Gracias a un movimiento global que aboga por el liderazgo de los refugiados, la idea de que las personas con experiencia directa de desplazamiento forzado deberían poder participar de manera significativa en el proceso de toma de decisiones sobre las políticas que afectan sus vidas ha ganado una atención y un apoyo significativo en los últimos años.
Sin embargo, los expertos y las investigaciones sobre la situación y trato de los refugiados son inequívocos: el progreso hacia una participación significativa de los refugiados e inmigrantes ha sido nominal hasta ahora.
Si escucháramos la experiencia y contribución que solo los inmigrantes y refugiados pueden aportar para encontrar juntos alternativas de entrada y de integración más dignas y humanas, no seguiríamos enviando inmigrantes y refugiados a campamentos, barcos o países lejos de nuestras fronteras, como lo está haciendo la UE y otros gobiernos, delatando así una grave irresponsabilidad y falta de ética al tratar refugiados como mercancías.
El Pacto Mundial sobre Refugiados de la ONU insta a los Estados y otras partes interesadas a consultar e interactuar deliberadamente con los refugiados y migrantes al desarrollar respuestas a las crisis de desplazamiento. Muchos actores, incluidos gobiernos, agencias de la ONU y ONG internacionales, han firmado un compromiso de la Red Global Liderada por los Refugiados comprometiéndose a incluir a los refugiados en los procesos de toma de decisiones. Compromiso que se ha quedado en papel mojado. Con demasiada frecuencia, los ministerios y las organizaciones bien establecidas crean órganos asesores que no otorgan poder de decisión a los refugiados y migrantes.
Apoyar la participación válida de los refugiados puede ser a veces tan sencillo como dar la palabra y financiación a las organizaciones dirigidas por refugiados o eliminar criterios de exclusión, como se hace implicando los años de experiencia o los requisitos de titulación, de una oferta de empleo o el país de origen.
Apoyar la participación significativa de los refugiados y migrantes de forma más sistemática requiere también realizar cambios profundos y de gran alcance en el modo en que funciona actualmente el sector humanitario. Eso empieza por que los trabajadores humanitarios cuestionen la naturaleza colonial de sus propias iniciativas y decidan alejarse de las agendas de ayuda globales para que los enfoques localizados y dirigidos por los refugiados puedan centrarse en responder a los desafíos de la migración.
Esta propuesta amenaza el control actual, que los actores humanitarios bien establecidos disfrutan en el sistema. Como señala Deborah Doane en su libro “The INGO Problem: Power, Privilege, and Renewal”, las organizaciones del sector han evolucionado hasta convertirse en entidades fuertes y complejas, más centradas en los recursos de sus grandes equipos y en su vida, que en buscar soluciones más efectivas para transformar la raíz del desplazamiento forzoso.
Para las instituciones, el proceso de descentralización es difícil y complejo. El sistema de las Naciones Unidas y las principales ONG internacionales, con la excepción de algunas basadas en el voluntariado, como Manos Unidas, son empleadores de cientos de miles de personas, y muchas de ellas proporcionan ayuda humanitaria de primera línea que salva vidas en situaciones de crisis y emergencias; pero, como observamos en la mayoría de los casos, la prestación de esta ayuda ha pasado a ser una forma de vida, de control y de acaparamiento de poder, que no soluciona la raíz del mal y de la injusticia y prolonga la dependencia de las ayudas.
Las prácticas actuales de ayuda y de humanitarismo consolidado impiden la inversión en algunas de las labores comunitarias más impactantes y orientadas a la búsqueda de soluciones de mayor justicia social y de gobernanza más responsable en la gestión de recursos para crear nuevas infraestructuras para el empleo y el desarrollo integral de los jóvenes y de toda la ciudadanía.
La gestión de un cambio estructural es compleja y complicada, pero también es posible si la sociedad y los líderes, locales y nacionales, comparten un entendimiento y ética común y un compromiso por integrar a los inmigrantes y refugiados en una profunda transformación social, que sitúa la dignidad humana y el bien común en el centro de atención y de cooperación.
CIDAF-UCM