Este es el dilema de los desplazados internos en Mali tras la crisis del norte, cuyo número asciende ya a 86.000 personas.
En Bamako, como en otras ciudades, la rutina de los desplazados no es nada fácil. Muchos han optado por lo que parece el mal menor, quedarse en la capital a pesar de los riesgos que ello supone para su seguridad.
Abdoulaye Ascofaré trata de reconstruir su nueva vida en el corazón de Bamako, donde llegó tras abandonar su pueblo natal cerca de Tombuctú. La pequeña habitación que ocupa, es al mismo tiempo dormitorio y tienda de planchado de ropa.
Abdoulayer recuerda que, en las llanuras de su aldea, Katoua, crecía el trigo, el arroz y el tabaco. Pero a este último cultivo se oponían los yihadistas que llegaron a la zona, lo que le privó de una fuente importante de ingresos.
En el taller de planchado de Bamako recibe la visita de Hadi Sibidé, otra desplazada que, a diferencia de Abdoulaye, intentó volver a su ciudad.
“Traje a mis hijos conmigo y fue muy difícil. Yo no sé cómo trabajar, es imposible crecer sin miedo. Permanecer sin mi marido es difícil, ya que él no puede enviar cosas todo el tiempo. Tengo que dejar a algunos de los niños y volver”.
Una experiencia similar ha vivido Bintou Cissé, quien ha declarado que “es mejor, al menos, estar en paz aquí. Hace dos años que en mi ciudad no se puede cultivar nada, porque no hay agua. ¡Hay que desplazarse para vivir!”.
Desde 2013, se han enviado varios convoyes hacia el norte para el retorno de los desplazados internos. Pero esto no es suficiente. Para muchos de ellos, es necesaria también una ayuda que les permita reconstruir su vida una vez allí.
La Dirección Nacional de Desarrollo Social se creó a raíz de la ocupación de las regiones del norte por parte de los yihadistas; pero ha de hacer frente, dentro del límite de la generosidad de los donantes, a las grandes necesidades de los desplazados.
Las autoridades de Mali conocen la importancia que tienen los desplazamientos y refugiados para la reconciliación nacional. Algunos refugiados que han regresado a su hogar aluden a la igualdad de todos dentro de Mali y se oponen a la partición del país. Aunque muchos hayan perdido la esperanza, la confianza en la negociación no ha desaparecido y son conscientes de que sin paz no habrá desarrollo. Pero esta paz, ¿a qué precio?
Fuente: Malijet
