Darfur supone el tercer genocidio de la última década, en África.

21/07/2014 | Opinión

Omar al-Bashir fue acusado en 2008 del “genocidio de Darfur”, por la Corte Penal Internacional. La sentencia llegó en marzo de 2009, después de varios años de crímenes contra la humanidad.
Los sorprendente es realmente el silencio cómplice de la comunidad internacional que acompaña a casi todos los grandes conflictos en África. ¿Se deberá este silencio a que las causas más fundamentales de estos conflictos se encuentran fuera de África?
¿Por qué interviene la comunidad internacional solamente en Libia, Irak, Mali, etc.? Y, ¿por qué apoya solamente a ciertos gobiernos, como Ruanda, Uganda, Nigeria, etc.?

El casi olvidado conflicto en Darfur, desde 2003, es un conflicto entre la población árabe y la población negra, ambas mayoritariamente musulmanas. Este conflicto ha significado 400.000 víctimas mortales, según la ONU, y 2,7 millones de desplazados, sobre todo en el Chad. De los 6,2 millones de habitantes en Darfur, 4,7 millones viven directamente afectados por el conflicto.

El aumento demográfico de todas las poblaciones y la terrible sequia aumentan la competencia por los escasos recursos de Darfur. La llegada al poder en Jartum (1989) de un régimen militar de corte islamista, imponiendo la Sharia como ley del país y apoyando a las tribus árabes nómadas, favorece a los grupos étnicos árabes frente a los agricultores negros.

El gobierno recurre a la fuerza aérea y a los “yanyauid”, ganaderos árabes nómadas armados, denominados los “demonios a caballo” que por las noches arrasan los poblados de los agricultores negros, matan a los hombres, violan las mujeres, roban y queman sus casas, según los observadores de la ONU.

Unos 700.000 niños-as han nacido y crecido sin conocer otra realidad que la del conflicto armado. Las Organizaciones de ayuda humanitaria también sufren la violencia y el robo de sus provisiones, dejando sus servicios a los más necesitados en gran inseguridad.
Para poder superar esta violencia y empobrecimiento de la población, de forma efectiva y duradera, es necesario profundizar en las causas del conflicto, que aparte de cierta escasez de recursos y de la sequía, apuntan a la inhumana gestión del gobierno de Jartum y al parcialismo de la comunidad internacional, que prefiere olvidarse de ciertos conflictos, y hasta de algunas condenas por genocidio.
Otro genocidio silenciado por los medios de comunicación, mientras que los más de seis millones de habitantes de Darfur, ya parecen haber sido olvidados, por el propio gobierno y por la comunidad occidental.

El cúmulo de la irresponsabilidad de nuestros lideres, ante estos crímenes contra la Humanidad, esta expresado en la última decisión que acaban de tomar los líderes africanos en la cumbre de la Unión Africana (UA), en Guinea Ecuatorial, el 27 de Junio 2014, donde han votado para darse a sí mismos y a sus aliados, inmunidad judicial por delitos de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio, en la Corte Africana de Justicia y Derechos Humanos. Esta decisión degrada su propia Corte de Justicia.

Amnistía Internacional calificó esta decisión de “un paso atrás en la lucha contra la impunidad y una traición a las víctimas de graves violaciones de los derechos humanos”. En Kampala, en Julio 2008, la UA ya había decidido no cooperar con la Corte Penal Internacional, fundada en Julio 2002, por 122 países.

Cuarenta y dos grupos de la sociedad civil africana e internacional se han opuesto a esta decisión porque esta impunidad viola las leyes internacionales y nacionales, así como la Constitución de la propia Unión Africana.

Conviene recordar que varios de los líderes africanos también están imputados por la Corte Penal Internacional: Charles Taylor, de Liberia, condenado a 50 años de cárcel, Omar Hassam El Bashir ,(de Sudan), Uhuru Kenyata, (de Kenya), junto con otros líderes perseguidos como: Mugabe, Banda, Kony, Bemba, Ghagbo, Ntagamba etc.
Varios gobiernos han sido además responsabilizados por la ONU, de crímenes contra la humanidad: Kigali, Kampala, Jartum, etc.
Parece que muchos líderes, africanos y de otros continentes, se sitúan por encima de la ley y de la Constitución. Se comportan como dueños del país, de los habitantes y de sus recursos.

Como siempre, la respuesta está en manos de una sociedad educada, motivada y organizada.

Lázaro Bustince Sola – Director General de Fundación Sur

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