La gran capacidad productiva puede ser considerada abundancia de vida cuando es capaz de promover y sostener el desarrollo humano integral. El paradigma tecnocrático –criticado por el Papa Francisco (Laudato Si’, cap. 3)- en el que la tecnología y las finanzas dominan la economía real y la política favorece la acumulación de riqueza más que la abundancia de vida.
El progreso tecnológico es el principal instrumento para aumentar la capacidad productiva, pero si las ganancias de dicha producción no se distribuyen, favorece la acumulación financiera y la especulación, con efectos negativos a largo plazo para todos, porque sin compartir el sistema económico es insostenible.
Las grandes crisis se inician tras importantes innovaciones tecnológicas (electricidad y TIC, respectivamente) que han aumentado la capacidad de oferta, pero con un desequilibrio creciente entre beneficios y beneficiarios, nos enfrentamos a una disminución de la creatividad y a una desigualdad extrema, que nos lleva a la inseguridad social e inestabilidad política.
El compartir bienes, servicios, conocimientos y recursos financieros no sólo es valioso en sí mismo, sino que debe permitir a las personas hacer una contribución original a la sociedad. Compartir debe lograr el desarrollo sostenible de las personas, porque fomenta la libertad y la participación a través de la asunción de responsabilidades, respetando el principio de subsidiariedad.
Cuando compartir significa cohesión económica y social puede promover la abundancia de vida, como en el caso del sistema corporativo de producción local, donde la actividad empresarial local está estrechamente vinculada a la identidad territorial y al progreso. Compartir dentro de una empresa significa nuevas formas de cooperación y gobernanza democrática entre todos los actores. De hecho, las cooperativas están aumentando, aunque lentamente para alcanzar todavía un impacto social considerable.
Los seres humanos son más que seres económicos, también tienen preferencias orientadas a los demás y son capaces de equilibrios cooperativos en proyectos sociales. Conviene ir más allá del concepto de corporación basado únicamente en los accionistas y en el beneficio económico, las empresas cooperativas no tienen como única meta la maximización de ganancias, sino que también suelen tener una dimensión de impacto social y ambiental.
Hay que ir más allá del PIB hacia indicadores de bienestar más integrales. El bienestar es más que el PIB y requiere indicadores de bienestar social, laboral y relacional donde se tengan en cuenta las interdependencias entre la creación de valor económico y los dominios sociales y ecológicos. La abundancia de bienes, sino se comparten, no crea bienestar personal o social. Mientras que el compartir lo que somos y tenemos con los demás, no para ser todos iguales, sino para que todos podamos vivir con dignidad, nos llevará a todos a una vida más abundante y una convivencia de mayor calidad. El secreto para un desarrollo sostenible está en el compartir.
CIDAF-UCM