En la República Democrática del Congo, la Iglesia católica se afirma como una fuerza de oposición política significativa, sobre todo tras la elección de Félix Tshisekedi en diciembre de 2023.
La Iglesia católica emerge como un importante actor inesperado en el frente opositor de la República Democrática del Congo (RDC). Como consecuencia de las elecciones de diciembre de 2023, que han supuesto la reelección de Félix Tshisekedi a pesar de las controversias, las figuras tradicionales de la oposición parecen borrarse. Moïse Kayumbi, antaño voz influyente, permanece en segundo plano, mientras Martin Fayulu, otra figura importante, parece fuera del debate público. En este contexto, la Iglesia católica, bajo la batuta de figuras como el cardenal Fridolin Ambongo, se erige en portavoz de protestas e inquietudes sociales.
La Iglesia sustituye a Katumbi y Fayulu
El cardenal Ambongo, en particular, ha tomado la palabra con ocasión de la conmemoración del fallecimiento del diputado Chérubin Okende para criticar abiertamente la gestión del gobierno y el reciente levantamiento de la moratoria sobre la pena de muerte; algo que significa un paso atrás según numerosos observadores. La Iglesia subraya su oposición a la pena capital por principios éticos fundamentales, recordando el mandamiento “No matarás”. Esta posición refuerza la imagen de la Iglesia guardiana de los valores morales y éticos en el seno de la sociedad congoleña.
El asunto del fallecimiento de Chérubin Okende, calificado como suicidio a pesar de pruebas controvertidas, ha exacerbado las tensiones. El cuestionamiento de las conclusiones oficiales de este asunto por parte del cardenal Ambongo ha ilustrado la creciente desconfianza hacia el sistema judicial, juzgado corrompido e instrumentalizado por el poder. La Iglesia, por medio de su voz, no solamente toma postura en cuanto defensora de los derechos humanos, sino también se convierte en actor político de primer orden, capaz de movilizar a la opinión pública y de criticar las decisiones gubernamentales.
La Iglesia católica por medio de sus acciones y tomas de posición, no hace sino colmar el vacío dejado por una oposición política debilitada; se afirma como una fuerza moral y ética influyente, dispuesta a contestar las decisiones que juzga contrarias a los intereses del pueblo y a la doctrina cristiana. Esta dinámica plantea la cuestión de la futura evolución del rol de la Iglesia en el espacio político congoleño, sobre todo en periodo de crisis política o social. Al participar activamente en el debate público y oponerse a algunas políticas, la Iglesia católica podría redefinir los contornos de la oposición en RDC, situándose como una voz crítica ineludible frente a la administración Tshisekedi.
Una oposición con interrogantes
La historia de la oposición de la Iglesia católica al poder en la República Democrática del Congo (RDC) remonta a varias décadas, marcando profundamente el paisaje político y social del país. Bajo el régimen de Mobutu Sese Seko se había caracterizado por su función de contrapeso moral y ético, frecuentemente opuesto a los abusos del poder. Esta tradición de resistencia prosiguió con la llegada al poder de Laurent Désiré Kabila y más tarde de su hijo Joseph Kabila. Durante estos periodos protagonizó una función crucial en la mediación de los conflictos y promoción de los derechos humanos, a la vez que se oponía a las tentativas de prolongación de los mandatos y a las violaciones de las libertades fundamentales. El compromiso de la Iglesia en la esfera política ha sido visto a menudo como un bastión de resistencia contra el autoritarismo y un infatigable promotor de la paz y justicia social.
No obstante, los lazos de unión estrechos entre la Iglesia católica y algunos actores políticos, concretamente Moïse Katumbe, han suscitado preguntas en cuanto a la imparcialidad de su combate. La relación entre Katumbi, figura de la oposición, y personalidades eclesiásticas como el cardenal Ambongo, es citada frecuentemente como ejemplo de relación potencialmente problemática. Esas relaciones podrían dar la impresión de que la Iglesia toma partido en las luchas políticas, favoreciendo a algunos actores en detrimento de su rol mediador imparcial. Esta percepción corre el peligro de debilitar la posición de la Iglesia en cuanto fuerza moral y espiritual independiente, haciéndola aparecer como actor político alineado con los intereses de figuras específicas, más que como defensor universal de los valores y principios éticos.
Por otra parte, a pesar de su compromiso con la promoción de la democracia y derechos humanos, la Iglesia católica en RDC es percibida a veces como excesivamente extremista en sus tomas de posición y demasiado comprometida políticamente. Al implicarse abiertamente en apoyo a los opositores, corre el peligro de alejarse de su función tradicional de “iglesia en medio de la aldea”, esto es, una institución por encima de las divisiones, que ofrece un espacio de reconciliación y diálogo a todos. Esta posición activista podría comprometer su capacidad de agrupar y de actuar como fuerza de pacificación, atrincherándose en su rol de participante en la arena política, más que como guía moral y espiritual para la nación. La línea entre la justicia y el activismo político puede resultar fina y plantear desafíos en cuanto al equilibrio entre la defensa de los valores y la neutralidad necesaria para mantener la confianza del conjunto de la población congoleña.
Fuente: Político.cd
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