¿Cuál es la estrategia de Rusia en Libia?

24/07/2019 | Opinión

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El Kremlin ve sus relaciones con el Gobierno de Acuerdo Nacional y Khalifa Haftar como puramente transaccionales.

La escalada del conflicto en Libia ha puesto al descubierto una gran cantidad de injerencias extranjeras que las potencias exteriores, tanto regionales como mundiales, habrían preferido mantener fuera del radar. Rusia, que normalmente terminaría en los titulares relacionados con Libia por todas las razones equivocadas, ha tratado de relegar a un segundo plano la cuestión libia desde que el general Khalifa Haftar lanzó su ofensiva contra Trípoli en abril de 2019.

En los últimos tres meses, los diplomáticos rusos sólo han hecho declaraciones imprecisas sobre la operación militar en curso de Haftar contra Trípoli. Dos días después del lanzamiento de la ofensiva, el ministro de Asuntos Exteriores Sergey Lavrov informó en una conferencia de prensa en El Cairo que Rusia estaba en contra de cualquier intento “de culpar unilateralmente” a un lado por la escalada en Trípoli. Al mismo tiempo, cuando se le preguntó si Moscú apoya a Haftar, respondió que Rusia apoya a “todas las fuerzas políticas libias para que se pongan de acuerdo entre ellas y para que nadie les imponga nada”.

Sin embargo, las ambiguas declaraciones se han visto eclipsadas por las contundentes medidas diplomáticas de apoyo a Haftar: el 7 de abril, Rusia bloqueó una declaración del Consejo de Seguridad de la ONU que habría condenado la ofensiva de Haftar en Trípoli. Aunque los responsables políticos rusos reconocieron que esta operación era una aventura mal planeada y condenada al fracaso, públicamente el Kremlin no estaba dispuesto a cortar las relaciones con el general y decidió prestarle apoyo diplomático.

Desde el principio, Haftar había considerado al ministerio de defensa ruso un socio dispuesto que veía su milicia del Ejército Nacional Libio (LNA) como un protoejército con capacidad de ser la columna vertebral de la gobernanza en el este de Libia. Existe una gran convergencia sobre la cuestión de Libia entre el ejército ruso y los principales patrocinadores de Haftar en El Cairo y Abu Dhabi. Sus operaciones en Bengasi y Derna, apoyadas por ambos, fueron elogiadas por las autoridades rusas como esfuerzos exitosos de lucha contra el terrorismo.

Rusia también apoyó al LNA de Haftar a principios de este año cuando lanzó una operación para apoderarse de la parte sur del país, rica en petróleo, conocida como Fezzan. Según algunas fuentes, la ofensiva fue factible en gran medida gracias a una inyección de dinero impreso en Rusia en estrecha coordinación con Abu Dhabi y El Cairo. Las estructuras gubernamentales paralelas en el Este han estado imprimiendo moneda libia en Rusia desde 2016 debido a disputas con Trípoli.

El triunfo de Haftar en el sur y, en particular, la adquisición de los campos petroleros de Sharara y El Feel, se convirtió en un cambio de juego para muchos actores internacionales, incluida Rusia. Antes de su campaña para hacerse cargo de Fezzan, el comandante del LNA le prometió a Rusia la firma de contratos lucrativos de exportación de petróleo. Según fuentes de Moscú, Haftar declaró a los rusos en 2018 que una vez obtenido el control total de las exportaciones de petróleo a través de la oficina paralela de la Compañía Nacional de Petróleo (NOC) en Bengasi, las empresas rusas podrían recoger petróleo en las terminales de la “media luna de petróleo”, que se extiende desde la ciudad de Sirte hasta Ras Lanuf. Una vez que esta idea fracasó, intentó facilitar un acuerdo entre los rusos y el CEO de la NOC, Mustafa Sanalla, pero tampoco tuvo éxito.

Cuando Haftar tomó el control de Sharara y El Feel en febrero de 2019, Moscú estaba convencido de que era sólo cuestión de tiempo hasta que también asumiera el control de la NOC y pudieran discutirse asuntos serios. Es por ello que, cuando el general lanzó su ataque militar contra Trípoli, contó con el apoyo del Kremlin. A medida que se hacía cada vez más evidente que la campaña de Haftar no iba a acabar en una victoria rápida, la posición de Rusia sobre Libia evolucionó hacia lo que podría describirse como ambigüedad estratégica. Al ver cómo varios países extranjeros se vieron arrastrados al conflicto de Trípoli, entre ellos Francia, Turquía y Emiratos Árabes Unidos, el Kremlin tomó la decisión estratégica de no participar en una lucha que es esencialmente un juego de suma cero.

A diferencia de Egipto y Emiratos Árabes Unidos, Rusia no tiene ningún interés en intervenir activamente en la ofensiva de Trípoli en nombre de Haftar. Al mismo tiempo, los políticos en Moscú todavía no lo ven como una responsabilidad por una serie de consideraciones. En primer lugar, Rusia sigue considerando que las estructuras de gobierno en el Este del país, así como el LNA, son totalmente legítimas, a diferencia del Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA). En segundo lugar, el Ministerio de Defensa ruso prefiere tratar con un militar, como Haftar, en Libia. Tercero, en el caso de que Haftar finalmente logre trasladar las operaciones de la NOC a Bengasi o consiga sustituir a Sanalla con una figura leal, Moscú podría cosechar los beneficios de su apoyo a largo plazo al general.

Si eso no ocurre, y la lucha por Trípoli dura lo suficiente y desangra a ambas partes, Moscú todavía se vería a sí misma como la posible ganadora de la situación. Rusia espera que los fracasos de Haftar en el oeste de Libia lo hagan más manso y cooperativo y que un Trípoli acorralado se tome más en serio el compromiso con el gobierno ruso.

En el contexto del conflicto en curso, el Kremlin considera que sus relaciones con el GNA y el General Haftar son puramente transaccionales en este momento, lo que significa que está dispuesto a prestar su apoyo al mejor postor. Ambas partes han intentado organizar reuniones de alto nivel con los dirigentes rusos, pero hasta ahora el Kremlin ha mantenido cierta distancia.

Los emisarios de Haftar en Moscú han solicitado reuniones con el ministro de Asuntos Exteriores, Lavrov, y el ministro de Defensa, Sergey Shoigu, en dos ocasiones desde abril, pero lo que han conseguido ha sido una visita privada de bajo perfil para el general a finales de mayo.

El GNA fue aún menos afortunado en sus intentos de ganarse a Moscú. Esto puede tener que ver con el hecho de que las relaciones entre los dos gobiernos han sido incómodas durante un tiempo. Fuentes revelan que durante la conferencia de Palermo sobre Libia en noviembre de 2018, el jefe de GNA, Fayez Serraj, expresó su insatisfacción al primer ministro ruso, Dmitry Medvedev, por el continuo apoyo de Rusia a Haftar y la impresión de dinares libios en Moscú, lo que desestabilizó el mercado financiero de Libia. A pesar del renovado interés de la GNA por llegar a Moscú, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso no ha estado demasiado ansioso por recibir a los representantes de la GNA. Las partes cancelaron dos visitas previstas del viceprimer ministro, Ahmed Maetig, y del ministro de Relaciones Exteriores, Mohamed Siala, programadas para mayo. Ambas partes han sido incapaces de establecer los términos de cooperación que impiden el tipo de relación que Moscú esperaría tener con un gobierno central.

Fuentes de Moscú lamentan que los dos países aún estén trabajando en los detalles de los acuerdos comerciales que se han discutido durante tanto tiempo, así como en la lucha por finalizar la vuelta de dos marineros rusos que fueron sentenciados a tres años de prisión en Trípoli en 2018, todo lo cual tiene que ocurrir antes de que el Kremlin pueda discutir otros asuntos políticos y de seguridad.

Aunque Libia no es la principal prioridad de la política exterior de Rusia en este momento, el Kremlin ve la necesidad de seguir siendo relevante en el contexto libio. La esperanza de Haftar de que Rusia intervenga militarmente en su apoyo a EAU está totalmente fuera de lugar. En la actualidad, el veto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es el arma más fuerte que Moscú está dispuesta a utilizar a favor de Haftar. Sin embargo, el tiempo que el Kremlin siga apoyando al general no dependerá tanto de sus fracasos, que han sido muchos, sino más bien de lo que la GNA de Trípoli esté dispuesta a hacer para conseguir su apoyo.

Yury Barmin

Fuente: Al Jazeera

Traducción y edición, A. Martínez Pradas]

[Fundación Sur]

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