

Las “fake news” tienen mala prensa. Hasta el Papa Francisco las ha condenado. Pero hay algo peor: las medias verdades. “Los tontos mienten con mentiras y los listos con medias verdades”, me comentó alguien hace ya muchos años. El 19 de marzo, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, inició un viaje de tres semanas por los Estados Unidos (EE.UU.), en las que se está encontrando con dirigentes políticos, militares y financieros. El martes 20 fue recibido por Donald Trump. El jueves 22, todavía en Washington, tuvo un encuentro informal con los periodistas del Washington Post y la embajada saudí permitió revelar algunos contenidos de la entrevista. Así que esta semana me he entretenido descubriendo las medias verdades que medios que se dicen serios han publicado acerca de ese encuentro y de la visita todavía en curso.

Gobernador de Riad en 2009 con 24 años, ministro de la Defensa en marzo de 2015, Mohammed bin Salman es príncipe heredero desde junio 2017. Organizó en 2015 una alianza islámica de 41 países para luchar contra el terrorismo y conduce desde entonces la brutal e indiscriminada intervención saudí en Yemen, con el apoyo logístico de, entre otros, los Estados Unidos. Liberalismo económico, desarrollo sostenible, privatización progresiva de la industria petrolífera, mayor libertad para la mujer y su participación en la economía, son algunas de las medidas previstas en su “Visión 2030” dada a conocer en 2016. El 5 de junio de 2017 decretó la suspensión de relaciones diplomáticas de Arabia y sus aliados con Qatar, acusándolo de sostener el terrorismo. Y en octubre 2017 afirmó querer poner fin a la influencia de los religiosos conservadores y volver a “un islam moderado, tolerante, abierto al mundo “. Para hacer avanzar a su país Mohammed bin Salman usa la mano dura. La comisión contra la corrupción creada en noviembre del pasado año detuvo a más de trescientas personalidades (entre ellos varios príncipes, exministros y miembros de la Guardia Nacional), y los “encarceló” (en el lujoso hotel Ritz-Carlton de Riad), para liberarlos sólo después de que hubieran pagado compensaciones. En cuanto a su viaje por los EE.UU., su ministro de Exteriores Adel Al-Jubeir no ha podido ser más explícito: “Nunca nuestras relaciones con Estados Unidos han sido tan buenas, y nuestros puntos de vista sobre las crisis regionales son casi idénticos”. Hay, según el ministro, “dos visiones antagonistas”, la de la “luz”, defendida por Arabia Saudí, y la de las “tinieblas” del Irán chiita. Y no tiene sentido que el Congreso americano quiera disminuir la colaboración americana con Arabia en la guerra contra los rebeldes hutíes del Yemen.

mohammad_bin_salman.jpgEn el encuentro del 22 de marzo que tuvo lugar en la sede del Washington Post, entre el príncipe heredero y los periodistas, se habló de todo: del Yemen, del Oriente Medio, de las reformas en curso en el reino saudí, de su programa nuclear, de derechos humanos y de un Islam más moderado. El encuentro fue “off te record”, pero la embajada saudí permitió que se publicaran algunos extractos de la conversación. Los comentarios de los medios que he recogido este fin de semana se basan sobre todo en esos extractos. Por ello las divergencias son más llamativas.

“Ofensiva de seducción hacia los Estados Unidos”, había previsto la Agence France Press poco antes de la visita. Y ya el 1 de abril Fahad Nazer, consejero en la embajada saudí en Washington calificaba la visita de “resounding success”, éxito rotundo. Lo hacía en “Arab News” (Arabia Saudí), sin darse cuenta de que ese día era en muchos países occidentales “Fools’ Day” (equivalente del 28 de diciembre). Según Al Jazeera (Qatar) el éxito no ha sido tal ya que todavía sigue en vigor el “Justice Against Sponsors of Terrorism” (JASTA), votada casi unánimemente por el Congreso americano, en el que se apoyan unas 850 familias de víctimas y 1500 heridos en los ataques del “9 de noviembre” para pedir compensación a las autoridades saudíes. Para remachar el clavo, Al Jazeera recordaba, el 28 de marzo, que Rusia y Arabia Saudí estaban estudiando la creación de una alianza petrolífera entre los dos países.

Al corresponsal de “Haaretz Israel” le llamó la atención el que en sus declaraciones Mohammed bib Salman negara haber dicho que “tenía a Jared Kushner [yerno judío de Donald Trump] en el bolsillo”. También ese punto ha llamado la atención de los medios de Dubai “Al Arabiya” (televisión) y “Gulf News” (prensa escrita), que han insistido sobre todo en los aspectos económicos y comerciales de la visita, haciendo hincapié en las paradas del príncipe en Boston, New York, Seattle, Silicon Valley, Los Ángeles y Houston. A los iraníes de PressTV les ha preocupado el que Bin Salman declarase que Arabia está dispuesta a fabricar la bomba nuclear si lo hacía Irán, que Arabia es un país rico en uranio, y que compañías americanas construirán en el reino centrales nucleares.

Tres cosas ha mencionado “Albawaba” (Jordania, país que se pretende neutro): la “normalidad de las relaciones con Jard Kushner”, el potencial económico del Oriente Medio, y dos afirmaciones de Mohammed bin Salman: “La decisión [americana] de mover la embajada a Jerusalén es una decisión penosa” y “El Islam es una religión moderada y tolerante, que ha sido secuestrada [por los extremistas]”. Es éste último punto sobre el que han insistido los medios rusos (agencia Sputnik y RT) y el periódico argelino El Watan. Han transmitido las excusas del príncipe al mismo tiempo que criticaban la responsabilidad saudí en la propagación del wahabismo, fuente ideológica del terrorismo actual: “Príncipe heredero saudí: el wahabismo ha sido propagado a petición de los Occidentales” (Sputnik). “Se trataba de impedir la influencia de la Unión Soviética en el mundo musulmán” (El Watan).

Un último punto me deja perplejo. Los medios que he analizado se refieren a las afirmaciones del príncipe durante el encuentro en el Washington Post y, sin embargo, el New York Times del 27 de marzo pretendía que la reunión “off te record” se había efectuado con sus periodistas y que (utilizando la misma frase que el Washington Post el día 22) “la embajada saudí permitió revelar algunos contenidos de la entrevista”. ¿De quién se puede uno fiar?

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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